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Oesterheld, radiografía de una historia argentina reciente

Se cumplen 104 años del nacimiento de Héctor Germán Oesterheld, guionista, historietista, militante montonero que continua desaparecido junto a tres de sus hijas. En el libro “Los Oesterheld”, Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami cuentan por primera vez la intimidad y la militancia de una familia mutilada por la última dictadura cívico militar. En esta nota, conversamos con una de sus autoras.

La historia argentina recuerda a Héctor Germán Oesterheld como el creador de El Eternauta, el relato de ciencia ficción más poderoso que se ha escrito en el país. Para 1957, el año de su publicación, las revistas de historietas eran un género muy popular, salían por entregas semanales y en toda casa había un fascículo de las desventuras de Juan Salvo ilustradas por Francisco Solano López.

Durante sus casi 60 años de vida, Oesterheld creó numerosos personajes como Bull Rocket y el Sargento Kirk; Ernie Pike, un corresponsal de guerra que relata batallas de la Segunda Guerra Mundial. Ticonderoga; Randall the Killer, con ilustraciones de Arturo del Castillo; Sherlock Time, con Alberto Breccia; Joe Zonda y Rolo, el marciano adoptivo, con Francisco Solano López. También creó su propia editorial: Frontera, que funcionó durante cinco años y por donde pasaron los mejores historietistas del momento. Luego del cierre de Frontera, Oesterheld siguió creando: publicó Misterix, Rayo Rojo, Mort Cinder, y siguen los nombres. Sin embargo, fue ese héroe colectivo el que pudo atravesar las dimensiones del tiempo y el espacio y con la vuelta a la democracia se convirtió en ícono y bandera.

El Eternauta, el viajero de la eternidad.

Muchos especialistas han analizado la obra de Oesterheld y a cada uno de sus personajes pero poco se sabía de su militancia y la de sus hijas Beatriz, Diana, Estela y Marina; de ese padre que cambiaba pañales, pasaba tardes enteras charlando con sus hijas y sembrando flores en los jardines de su casa de Beccar; poco se sabía de ese hogar que alojó a los más reconocidos dibujantes del momento, en los que se discutía de cultura, arte y política; poco se sabía de la historia de la intimidad de esa familia que recibía en su mesa a todos amigos posibles, que tenía dificultades para pagar las cuentas, que se sumó a la lucha armada y que fue desmembrada de manera salvaje por la última dictadura cívico militar. De estos temas nos habla Los Oesterheld -editado por Sudamericana-, una investigación periodística realizada por Fernanda Nicolini y Alicia Beltrami, que a través las cartas, algunos archivos documentales y por sobre todo, los testimonios de más de doscientos entrevistadas y entrevistados, reconstruyen los sueños, los amores, los miedos, los inicios de la militancia, la clandestinidad, la tragedia y las pequeñas alegrías de la vida cotidiana de cada uno de los integrantes de lo que supo ser la familia Oesterheld.

Héctor Oesterheld junto a su esposa Elsa Sánchez y sus hijas Estela, Diana, Beatriz y Marina.

-"Prefiero recordar los años en los que fui feliz" dice Elsa Sánchez de Oesterheld en un pasaje del libro. Diez personas desaparecidas y asesinadas en su familia: sus cuatro hijas, su marido, sus dos yernos, otro yerno que no conoció y dos nietos que estaban en la panza. En Los Oesterheld hay un relato central que es el de Elsa, ¿Cómo fueron las charlas con ella? ¿Cómo logro sobrevivivir a semejante tragedia?

-Fernanda: Elsa es la única sobreviviente. La entrevistamos muchas veces y también usamos entrevistas que ella fue dando a lo largo de los años. Dejamos su testimonio en primera persona sin intervención. Fue una voz muy importante para conocer cómo vivía esa familia, cómo era la personalidad de cada una y también lo que pasó después cuando se empezó a quedar sola. Elsa sobrevivió porque tuvo que criar a uno de sus nietos, Martín, hijo de su hija Estela y de su yerno "el Vasco". Martín tenía tres años cuando secuestraron a sus padres. Estuvo en el centro clandestino El Vesubio y compartió momentos con su abuelo que también estaba secuestrado. Oesterheld le pidió a un guardia que lo lleve con su mujer y nunca se va a saber por qué, cumplió. De allí sacó la fuerza Elsa para levantarse y seguir adelante. Cuando la entrevistamos, conocimos a una Elsa que había procesado un montón de cosas. Si escuchás las entrevistas de ella siendo más joven, se ve una mujer con mucha polenta, muy alineada con Abuelas de Plaza de Mayo para encontrar a sus nietos, pero muy enojada con su ex marido, responsabilizándolo de no haber cuidado a sus hijas. Y en el libro se muestra, a través de las cartas y relatos, que en realidad fue una elección personal de cada una, incluso fueron ellas las que, de alguna manera, le mostraron el camino a Héctor. Con el paso del tiempo, sobre todo durante el gobierno de Cristina Kirchner, reivindicaron la figura el Elsa y ella también empieza a entender y valorar la militancia de sus hijas y encuentra, de algún modo, "cierta paz" -ella no lo dice en esos términos- pero puede compartir su historia desde un lugar que ya no es tanto desde el enojo y el dolor.

Una de las últimas fotos tomada durante en el verano de 1976. Diana con Martín en brazos. Marina y Elsa, de pie. Debajo, Beatriz, y Estela con Fernando bebé.

-En Los Oesterheld las cartas que se escribían entre padres, hijas y hermanas tiene un lugar especial. ¿Qué aportes hacen al relato de la historia familiar?

-En el caso de las cartas que Elsa le escribió a Héctor y a sus hijas podemos ver que son una radiografía de momento, que habla de sus pasiones, sus reclamos, su amor. Entonces podemos ir descubriendo a una mujer muy inteligente, que le tocó atravesar una historia que ella no había elegido. Cuando empiezan a desaparecer sus hijas, ella escribe cartas a amigas, a familiares, incluso a Héctor, en las que aparecen todas las contradicciones juntas, que son como una síntesis de lo que le pasó a muchos padres que no comprendían del todo la militancia de sus hijos. Y en el caso de Héctor y las chicas, las cartas son fundamentales porque son el único material directo en el cual nosotros podemos llegar a esas voces. Ahí están los modos de escribir, de pensar, de expresarse, el tipo de vínculo que tenían. Son cartas que van mostrando la relación intrafamiliar y que dan cuenta de ese vínculo tan cercano que tenían y que hace que no sea casual que Héctor termine militando a la par de sus hijas. Hay muchas cercanías, no solo afectiva sino también ideológicas.

Beatriz junto a su novio y vecino Miguel Fernández Long, en 1972. Beatriz fue la única hija que Elsa pudo sepultar.

-En una parte del libro Elsa dice: "La casa estaba lleno de chicos y vecinos, primero para jugar con las nenas, y después bueno, después cambió". ¿Cómo fue que ese historietista tan reconocido en el mundo se convirtió militante montonero? ¿Qué rol tuvieron sus hijas en esa decisión?

-La casa fue muy importante en la vida de los Oesterheld porque fue como el espacio de creación donde empezó suceder todo. En la casa de Beccar se reunía Héctor y sus compañeros de la editorial; las y los amigos de las chicas de la escuela, después de la facultad, luego de la militancia. Las conversaciones que antes eran acerca de películas, arte o de novedades editoriales, cambiaron. Las chicas se comenzaron a preguntar ¿por qué nosotras nunca vivimos en democracia?, ¿qué está pasando con las luchas de liberación?, ¿qué pasó en Cuba, qué en Argelia?. Empezaron a circular otros libros, se empezó a leer sobre marxismo, a entender el peronismo desde una mirada de la izquierda. Y de esas charlas se pasó al territorio. Las chicas comenzaron a militar: Beatriz en la villa Sauce, cerca de Beccar; Estela fue para zona Sur; Diana primero en la facultad y después se instaló en Tucumán; Marina, la más chica que tenía 14 años, comenzó a militar en la Unión de Estudiantes Secundarios. Y Héctor era parte de ese universo. En ese caldo de cultivo familiar, cada uno fue buscando su camino. Además, Héctor tenía una fascinación con la juventud, tenía el oído puesto en los jóvenes, en sus hijas que eran sus interlocutoras y le traían las novedades del mundo juvenil. Al escribir historietas, Héctor sabía que le hablaba a generaciones que tenían entre 12 y 20 años, que crecieron leyendo El Eternauta, y él creía que las historietas eran un medio de transmisión de ideas. Cuando se encuentra más comprometido políticamente, empieza a pensar la historia latinoamericana desde otro punto de vista, a contar partes de la historia argentina desde un punto de vista rosista y no mitrista, porque había una nueva generación que estaba hablando de eso.

Diana, Beatriz y Estela.

- ¿Por qué les pareció recuperar la trayectoria militante de Héctor y de sus hijas? ¿Cómo realizaron esa reconstrucción?

-Había mucho escrito sobre Héctor como guionista, una biografía unidireccional del autor de El Eternauta y después cuando pasaba a la parte de la militancia era como una línea, una definición de él como persona que no estaba narrada. Y con las chicas también pasaba parecido, se hablaba de ella como pobrecitas, las cuatro chicas hermosas de zona norte que están desaparecidas, y en el medio había como un silencio que no es inocente, sino que es parte de lo que hizo dictadura que fue quebrar la historia, mantener una estructura de silencio que provocó que miles de historia no se narraran y que necesitó de una mirada política y de una reivindicación de la militancia de los años 70 para que esas historias se pudieran empezar a contar. A nosotras nos interesó recuperar los relatos, no solo desde son secuestrados o desaparecidos, que eso es lo más conocido porque es lo que se cuenta en los Juicios, sino recuperar las historias de vida previas para entender por qué eligieron la militancia. Y también nos interesó narrar la militancia de 'los comunes'. Muchas de las personas que nosotras entrevistamos era la primera vez que contaban, no sólo que habían conocido a algún integrante de la familia Oesterheld, sino su propia historia. Entonces nos pareció muy importante poder narrar, a través de esta familia, una militancia común a toda una generación, contar la historia de una época que es clave en Argentina.

Héctor junto a sus hijas Marina y Estela.

-En todas esas horas de entrevistas, charlas, intersecciones de datos, lectura de cartas que realizaron durante la investigación, ¿con qué Héctor Oesterheld te encontraste?, ¿qué pasajes de su vida te sorprendieron?

-Hay muchos momentos tiernos. Las personas que entrevistamos y que los conocieron siempre tienen algún recuerdo de ternura con Héctor, una sensación paternal. Cuando él comienza a militar tenía cerca de 50 años y había pocos militantes tan grandes, 'Germán, el viejo' lo llamaban. Varios de los entrevistados nos contaron que Héctor les daba consejos de cómo racionar los alimentos para no morirse de hambre si no tenían mucho dinero, o si se encontraba con algún compañero de militancia de sus hijas, lo invitaba al cine, entonces se ve como que nunca pierde esas ganas de disfrutar la vida, desde un lado muy humanista, como un tipo que le gustaba disfrutar de todo. Entonces, hay algo como muy luminoso cuando Héctor aparece en las vidas de estas personas. Es esos momentos muy duros, el recuerdo de Héctor aparece como una luz, como un recuerdo donde hay calidez. Y después, hay algo muy fuerte que es cuando, estando clandestino y ya militando en Montoneros, Héctor empieza a escribir una segunda parte de El Eternauta mucho más politizada, en la que crea un personaje central que se llama María. Ese era el nombre de guerra de su hija Beatriz, y cuando él lo escribe ya sabía que a su hija la habían matado y estaba totalmente destruido con eso. Creo que ahí se sintetiza algo de Héctor, que es que con todo ese dolor que tenía, su manera de de procesarlo fue armar un personaje y no para cualquier historieta, sino para El Eternauta. A ese nivel tenía la herramienta de la historieta como parte de su vida.

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