Cien años de Trilce: el gran poemario de César Vallejo
Con Trilce, el autor rompió con el modernismo literario para adentrarse en la vanguardia y sumarse a una nueva forma de leer y escribir. Si bien al principio le costó la incomprensión y confusión por parte del público y la crítica, acostumbrados a una estética diferente, con el tiempo se convirtió en uno de los poemarios más notables del siglo XX. A cien años de su primera publicación, los poetas e investigadores Susana Cella y Carlos Battilana nos cuentan más sobre la gran obra del escritor peruano y su influencia en las letras de esta parte de la región.
El escritor y periodista español César González Puano, para una entrevista que se publicó en El Heraldo de Madrid en 1931, preguntó qué quería decir ‘Trilce’. Por su parte, el poeta peruano César Vallejo respondió: “No encontraba, en mi afán, ninguna palabra con dignidad de título, y entonces la inventé: ‘Trilce’. ¿No es una palabra hermosa? Pues ya no lo pensé más: ‘Trilce’”.
Vallejo tenía treinta años cuando, con aquel neologismo, se publicó su segundo libro de poemas, el cual había comenzado a escribir en 1918 y terminado cuatro años después. Si bien durante sus primeros años de difusión resultó ser un texto incomprendido y esquivo para la crítica y el gran público, acostumbrados todavía a la lectura de corte romántico y modernista, con el tiempo, Trilce se convirtió en uno de los poemarios más notables de la lengua castellana. Y, este año, se celebra un siglo de su primera publicación en Perú.
Si bien escribió cuentos, ensayos, teatro y traducciones, tal vez son sus poemas los que cobraron más protagonismo entre su producción literaria. Pero no todo fue tan sencillo durante aquel año cuando empezó a componerlo, sufrió intensamente la muerte de su madre y, un año antes, él mismo se había intentado suicidarse luego de un desengaño amoroso con Zoila Rosa Cuadra, conocida como “Mirtho”.
Por otro lado, 1918 fue también el año en que Vallejo conoció de frente la exclusión y la persecución por parte de ciertos sectores del poder. El poeta simpatizaba con ideas socialistas, lo que le costó, incluso, la prisión durante 112 días en la localidad de Trujillo: las autoridades, ilegalmente y sin argumentos, lo involucraron en los disturbios, incendio y saqueo de la casa de la familia Santa María Calderón, dedicada a distintos tipos de negocios. Con ese ejemplo, aquel poder intentaba oprimir a quienes simpatizaban como Vallejo, colegas, universitarios y jóvenes que se alzaban contra las injusticias y desigualdades sociales.
Editado en 1922 por Talleres de la Penitenciaría de Lima, la primera edición contó con 200 ejemplares. Llevaba un prólogo del escritor y filósofo Antenor Orrego –compatriota y amigo de Vallejo– y un retrato del poeta en la tapa, dibujado por Víctor Morey Peña. Con Trilce, Vallejo se alejó de la lírica modernista que habían forjado Rubén Darío y otros, para componer un lenguaje distinto, propio de la vanguardia del momento. De este modo, también se alejó del registro de su primer poemario, Los heraldos negros (1918).
El pasado 16 de marzo se cumplieron 130 años del nacimiento de César Vallejo y, este 2022, un siglo de la primera publicación de Trilce. Al respecto, Susana Cella y Carlos Battilana –poetas, investigadores y docentes de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires- comentan sobre la gran obra del peruano y su influencia en las literaturas de la región.
-Cuando se publicó la primera edición de Trilce, la crítica y el público quedaron desconcertados por ese lenguaje de vanguardia. En ese sentido, ¿el reconocimiento posterior de la obra tiene que ver con la aparición de un nuevo tipo de lector para esa renovación estética?
-Susana Cella: La primera edición de Trilce apareció en Perú, en 1922. Si consideramos el ambiente literario peruano, donde todavía quedaban representantes del Modernismo Hispanoamericano, como José Santos Chocano, había tenido lugar un intento innovador en la breve existencia de la revista Colónida en 1916 y todavía no había surgido el grupo de vanguardia indigenista, Orkopata, que recién emergería en 1925, además de la existencia del grupo innovador, La Bohemia de Trujillo, al que perteneció César Vallejo; vemos un panorama donde predominaba una actitud conservadora, que ya la crítica había mostrado cuando en 1918 Vallejo publicó Los heraldos negros, de carácter mucho más tradicional y todavía con cierta influencia del Modernismo. Ante un libro como Trilce, con su extremo carácter de ruptura, no pudo, salvo pocas excepciones, sino tener una recepción absolutamente negativa a veces con calificativos insultantes. Sin embargo, es preciso señalar que cuando Vallejo, desde 1923 se aleja definitivamente del Perú y se pone en contacto con poetas europeos, por ejemplo españoles, tiene una buena recepción. Tanto es así que la segunda edición de Trilce se publicó en España en 1930 con prólogo de José Bergamín y un poema de Gerardo Diego en que celebra el libro. Respecto de la valoración posterior de Trilce, evidentemente tiene que ver con los cambios que se van dando en la literatura teniendo en cuenta los que producen las vanguardias y que inciden en los lectores, en sus expectativas. A lo que se agregan nuevas reflexiones sobre el lenguaje poético, teorías sobre la poesía y el lenguaje que permiten apreciar muchos de los procedimientos jugados en el poemario. Con todo, cabe decir, que Trilce sigue siendo un libro de difícil acceso y a la vez de continua posibilidad de apertura de significaciones, lo que lo hace un clásico.
-Carlos Battilana: Así es. Trilce había pasado desapercibido por la crítica, o mejor dicho, en ese silencio que rodeó a ese libro completamente novedoso se puede leer una incomprensión, una indiferencia o una negación. Lo que hizo César Vallejo con Trilce, luego de haber publicado Los heraldos negros, es haber construido un idioma nuevo dentro de la propia lengua. No sólo la sintaxis, los procedimientos espaciales y léxicos llaman la atención, sino también las resonancias vernáculas de la lengua quechua y ciertos modismos arcaicos del español andino. Además es imposible desconocer la gravitación de una imaginería de impronta cristiana y por supuesto el lenguaje de la vanguardia.
-Al respecto, ¿en qué consistió el tratamiento del lenguaje que llevó adelante Vallejo? ¿Fue aquello el gran aporte de Vallejo para las letras de la región?
-SC: Vallejo compuso los poemas con una absoluta libertad creativa en los distintos niveles compositivos de los poemas, así por ejemplo, una variedad de vocabulario donde podemos encontrar neologismos, arcaísmos, coloquialismos, variaciones morfológicas, rupturas en la ortografía regular, utilización tanto del verso libre como en algunos casos del verso medido, transformaciones en la sintaxis, uso de los números escritos en cifras, disfonías, alteración de un ritmo armónico, uso de blancos en los poemas, disposición irregular en la página, cambios que alteran una secuencia en lo que se está tratando en el poema por súbitos cambios de imágenes, ausencia de lo declarativo, fragmentaciones, modos de adjetivar no convencionales, uso de adverbios en función verbal y otros cambios de función semántica, metaforizaciones de difícil decodificación, alusiones, elisiones, cambios temporales, etc. Pero cabe señalar que toda esta cantidad de procedimientos puestos en juego por Vallejo no tenían en absoluto un carácter lúdico, ni adscribían a muchas de las invenciones de las vanguardias, a las que Vallejo criticaba tanto por su programaticidad como por su falta de hallazgo de lo que él concebía como una poesía “nueva”, que para él, menos que ser un repertorio de procedimientos más o menos novedosos o insólitos, tenía que apostar a crear y expresar una nueva sensibilidad, que produjera una relación diferente con un mundo en transformación. Su famoso reclamo por el “latido vital y humano” que demandaba para la poesía rechazaba así la superficialidad, la mera actitud rebelde o un arte alejado de lo que en el mundo acontecía y palpitaba.
Los profundos cambios que realiza Vallejo en el lenguaje poético obedecen a una necesidad, cada palabra en el lugar que ocupa en el poema, sus distorsiones, los distintos registros léxicos que combina, etc. obedecen a la necesidad expresiva, no podría haber sido dicho de otro modo, es en tal sentido la ardua lucha de Vallejo por ser fiel a su propia concepción de la poesía. La cual además no es un acto gratuito, para Vallejo la poesía tiene una función, y una función política en un contexto de grandes cambios sociales. No se trata de provocar una reacción inmediata, sino la de crear grandes mareas de nuevas concepciones que contribuyeran a establecer otra relación entre los seres humanos en lo personal y lo social. En cuanto al aporte de Vallejo, excede los ámbitos regionales, sean peruano o latinoamericano en general. Trilce es una de las cimas de la poesía en lengua castellana, y tuvo también su reconocimiento por parte de poetas de otras lenguas. Abrió caminos, no tanto epigonismos (que los hubo más respecto de los Poemas Humanos), pero sí indefectiblemente marca un punto de viraje de modo que ya no es posible escribir poesía sin tenerlo en cuenta, aun cuando se trate de un proyecto escriturario muy diferente.
-CB: En el caso de Vallejo la lengua de vanguardia nunca es epigonal respecto de una eventual influencia europea. Su posición artística se observa muy bien en su artículo “Poesía nueva” en el que indica que las palabras “flamantes” provenientes de la modernidad no necesariamente son análogas a una sensibilidad nueva. Vallejo plantea que más que usar vocablos recientes, el poema tendría que despertar una nueva conciencia, un nuevo estremecimiento y una nueva comprensión. Con Trilce, Vallejo reformula los pactos de lectura ya que necesita de un auditorio nuevo, un auditorio que parece inexistente al momento de su publicación.
-¿A partir de su obra, hubo/hay relaciones con la lírica argentina? ¿Trilce se convirtió en una influencia?
-SC: En la lírica argentina desde luego la figura de Vallejo halló reconocimiento, así por ejemplo en poetas que fueron sus contemporáneos como Raúl González Tuñón, pero sus poéticas diferían notablemente. Por otra parte, quizá la influencia primera que tuvo en las letras argentinas se dio especialmente en los años sesenta y quizá menos con Trilce que con Poemas Humanos. La mayor, certera y persistente lectura y aprovechamiento del legado vallejiano se dio en Juan Gelman, quien lo llamaba “el padre Vallejo”, y es posible detectar en la extensa obra de Gelman la presencia vallejiana, no como imitación sino como internalización de la poesía vallejiana.
-CB: César Vallejo es una referencia insoslayable no sólo en la poesía argentina sino en la poesía latinoamericana en general. Siempre se habla de la influencia que tuvo en Juan Gelman. Por supuesto. Pero la obra de Vallejo es tan potente que pone en cuestión la lengua poética tal como la conocíamos y la concebíamos hasta el momento de aparición de su voz.
-Vallejo sufrió –ilegalmente y sin argumentos– la exclusión, la persecución y hasta la prisión por sus ideas anarquistas y socialistas. ¿Trilce fue también una forma de reflexionar sobre todo ello, de una ocasión de protesta?
-SC: El episodio del encarcelamiento de Vallejo por vinculárselo con una revuelta en la que no tuvo nada que ver, acusación que él señaló como una venganza de unos enemigos en su Santiago del Chuco natal, le depararon varios meses de prisión. Vallejo ya era una figura conocida y por tanto hubo reclamos de intelectuales, estudiantes, periodistas y amigos por su liberación, que efectivamente se produjo, aunque la causa judicial se resolviera muchos años después, cuando ya hacía tiempo él se había radicado en París. La experiencia de la cárcel se evidencia en algunos poemas de Trilce. Fue en ese tiempo en que escribió varios de los poemas que integrarían el libro. Por otra parte, si bien para ese momento Vallejo ya manifestaba una preocupación social ante las situaciones de injusticia vistas en el Perú, su compromiso fuerte con, no tanto con el anarquismo, pero sí con el socialismo y el comunismo, se intensifica en los años europeos, al punto que sufrió durante algunos meses la expulsión de París, donde residía y debió trasladarse a España. Allí se dio su creciente adhesión a la lucha republicana, la participación en el Segundo Congreso de Intelectuales Antifascistas en 1937, ya en plena Guerra Civil Española. Pero no se puede reducir a Trilce a una tematización o reflexión sobre la persecución política y mucho menos a una especie de texto de protesta. Trilce abarca el conjunto de cuestiones que nos atañen: familiares, amorosas, sociales, políticas, ideológicas. Es una indagación constante sobre la condición humana.
-CB: Sí. Por ejemplo en su poema XXIII que comienza “Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos / pura yema infantil innumerable, madre”. Se observa, a través de ese lenguaje tan singular, los efectos del capitalismo. Los pobres se ven obligados a pagar un alquiler, “el alquiler del mundo”. Deben pagar “el valor de aquel pan inacabable” que, paradójicamente, les concede la madre de manera artesanal. El libro de Enrique Foffani, Vallejo y el dinero (2018) estudia esta cuestión de manera detallada al describir cómo el pobre se vuelve sujeto deudor del mundo en el contexto del capitalismo. Ese arrebato al desvalido, al hundido, a los hambrientos atraviesa gran parte de la poesía vallejiana. El alimento y su despojo es un tópico en sus textos. El alimento maternal en términos literales y simbólicos, y todo lo que rodea a la alimentación pueden devenir registro y denuncia (“Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros / pequeños entonces, como tú verías, / no se lo podíamos haber arrebatado / a nadie; cuando tú nos lo diste, / ¿di, mamá?”). No obstante la poesía de Vallejo está lejos de la denominada “poesía de denuncia” en los términos tradicionales. Se corre de ese ademán poético, sobre todo en Trilce. La dimensión social y política de su poesía radica en que desactiva la inercia instrumental de la comunicación en favor de la potencia de un sentido desconocido. La lengua concebida exclusivamente como mero instrumento de comunicación se atomiza y promueve una ampliación de lo meramente denotativo. Paradójicamente, este gesto no diluye su precisión. Su poesía resulta política en tanto profetiza en su acontecer una nueva forma del discurso en el ámbito de lo público.
-¿La narrativa de Vallejo quedó un tanto relegada por su poesía? ¿Fue mejor poeta que prosista, por ejemplo?
-SC: Es cierto que la estatura alcanzada por Vallejo en las letras se debe sobre todo a su poesía a la que se dedicaron la mayor parte de los estudios. En tal sentido, podría decirse que otros géneros como su narrativa, sus crónicas, su teatro, sus libros de viaje y sus ensayos merecieron menor atención, aun si existen ensayos, compilaciones, ediciones de estos. Justamente en nuestro reciente libro Mundo Vallejo, el objetivo fue encarar todas esas escrituras, incluidas las cartas, ya que es posible establecer contactos entre estas y su poesía. Fue ante todo poeta, pero su cualidad de tal imanta su prosa.
-CB: Las crónicas periodísticas de César Vallejo son magníficas. Este género discursivo tiene una larga tradición latinoamericana. A fines del siglo XIX recordemos la producción de los poetas modernistas devenidos cronistas (José Martí, Rubén Darío, Manuel Gutiérrez Nájera, entre otros). Muchas de esas crónicas describen las condiciones de producción de los propios poetas, la relación con el dinero por parte de los poetas en el nuevo contexto de la modernidad y la cuestión del público. Los modernistas exhibieron en sus crónicas un rasgo distintivo en función de demarcar un territorio: el estilo literario. Estilo y dinero estaban íntimamente ligados: poseer una destreza artística en la escritura aseguraba una mayor paga respecto del mero reportero o redactor. Con Vallejo ya estamos en pleno siglo XX, y no podemos desconocer esa herencia. Aunque hay elementos diferenciales: las preocupaciones artísticas inscriptas en los textos periodísticos reaparecen junto con otros tópicos de índole política en los que decididamente toma partido y nunca es neutral. Las publicaciones en las que interviene son diversas (El Norte de Trujillo, El Comercio de Lima, Mundial, Variedades). Su condición de polemista insinúa su desvalida situación material, plagada de tensiones económicas. Si bien se inscribe en la referida tradición de poetas transformados en periodistas, Vallejo ejerce a menudo una labor militante y se propone una tarea de divulgación política con una fuerte impronta pedagógica. Algunas de esas crónicas devienen poemas en prosa. Otras resultan textos en los que reflexiona sobre la responsabilidad del artista con lo social y en los que alude a los mutilados del sistema político que quedan “al margen del festín”. Sin duda que lo que más trascendió de la obra del autor peruano es la poesía, pero en el caso de las crónicas no podemos desconocer un constante diálogo con sus textos poéticos, una suerte de intercambio temático y discursivo que impregna esta escritura.
-¿Qué tener en cuenta a la hora de leer el gran poemario de Vallejo?
-SC: Tener en cuenta que se está ante un libro que desafía las certezas y expectativas más habituales, un libro que reclama una atención y detención en la lectura muy grandes. Y que lo mejor es sumergirse en él paulatinamente, hasta sintonizar con esa escritura. Es un desafío para el lector, sin facilismos ni concesiones.
-CB: Exponerse a la intemperie del lenguaje.