Creó una bici inclusiva para competir en maratones con su hijo
Es la madre adoptiva de Ezequiel, que tiene una parálisis cerebral. Ya participaron de varias competencias en todo el país. Ahora tienen un nuevo desafío: una maratón en la nieve.
No parece existir el “no se puede” en la vida de Valeria Gasa. Su obstinación y perseverancia son dignas de la gran causa que lleva adelante. Una causa basada, esencialmente, en el amor hacia su hijo adoptivo Ezequiel, de 9 años, que tiene una parálisis cerebral con retraso madurativo y microcefalia. Este severo cuadro impulsó a que Valeria desarrollara una bicicleta inclusiva, adaptada, que permite adicionarle una silla de ruedas. Valeria no se limitó a pasear por su ciudad, Salto, en la provincia de Buenos Aires, con su niño acompañándola en esa bicicleta singular, sino que asumió el desafío de participar en maratones.
“Conocimos mediante las redes sociales a Ignacio Muñoz, que es un ecuatoriano que inventó las bicicletas inclusivas en su país, y en contacto con él empezamos a ver la forma de poder diseñar un modelo similar para la Argentina. Luego de una serie de intentos fallidos, gracias a la ayuda de un señor de Colón, y gente de mi ciudad, logramos hacer la adaptación que tenemos ahora, que es la que permite usar la silla de ruedas diaria de la persona con discapacidad, y que se pueda adaptar a una bicicleta sin que ésta pierda su condición de tal”, explica Valeria.
Cuenta que Muñoz le explicó cómo era su proyecto en Guayaquil, y que aquí buscó la manera de instrumentarlo de manera fácil y útil. Muñoz tiene dos hijos con parálisis cerebral, Kevin y David, y por eso Valeria bautizó a su modelo de bicicleta, en homenaje a ellos, como KEDA 01. Valeria tiene 29 años, es psicopedagoga y acompañante terapéutica.
“Cuando quería salir a hacer compras al supermercado, muchas veces me preguntaba cómo hacer con Ezequiel. Entonces, ahora uso la bicicleta y cuando llegamos al lugar, desmontas un tornillo y ya está, puedo movilizarlo con la silla de ruedas sin ningún inconveniente”, explica.
La lucha de Valeria tiene un objetivo claro: impulsar, mediante el ejemplo, a que otros se sientan motivados para quebrar barreras e impedimentos y fomentar al mismo tiempo la inclusión de su pequeño hijo.
Un vínculo indestructible
Su vínculo con Ezequiel se remonta a 2010, cuando era su asistente terapéutica en el Hogar del Niño de Salto, y el pequeño tenía tan solo un año y medio. Los sentimientos sobrepasaron las obligaciones médicas, y entre ellos se estableció un vínculo emocional potente. La familia no podía hacerse cargo de Ezequiel, y Valeria dio un paso interior gigantesco, que la llevó a la decisión de adoptarlo. “Me encariñé mucho con él y siempre quise darle lo mejor, para que crezca en lo personal y en lo social”, cuenta.
Le ofreció a la jueza de menores una mejor calidad de vida para el niño, y desde hace tres años y medio viven juntos. Tuvo que instrumentar cambios edilicios en su casa, por razones de accesibilidad, y también enfrentar ciertas resistencias de familiares y amigos. “Pensaban que me iba a arruinar la vida, que iba a volverse muy compleja mi situación, pero estar juntos finalmente es lo que hoy me hace sentir feliz”.