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A 122 años del nacimiento de Raquel Forner

Se la considera una de las principales artistas de la modernidad. Su preocupación por los conflictos armados de la época y la conquista del cosmos fueron algunos de los temas que movilizaron sus pintura, dibujos, grabados y objetos.


Raquel Forner nació en Buenos Aires el 22 de abril de 1902 y murió en la misma ciudad el 10 de junio de 1988. Se formó como profesora de dibujo y a inicios de la década del treinta se fue con su familia a recorrer Europa. Ese viaje se transformó en el inicio de su vida adulta y pública. Allí entró en contacto con el grupo de pintores y escultores argentinos radicados en París, más tarde conocido como El grupo de París. En su estancia parisina frecuentó el Louvre, expuso en el Salon des Tuileries, y junto a varios artistas latinoamericanos como Diego Rivera, Joaquín Torres García, José Clemente y Pedro Figari, mostró obras en la Galerie Zak, en Saint-Germain-des-Prés.

La obra de Forner no se puede ubicar dentro de determinada tendencia. De una primera etapa referida a temas sociales fue mutando en un expresionismo simbólico centrado en una original mitología del espacio. “Los temas de mis cuadros no los pienso, los siento; al tratar de describirlos con palabras, se despojan del encanto mágico que me lleva a traducir las emociones que experimento con formas y colores”, dijo en una oportunidad.

Obra “Bañista” (1928), realizada sobre cartón.

Bañista (1928) es una de sus obras más temprana. De esa época se destacan sus pinturas protagonizadas por mujeres de rasgos fuertes, miradas perdidas, cuerpos geométricos y colores vibrantes. Que una mujer pintara de ese modo, molestaban a la sociedad de la época ya que las artistas estaban limitadas por prejuicios que las relegaban a obras delicadas, bellas e idealizadas, mientras que los criterios para los artistas varones estaban relacionados con la fuerza y el vigor.

De esa primera etapa destruyó parte de sus obras, acto del cual años mas tarde se arrepentiría. Forner participó por primera vez del Salón Nacional en 1924. Mis vecinas (obra destruida) obtuvo el tercer premio en la Sección Pintura (compartido con Luis Tessandori). Por ser mujer, su trabajo fue analizado en función de parámetros sobre lo “femenino”, limitando su circulación. Con los años, envió tres obras más al Salón Nacional: le aceptaron dos. Las muestras de sus piezas oscilaban entre el rechazo y la consagración. Sin embargo, varias de sus obras comenzaron a estar presentes en espacios comerciales, consolidando así su identidad como artista moderna.

Su óleo sobre tela de 1938 “Mujeres del mundo”, que mide 170 x 238 centímetros, pertenece a la colección Fundación Forner-Bigatti.

En 1934 volvió a Buenos Aires y dos años más tarde se casó con el escultor Alfredo Bigatti. Juntos diseñaron una casa-taller en San Telmo e inició su Serie España (1937-1939), inspirada en la Guerra Civil Española. Entre esas obras se destaca una pieza de gran formato pintada en 1938: Mujeres del mundo. La obra integra una larga saga de piezas que realiza a partir de 1937 ligadas al drama de la guerra, la española primero y la mundial después.

Paola Melgarejo, integrante del del Área de Investigación del Museo Nacional de Bellas Artes, sostiene que las pinturas de Forner dan cuenta de los cambios y posturas que fue tomando a medida que la realidad social, política y artística se modificaba. "Década a década estas obras avanzan desde su interés por las vanguardias y el impacto de la realidad internacional, a las nuevas definiciones en los años que proclamaron la muerte de la pintura. Bañista, Composición y El drama son obras clave en la primera etapa de su carrera", considera.

“El drama”: primer premio del Salón Nacional de Artes Plásticas y un hito en su trayectoria.

A su Serie España le siguió la Serie Drama. Melgarejo comenta que cuando Forner pintó la obra El drama (1942) fue como si todas las piezas encajasen en su posición final: se trataba de las mismas mujeres fuertes, vigorosas y expectantes de su primera etapa, sin rastros de la delicadeza e inocencia que la crítica le reclamaba. Si sus primeras mujeres se movían en escenarios surreales; estas otras estaban ancladas a la realidad, protagonizaban los terribles conflictos armados que azotaron Europa por aquel entonces: necesitaba que su pintura fuera un eco dramático del momento que le tocaba vivir.

"Como mujer y pintora he tratado de unir al tema que más me angustia lo más puro de mis experiencias de artista. Mi lenguaje es el del arte, pero mi corazón es de la vida" (Raquel Forner).

Para la década del cuarenta, sus obras fueron legitimadas por los espacios oficiales. En 1941 la Asociación Amigos del Museo Nacional de Bellas Artes compró su obra Composición (1934). En 1942, El drama ganó el primer premio del Salón Nacional y fue adquirida para el Museo Nacional de Bellas Artes. Al año siguiente, los bocetos de esta pintura fueron comprados por la Comisión Nacional con el mismo destino.

“El envío”, obra con la que Forner ganó el Gran Premio de Honor en el Salón Nacional de 1956. Obra perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes, no exhibida actualmente.
“El envío”, obra con la que Forner ganó el Gran Premio de Honor en el Salón Nacional de 1956. Obra perteneciente al Museo Nacional de Bellas Artes, no exhibida actualmente.

En las últimas décadas de su carrera -a partir del lanzamiento al espacio del primer satélite artificial que orbitó alrededor de la Tierra y su curiosidad por el tema de la conquista del espacio, inició su temática espacial, en la que trabajaría hasta su muerte, con obras que agrupó en diferentes series: Las Lunas, Los que vieron la Luna, Los astronautas, Los laberintos, El Apocalipsis, Piscis, Los terráqueos, Mutaciones espaciales. El interés de Forner por este imaginario apareció poco después de que la ex Unión Soviética lanzara el satélite Sputnik en 1957. Esta posible conquista del espacio es la serie que siguió a lo que se conoce como “ciclo terrestre”, período en el que abordó las guerras del siglo XX.

“Pinto lo que siento, no busco eludir el tema, éste me aparece como un imperativo que no puedo ni trato de eludir. ¿Puede la realidad copiar lo imaginado o imaginamos lo que existe y desconocemos?”, se preguntaba Forner.

"Luna", de la serie "Las Lunas", 1960. Óleo sobre tela 120 x 120 cm. Colección Fundación Forner-Bigatti.

Fuentes: Museo Nacional de Bellas Artes y Fundación Forner-Bigatti.

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