“Los chicos provocaron un quiebre en la manera de trabajar mi obra”
Una pareja de artistas recorre el mundo para brindar sus talleres gratuitos que son inspiración para niños y niñas de los más variados espacios. Pequeños Grandes Mundos "es para los chicos pero primero es para mí. Para el tipo que soy y para el pibe que fui”.
Un rayo verde, un globo terráqueo dibujado con trazo irregular, un árbol habitado por ojos o un río con ímpetu de océano son algunos de los múltiples mundos que se pueden inventar dentro del ilimitado universo de una hoja en blanco. El ilustrador Ivan Kerner -cuyo nombre artístico es Ivanke- lo tuvo claro desde que de niño se apasionó por el dibujo, por crear sus propios territorios imaginarios.
Ivanke, diseñador gráfico egresado de la Universidad de Buenos Aires, es -desde marzo de 2014- el mentor del proyecto Pequeños Grandes Mundos, una idea que cristalizó en un dilatado recorrido que lleva acumulado en el cuentakilómetros 32 países de Asia, Europa, América Latina y África. En ese trayecto ofreció talleres de dibujo y pintura gratuitos en escuelas, orfanatos, calles, hospitales, plazas, mercados, aldeas y grandes ciudades, para niños de todas las edades.
Empezó su cruzada solo, pero tiempo después se le unió su mujer, Mey Clerici. Ambos son artistas que viven de sus trabajos publicados en libros infantiles y revistas. Hay en Ivanke y Mey una calidez instantánea, que se refleja en muchas de sus obras, dueñas de un estilo naif y colorido.
Mey, que también es docente, se unió al proyecto en 2015, y ya conforman un equipo que busca que los chicos expresen lo que llevan en su interior. Niños abandonados, otros que trabajan para sobrevivir, algunos que, afortunados, son cuidados por sus padres, son las distintas realidades individuales con las que se han cruzado a lo largo de sus viajes.
“De los chicos recibimos mucho: en mi caso, provocaron un quiebre en la manera de trabajar mi obra -evalúa Ivanke-. Me replanteé el espíritu con el que dibujo, tratando de crear un estilo más cercano al de ellos”.
Esa aventura internacional que un día imaginó Ivanke ahora se replicará en la Argentina: el recorrido abarcará desde la Quiaca hasta Ushuaia, y lo emprenderán a partir de marzo de 2017 en escuelas rurales, donde permanecerán una semana. También distintas comunidades originarias serán de la partida.
Ambos dibujantes recurren a donaciones de particulares para financiar sus travesías, y también comercializan sus trabajos en formato de cuadros, postales y láminas para recaudar fondos. Todos los puntos en los que han estado pueden seguirse en el diario de bitácora online www.pequeniosgrandesmundos.org.
La necesidad de comunicar
El primer movimiento de Pequeños grandes mundos comenzó en nuestro país: “Arrancamos en Purmamarca, en 2014, donde di el primer taller. Estuvimos en pueblos chiquitos de la Puna, caminando ocho o nueve horas para llegar hasta allí”, cuenta Ivanke.
“Tenemos diferentes propuestas en los talleres, pero todas están pensadas según la idiosincrasia de cada lugar. Queremos saber quiénes son los chicos a través de sus dibujos: sus miedos, alegrías y deseos”, relata Ivanke. Y Mey agrega: “Lo que más surgió como inquietud fue lo relativo al cuidado del medioambiente: los chicos tienen un apego mayor que los grandes al cuidado de animales y plantas”. Los chicos hacen también autorretratos, máscaras y dibujan sus sueños.
De las cientos de anécdotas atesoradas en Ecuador, Japón, Tanzania, Mozambique o Camboya, Mey rescata una: “Fuimos a visitar una tribu en Etiopía, y quisieron presentarnos al niño artista de la comunidad. Fuimos a la casa, hecha de barro, que estaba llena de pinturas, y nos contaron que para dibujar y pintar, caminaba un montón de kilómetros hasta el pueblo, juntaba baterías, las desarmaba y con el carbono de las baterías mezclado con agua, hacía su tinta”, relata.
Pero mayor fue el asombro por el modo en que se empleaban las tinturas: “Fue muy impactante porque sus dibujos eran muy similares a los que se encontraron en las cuevas de Altamira (N de E: Ubicada en la Cantabria española, conserva imágenes rupestres que datan de, al menos, miles de años antes de Cristo). Fue entender cómo nos llenamos de excusas para no hacer, mientras este pibe hacía algo increíble con esa necesidad de comunicar a través de la imagen”.
La maquinaria de sacar el arte que atesoran los niños se pondrá otra vez en marcha muy pronto, y después de la travesía por la Argentina es probable que los lápices y crayones vuelvan a recorrer el mundo. A la hora de hacer un primer balance de los últimos dos años dedicados de lleno al proyecto, Ivanke confiesa: “A veces pienso por qué estoy haciendo todo esto. Pequeños Grandes Mundos es para los chicos, obvio. Pero primero que nada es para mí. Para el tipo que soy y para el pibe que fui”.