Presidencia de la Nación

6 de agosto Día de la Ingeniería Agronómica - Una conversación con el Presidente del INASE

En el año 1881 el Gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Dr. Dardo Rocha, promulga la Ley N° 1424, creando el Instituto Agronómico Veterinario Santa Catalina, institución que luego daría origen a la Facultad dedicada a esas especialidades. Un 6 de agosto de 1883 comienza el dictado de clases del Instituto y, en honor a esa fecha, se conmemora el Día de la Ingeniera e Ingeniero Agrónomo, a quienes saludamos calurosamente.
Aprovechamos la oportunidad para compartir una perspectiva del Presidente de nuestro Organismo, el Ingeniero Agrónomo Joaquín Serrano, sobre esta profesión y sobre su rol en el sector semillero.

Soy nacido y criado en una ciudad del interior, bien al sur de la Provincia de Santa Fe, en Rufino. Con mis hermanos crecimos rodeados de inmensos campos y quintas. Esa posibilidad de estar en contacto con la vida y el trabajo de campo de alguna forma fue marcando mi horizonte.

En mis años de colegio secundario tuve la oportunidad de conocer los bañados, las lagunas, los pastizales, los campos productivos y los diferentes agroecosistemas de la región. Recuerdo pasar semanas enteras trabajando de campamento con el equipo de labranzas del padre de mi amigo Marcos, ¡llenos de tierra pero contentos! También recuerdo los fines de semana de yerra y carneada en el noroeste bonaerense, los días de viaje en camión con mi padre cargando grano en los campos y yendo a los puertos o acopios de la zona. Creo que esas experiencias fueron determinantes para que llegado el momento de elegir una profesión universitaria me inclinara por la ingeniería agronómica.

Mas tarde tuve la posibilidad de estudiar en la Universidad Nacional de Río Cuarto gracias a la educación pública y al apoyo constante de mi familia, especialmente de mi madre, Lorna, comerciante, y de mi padre, Eduardo, transportista de granos, de semillas y también de verduras. Somos cuatro hermanos y en perspectiva veo el esfuerzo familiar enorme por sostenernos económicamente en esa etapa y recuerdo las encomiendas con “viandas” que nos mandaban con tanto cariño; también recuerdo la cantidad de compañeros y compañeras que tuvieron que desertar por no contar con ese apoyo y que podrían haber llegado a ser grandes profesionales.

Soy un agradecido de la Universidad que me dió las herramientas para comprender la producción de diferentes cultivos en ambientes tan maravillosos como los campos de Argentina, enormes extensiones, con su gente, sus culturas, su biodiversidad, sus particularidades regionales. La articulación de la academia con el sector productivo y los diferentes organismos estatales es fundamental para lograr un desarrollo estratégico, inclusivo, con una perspectiva económica pero también social. Fortalecer esa relación es uno de los objetivos de nuestra gestión en INASE, por eso rubricamos un convenio de cooperación con la Facultad de Agronomía de la UBA y trabajamos para tender puentes con otras universidades del país.

Desde mi perspectiva, trabajamos con un sentido de articulación y cooperación porque de ese modo tenemos la posibilidad de intervenir en el diseño de políticas públicas, colaborando en la planificación de un modelo productivo agropecuario de nación, que responda a los análisis de situación y necesidades locales, a los requerimientos de un mundo cada vez más demandante de alimentos, con población creciente, con necesidad de ahorro de energías no renovables, con necesidad de tener en cuenta la captación de carbonos y de disminución de gases de efecto invernadero. Considerando todos estos factores, creo que desde la ingeniería agronómica debemos involucrarnos cada vez más en el Estado, para participar del desarrollo de políticas públicas dirigidas a atender las necesidades del sector productivo agropecuario, del sector de producción semillera y de mejoramiento fitogenético.

En ese marco, la labor de INASE es fundamental. El valor de la semilla es incalculable, central y estratégico para poder llevar adelante producciones de alimentos y otros productos tales como fibras, maderas, producción de energía, producción de cultivos de servicios ecosistémicos, acorde a la demanda de alta calidad y trazabilidad.

La semilla debe ser entendida como un órgano capaz de dar vida. Una semilla nutre una nueva vida durante la germinación y emergencia del suelo; es un insumo de altísimo valor, un recurso biológico que acompaña a las civilizaciones hace muchos miles de años, adaptándose a diversos ambientes agroecológicos, superando contingencias, cambios climáticos y plagas de todo tipo. Las semillas fueron y son cuidadas y conservadas por las comunidades a las que alimentan y, gracias a los avances de las técnicas de cultivo fueron mejorando su capacidad adaptativa. Hoy, con la asistencia de tecnologías específicas, de biotecnología y desarrollo del mejoramiento genético podemos contar con excelentes materiales (variedades) que producen alimento de calidad de acuerdo a las altos estándares y demandas de la industria alimenticia, cultivos que con un manejo agronómico acorde rinden muy buenas toneladas por superficie de alimentos en sistemas productivos sustentables económica, social y ambientalmente. Ese es nuestro desafío como sociedad. Hoy más que nunca la semilla tiene un rol estratégico para nuestro país, es la herramienta para lograr la soberanía alimentaria, la independencia económica y la sustentabilidad ambiental.

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El cuidado, la conservación y multiplicación de las semillas es fundamental para asegurar los ciclos venideros de producción de una región y también para otras partes del mundo, dada la necesidad de intercambio y de garantizar el abastecimiento de semillas de manera ininterrumpida, haciendo frente a la inestabilidad de los sistemas, ya que el cambio climático y las adversidades a las que este nos somete nos ponen a prueba, y debemos contar con suficientes semillas para asegurar que no falten en ninguna parte del mundo donde sean necesarias.

A partir de esa evaluación, desde INASE identificamos la necesidad perentoria de avanzar en el registro de germoplasma nacional, pues esto trae aparejado el fortalecimiento del sector de producción de semillas, el de investigación y el desarrollo del fitomejoramiento nacional. Como mencionaba antes, la integración de las universidades, los institutos de investigación y los centros tecnológicos tracciona el fitomejoramiento con adaptación a las diferentes regiones agroecológicas del país, garantizando la adaptabilidad agroclimática, en un contexto de eventos climáticos extremos cada vez más frecuentes.

Esto hace que cada vez sea más necesario contar con germoplasma desarrollado en el país para fortalecer el número de fitomejoradores nacionales, y esto a su vez demanda un esquema de generación de profesionales avocados a la tarea.

Si crecemos en fitomejoramiento propio, crecemos en soberanía tecnológica y reducimos la necesidad de importar semillas para poder producir. De igual manera, contar con germoplasma nacional de calidad y sanidad comprobables nos da la posibilidad de exportar nuestras semillas y abastecer a un mercado mundial cada vez más demandante, no solo en lo relativo a la producción de alimentos, sino también de fibras, medicamentos, bio materiales y bioenergías.

Por todo esto estoy convencido que necesitamos un INASE fuerte, con presencia territorial en todo el país para poder asistir y acompañar el desarrollo del sector semillero y productivo nacional en sus especificidades regionales. Necesitamos un INASE que trabaje en el abastecimiento de semillas para uso local y, por supuesto, en la exportación.

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Para dar cumplimiento a esta visión creamos la Dirección Nacional de Articulación Federal y la Dirección Nacional de Desarrollo de Semillas y Creaciones Fitogenéticas, que trabajan mancomunadamente con el resto de las Direcciones. En el camino de lograr estos nuevos objetivos es necesaria la articulación permanente con los gobiernos provinciales, municipales y comunales; también con instituciones nacionales como el INTA, SENASA, Universidades Nacionales, Centros de Investigación y, por supuesto, con las Asociaciones del sector privado relacionadas a la producción y comercialización de semillas.

Otro objetivo que fijamos es el del fortalecimiento científico y tecnológico de INASE. Queremos mejorar el acceso a las semillas de plantas frutales y especies hortícolas para los sectores viveristas, que son claves para la provisión de alimentos frescos, el desarrollo agroindustrial y para generar mayor producción exportable.

Desde lo personal, tomé la decisión de aceptar el desafío de presidir el INASE motivado por una profunda vocación de servicio. Asumí con alegría y compromiso la gran responsabilidad que esto implica, seguro de poder aportar una visión renovadora.

Con anterioridad me desempeñé en roles del Estado a nivel provincial en Santa Fe, Córdoba, y también a nivel municipal en áreas vinculadas a la Ley de Agroquímicos. Considero que esta experiencia, sumada al trabajo constante del gran equipo humano y profesional del Instituto y a la vinculación con el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación, aporta una visión integral a las funciones que nos encomienda la Ley Nacional de Semillas.

Desde el comienzo supe que este iba a ser un enorme trabajo y hoy me permito decir que es hermoso. Vemos que el INASE crece día a día, genera más espacios de trabajo y de cooperación, y crece en su rol vinculado a las políticas agropecuarias. Todo este crecimiento es posible porque tenemos una visión de futuro y, por sobre todas las cosas, porque contamos con un equipo comprometido y dispuesto a asumir las responsabilidades que la reconstrucción de nuestro país necesita.

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