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Alejo Carpentier, el escritor del barroquismo americano

Hoy se cumplen 118 años del nacimiento del escritor cubano, cuyas obras literarias aún continúan despertando la curiosidad y el interés de lectores de distintas generaciones. Al respecto, conversamos con la especialista y editora argentina, Marina von der Pahlen, quien nos cuenta más sobre esta figura insoslayable de la literatura castellana.

"Considero que el escritor debe comenzar a escribir cuando tiene algo que decir y, en segundo lugar, cuando sabe cómo decirlo", dijo una vez Alejo Carpentier, quien luego de abandonar sus estudios en arquitectura, se dedicó a aquello por lo que pasaría a la historia: sin dudas, sabía que tenía algo para decir y cómo decirlo. Así, hizo de la escritura una forma de vida. Hijo de un arquitecto francés y una profesora rusa, Alejo Carpentier y Valmont nació en Lausana, Suiza, el 26 de diciembre de 1904. No obstante, su destino -sobre todo profesional y cultural- estaría muy lejos de ahí. La familia Carpentier se instaló en La Habana, cuando Alejo tenía cinco años.

En 1921, comenzó a estudiar arquitectura, pero allí tampoco estaba su futuro. Abandonó la carrera y empezó ejercer lo que nunca más abandonaría: la escritura. Durante los años veinte, trabajó en las revistas Hispania, Social y Carteles. En esta última publicación, al poco tiempo, ocupó el cargo de editor. Su ejercicio en las letras había comenzado. Sin embargo, en 1927, fue encarcelado debido a su actividad política, ya que se mostraba expresamente opositor del dictador Gerardo Machado. Más tarde, dejó Cuba para establecerse en Francia (París). Allí, se dedicó a actividades relacionadas con la música y como corresponsal de distintas revistas culturales cubanas.

En relación con aquella faceta musical, si bien Carpentier fue sobre todo un escritor, también ejerció la musicología.​ La música estuvo muy presente en su hogar desde que era un niño: su abuela y madre tocaban el piano; y su padre, el violonchelo.​ Por su parte, el joven Carpentier estudió teoría musical en el Liceo Jason de Sailly de París y en el Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana. Se había especializado también en piano.​

En París, el autor cubano "entra en contacto con la vanguardia, especialmente con el surrealismo, y colabora en la revista Révolution Surréaliste de André Breton. En 1933 publica en Madrid su primera novela ¡Ecué-Yamba-Ó!, aunque la que marca su madurez literaria es El reino de este mundo. En España entabla amistad con los poetas de la Generación del 27 Pedro Salinas, Rafael Alberti y Federico García Lorca", dicen algunas de sus biografías, como en el sitio del Instituto Cervantes. Y agregan: "En 1937 participa en el II Congreso por la Defensa de la Cultura y tras dos años en Europa regresa a Cuba. Continúa su labor periodística en la radio y en revistas como Tiempo Nuevo y Orígenes. Entre 1945 y 1959 vive en Venezuela, para volver a instalarse en Cuba tras la victoria de Fidel Castro. Desempeña las responsabilidades de director de la Editora Nacional y de vicepresidente del Consejo Nacional de Cultura, siendo además consejero cultural en las Embajadas de Cuba en diversas capitales iberoamericanas y del este de Europa. Sus últimos años los pasa en Francia como alto funcionario diplomático en la embajada de París".

Novelista, cuentista, ensayista, Carpentier escribió incluso libretos para óperas, como Manita en el suelo. Entre sus novelas más recordadas, están Los pasos perdidos (1953); El siglo de las luces (1962); Concierto barroco (1974); El recurso del método (1974), y entre sus libros de cuentos, Viaje a la semilla (1944), Oficio de tinieblas (1944); Los fugitivos (1946), entre otros. Carpentier, además, dedicó gran parte de su tiempo a cultivar el género ensayístico. Entre ellos, publicó La música en cuba (1946); Literatura y conciencia en América Latina (1969); Razón de ser (1976); Afirmación literaria americanista (1979); El músico que llevo dentro (1980), y La novela latinoamericana en vísperas de un nuevo siglo y otros ensayos (1981).

Sobre sus textos, el investigador y especialista Justo Fernández López comenta en "Hispanoteca" (sitio dedicado a las lenguas y literaturas castellanas) que "Carpentier recibió la influencia directa del surrealismo. Sin embargo, mantuvo una posición crítica respecto a la poco reflexiva aplicación de las teorías del surrealismo e intentó incorporar a toda su obra la maravilla, una forma de ver la realidad que, según él, era propia y exclusiva de América". Señala también que el autor cubano "desprecia el documento costumbrista y psicológico, quiere dar un documento épico, la realidad en toda su hondura y contexto: naturaleza, magia, mito, animismo. Busca el contexto real: racial (convivencia de distintas razas y naciones), económico, ctónico (supervivencia del animismo y otras tradiciones culturales no europeas), político (desajuste ideológico y cronológico). Supera el realismo tradicional mediante su teoría de lo 'real maravilloso': la presencia y vigencia de lo real maravilloso, de cosmogonías ancestrales, es típico de América".

Y expresó: "Para Carpentier es el barroco el arte peculiar de América: 'Nuestro arte siempre fue barroco; desde la espléndida cultura precolombina y el de los códices, hasta la mejor novelística actual de América, pasando por los monasterios y catedrales de nuestro continente'. Al fondo de este barroquismo existe el regodeo sensual del escritor, un mundo de los sentidos de gran intensidad. La potencia verbal de Carpentier es fenomenal. Se complace en frases barrocas y sensuales: enumeración sensual de la naturaleza tropical con sus frutas, peces, etc. La obra de Carpentier es una mezcla fascinante de la ideología con el sensualismo y vitalismo sensual: negros desnudos se abanican con números de revistas filosóficas".

A lo largo de su carrera, el cubano ganó diversas distinciones y Doctorados Honoris Causa. Entre los más importantes: el Premio Internacional Alfonso Reyes (México, 1975) y el Premio Cervantes (España, 1977). Con 75 años, murió el 24 de abril de 1980 en París.

A continuación, conversamos con Marina von der Pahlen -especialista en literatura latinoamericana, investigadora y docente de la Universidad de Buenos Aires, y editora de El Ateneo-, sobre la importancia de la figura de Alejo Carpentier en la literatura castellana.

La investigadora, docente y editora argentina, Marina von der Pahlen.

-A 118 años de su nacimiento, ¿cuál cree que es el gran aporte de Carpentier a las letras de la región?

-Alejo Carpentier es uno de los referentes insoslayables de las letras y la cultura de la región. La propia noción de región ya nos invita a pensar. No se trata de un término inocente ni ingenuo. Pensamos en la región de América Latina como un espacio unido no solo por la geografía física, sino por la historia, la economía, las tradiciones, las culturas, transculturas y heterogeneidades. La obra literaria de Carpentier es inmensa. Es difícil (casi imposible) definir un único gran aporte, pero, sin duda, entre lo más importante se halla el prólogo a su novela El reino de este mundo, donde se establecen las bases de lo real maravilloso, ese “patrimonio de la América entera, donde todavía no se ha terminado de establecer, por ejemplo, un recuento de cosmogonías”. Este texto, publicado en 1949, da cuenta de esa ausencia del “recuento de cosmogonías”, del conocer las culturas originarias, que constituye una deuda no saldada apropiadamente aún. Por otro lado, hablar de “la América entera” suscita una conciencia que va más allá de lo local o lo nacional y se expande, efectivamente, a la región.

-¿Qué podría decir sobre su lenguaje narrativo, acerca de su literatura como forma?

-Se trata de un escritor con una cultura muy vasta, con unos conocimientos profundamente sólidos en disciplinas como historia, música y arquitectura, además de literatura. Es muy atractivo cómo aprovecha estos conocimientos en sus textos y a veces se convierten en motores de la narración. Por ejemplo, la novela Los pasos perdidos está protagonizada por un musicólogo latinoamericano al que una universidad estadounidense le propone un viaje en búsqueda de instrumentos arcaicos en la selva sudamericana. Es notable la incorporación de los conocimientos musicales, que no se incrustan, sino que se ensamblan armoniosamente en la narración. Es una de las tantas maneras en que su lenguaje narrativo se enriquece.

-Sin embargo, varios de sus textos tiene mucho de contenido histórico y político. ¿Aquella forma estuvo siempre orientada a un fondo social y crítico?

-Carpentier fue un maestro de la novela histórica. Desde El reino de este mundo, ambientada en Haití en el siglo XVIII, hasta El arpa y la sombra, donde ficcionaliza la figura y las acciones del propio Cristóbal Colón y el fallido proyecto de beatificarlo, la historia y lo político no constituyen un telón decorativo, sino una realidad que siempre habla al presente del lector. La literatura explícitamente orientada a un fondo social y crítico no suele pervivir. Los textos que intencionalmente buscan dejar cierta moraleja no resisten el paso del tiempo. Para citar al maestro Noé Jitrik, cuya muerte fue una de las mayores pérdidas de este año: “Carpentier escribe este relato desde la perspectiva cubana, pero en Caracas, exiliado por una dictadura feroz que ha reaparecido sobre su país, reiteración-repetición que caracteriza también la situación de dependencia de Cuba en lo que va del siglo. Si además se piensa que tras la dominación española vino el coloniaje yanqui, no se podrá dejar de apreciar que al referir el Haití de fines del siglo 18 está relatando también la Cuba contemporánea”.

-¿Qué diferencias o semejanzas se podrían plantear entre el Carpentier de ficción y el Carpentier ensayístico?

-Tanto el ensayo como la ficción constituyen literatura. En la cátedra de Literatura Latinoamericana II de la carrera de Letras de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, de la que formo parte hace 21 años, solemos centrarnos más en la ficción de Carpentier que en sus ensayos. Lo interesante, en relación con esta pregunta, son las semejanzas que existen: la preocupación por lo latinoamericano, el interés por cuestiones nodales que se repiten, como la revolución como idea, ideal y proceso.

-¿Qué pueden decirnos hoy sus lecturas? ¿Se renueva su actualidad en el mundo de hoy, con ciertas democracias erosionadas y una Europa que gira hacia la ultraderecha?

-La buena literatura siempre nos dice cosas sobre nuestra propia realidad. La contemporaneidad no tiene que ver estrictamente con vivir en el mismo tiempo cronológico. La tiranía, la opresión, la esclavitud física o simbólica, el fanatismo, las traiciones y tantos otros temas que aparecen en la obra de Carpentier lamentablemente siguen siendo actuales. Quizás haya formas diferentes, quizás a veces la violencia no se presente tan descarnadamente (aunque a veces sí), pero siguen estando. Sus lecturas pueden invitarnos a una reflexión y quizás hasta un curso de acción, pero es imposible que nos dejen indiferentes. Y ese ya es un primer paso importante. Como nos recuerda Sofía, una de las protagonista de la novela El siglo de las luces: “¡Hay que hacer algo!”.

-Para quienes todavía no lo leyeron, ¿por dónde empezar y qué cosas tener en cuenta?

-Una querría tener el tiempo y la posibilidad de leer todo… Como dijimos antes, es difícil (casi imposible) quedarse con una única recomendación. Pero, de nuevo, El reino de este mundo aparece como uno de esos libros imprescindibles. Y si bien en esta nota hemos nombrado algunas de sus novelas, el volumen de cuentos Guerra del tiempo también resulta muy interesante. Uno de ellos, “Viaje a la semilla”, a veces tiene la fortuna de entrar en las antologías que se leen en el colegio. O más bien podríamos decir que algunos grupos de estudiantes tienen la suerte de leer este cuento en la adolescencia. Por último, para lo de "qué cosas tener en cuenta" no suene a una didáctica, quien se acerque a estas obras podrá leer textos interesantes que transmitan historias de una actualidad que puede llegar a resultar sorprendente a más de medio siglo después de haber sido escritas, y que transmiten una erudición enriquecedora. Lo más importante es leer y poder disfrutar de la literatura.

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