El Hospital Militar Reubicable durante el Conflicto del Atlántico Sur
El comodoro (R) “VGM” Luis Barusso y la enfermera Stella Botta brindaron atención médica a los heridos en combate durante la heroica Gesta de Malvinas. Esta es su historia
Por Lic. Florencia Sosa
Durante la Gesta de Malvinas el personal de sanidad desplegado con el Hospital Militar Reubicable cumplió un papel fundamental en la atención de los heridos en combate. El nosocomio se ubicó en Comodoro Rivadavia y brindó servicio sanitario desde el 12 de abril hasta el 25 de junio de 1982.
Uno de sus integrantes fue el comodoro (R) “VGM” Luis Barusso, quien desde que tiene uso de razón formó parte de la gran familia aeronáutica “mi padre era médico militar de la Fuerza Aérea Argentina y prácticamente nací en la Base Aérea Militar Reconquista, donde estaba destinado. Desde chico vi la actividad que él desarrollaba y ya de grande me recibí de médico e ingresé en 1975”.
Comodoro (R) “VGM” Luis Barusso: “En el Hospital Militar Reubicable desarrollé lo que se denomina ‘medicina de guerra’”
El 28 de marzo de 1982 el oficial, en ese entonces capitán, se encontraba destinado en la Dirección General de Sanidad cuando su vida cambió por completo: “En ese momento estaba dando una clase en el Instituto Nacional de Medicina Aeronáutica y Espacial y me informan que me llamaron urgente del Departamento Planes de la Dirección General de Sanidad”, relata el oficial y agrega: “Cuando termino la clase voy corriendo para Sanidad y el jefe de Departamento Planes, el comodoro Guillermo Ruiz, me dice que tenía que ir a una misión secreta por lo cual tenía que presentarme en Palomar al día siguiente para retirar el equipo verde de combate y armamento”.
“Así fue como me embarqué en el TC-91, que estaba esperando en plataforma con el personal del Grupo de Operaciones Especiales y el enfermero, en ese entonces cabo principal Lucarelli, y dos soldados camilleros del Hospital Aeronáutico. De ahí fuimos a Comodoro Rivadavia, al día siguiente nos da el objetivo el vicecomodoro Mendiberri, que estaba en Inteligencia”, recuerda el comodoro al conocer la noticia de que serían desplegados a las Islas Malvinas: “Esto nos sorprendió muchísimo pero empezamos a hacer todo el alistamiento de las cosas para llevar, cosa que se hacía muy difícil porque a través de la radio no podíamos mencionar ningún objetivo”.
El 2 de abril de 1982 arribó a las Islas Malvinas a bordo del C-130 Hercules TC-68 integrando el grupo de los primeros efectivos de sanidad aeronáutica desplegados con el objetivo de brindar primeros auxilios durante el desembarco del Grupo de Operaciones Especiales.
“Íbamos a desembarcar el 1º de abril pero por meteorología fue el 2 de abril, salimos a las 4 am (…) La pista estaba cruzada por tractores y camiones, habían hecho toda una obstrucción para que no aterrizáramos y las cabeceras de pista estaban ocupadas por pozos de zorros con los marines con ametralladoras. Cuando neutralizaron todo eso los de Ejército y la Infantería de Marina, a las 8:40 aterrizamos. Días posteriores me dedique a evaluar la situación de la Isla”, manifiesta el oficial.
“Estuve alojado en la Sala de Embarque del viejo Aeropuerto Stanley. Desde ahí éramos los que estábamos mejor equipados desde el punto de vista médico: teníamos los equipos EM15 y BEM25, que permiten atender heridas leves o dolencias”, afirma el comodoro.
Luego de documentar las necesidades sanitarias, se le ordenó replegar a Buenos Aires: “Por radio el comodoro Ruiz me dice que 10 días después iban a ir un grupo de médicos que me iban a remplazar, yo tenía que volver para dar la situación sanitaria de la isla, así fue como volví y pocos días después me mandaron a Comodoro Rivadavia al Hospital Reubicable”.
El despliegue del Hospital Militar Reubicable en la IX Brigada Aérea de Comodoro Rivadavia
“El Hospital Reubicable que yo estaba pidiendo para Malvinas (y ya tenía un lugar para colocarlo) no se podía hacer por una simple razón: el HMR para poder ser trasladado necesita todo una logística impresionante. Requiere por lo menos 6 vuelos de C-130 Hercules, llevando nada más que el Hospital. Segundo, el terreno (de Malvinas) es muy difícil, muy flojo, había una cancha de fútbol que yo había visto pero no se podía porque era todo pasto y plataforma como la que encontramos en Kosovo no había, menos mal, porque si hubiéramos llevado al Hospital Reubicable a las Islas, todas las misiones que se hicieron después (Mozambique, Kosovo y Haití) no se hubieran podido hacer. Así, el Hospital Reubicable quedó en Comodoro Rivadavia”, explica Barusso.
Por su parte, la entonces cabo principal Stella Maris Botta, quien se desempeñaba como enfermera profesional destinada en el Hospital Aeronáutico Córdoba recuerda el momento en que su pasión por el arte de curar la llevó a formar parte de la historia de la Gesta de Malvinas.
“Cómo no recordar el día en que el jefe del Escuadrón Sanidad, comodoro Lutteral, nos convoca a todas las cabos principales a su oficina y pregunta quién quería ir al Conflicto del Atlántico Sur”, afirma Botta y agrega: “Mi corazón parecía estallar, mi Patria me necesitaba (…) Ahí mismo di un paso adelante, ‘Yo señor’. Ahí el comodoro automáticamente me desvinculó de mis actividades diarias y ordenó preparar mi equipo para desplegar”.
“Casi sin darme cuenta me encontraba en el tren que me lleva a Buenos Aires el cual pasaba por Villa María, la parada habitual. Allí se encontraban mis padres y el de mi compañera, que con lágrimas en los ojos, me abrazaron y dieron la bendición. Yo inocentemente les decía que era un orgullo poder ayudar a mis camaradas y que no iba a la guerra, sino al Hospital. Ellos no podían comprender mi decisión, los abracé, les di un beso y volví a subir al tren”, comenta la enfermera quien luego se dirigió a Comodoro Rivadavia a bordo de un C-130 Hercules.
“El Hospital Reubicable estaba ubicado en la IX Brigada Aérea, a unos cien metros de la pista y contaba con aproximadamente 10 ambulancias formadas una al lado de la otra dispuestas para su pronta accesibilidad, éste se reabastecía por un generador, dado que en Comodoro había corte general”, asegura Botta y agrega: “Teníamos al costado del mismo un mástil donde izábamos nuestra bandera, a unos 50 metros había un refugio el cual era un pozo con un tambor que hacía de estufa, tenía unos tirantes de madera sobre dos chapas, bolsas de arena y sobre ellos tierra”.
Tanto el comodoro Barusso como la enfermera recuerdan a un paciente en particular. “Entre los casos que me tocó atender se encontraba el piloto inglés eyectado en las Islas, de apellido Gloves. El Reubicable ya estaba operando cuando llegué, y se atendía hasta altas horas de la madrugada cuando arribaban los C-130 con los heridos", manifesta el oficial.
Asimismo, Botta recuerda que el piloto contaba “con fractura de clavícula y con fractura de base orbital, estuvo internado casi 2 semanas”.
“Era como estar de guardia activa 24 x 24 hs. En Malvinas los heridos llegaban de madrugada y había que estar lúcido para actuar sin saber qué llegaba en los vuelos”, explica el comodoro, quien también explica que vivió la guerra a través de sus pacientes.
Al respecto, Botta concuerda que “el trabajo del día a día durante el Conflicto era desafiante. Nos levantamos a las 7 o 7:30, nos dirigíamos al Hospital, yo al hangar donde acondicionaba el lugar para recibir las distintas evacuaciones con colchas, sueros, medicamentos, material descartable, gasas, vendas, apósitos, se colocaban mantas en el suelo y equipos de suero para agilizar, en caso de que se necesitará hidratarlos. El Hospital estaba equipado de tal forma que se realizaban cirugías de emergencia, tracciones. Luego de estabilizarlos, ya con un tratamiento, eran derivados al Hospital de Comodoro Rivadavia, al Naval o eran internados en el mismo”.
“Recuerdo las evacuaciones donde llegaban heridos con esquirlas, pie de trinchera, mutilados, quemados por bombas incendiarias, desnutridos, deshidratados, con frío y el horror pintado en sus rostros, con angina, apendicitis, shock emocional, gripe y fiebre”, comenta la enfermera y agrega: “El pie de trinchera se producía por el contacto diario y continuo con el agua del terreno debido a que los pozos se llenaban de agua a causa del terreno. En un principio se inflamaban, luego se ampollan, se queman por el frío y se comenzaban a necrosar. La desnutrición en estos casos ocurría por el pánico, el miedo, el estómago se cierra y no se siente hambre, lo que los lleva a este estado. La angina y la fiebre producida por el frío, el viento, la llovizna y su ropa casi permanentemente mojadas hacían potable esta patología”.
Al respecto, Barusso comenta que existe una gran diferencia entre ejercer la medicina militar en tiempos de paz en comparación con los escenarios a los que se enfrenta el personal desplegado con la unidad sanitaria móvil de la Fuerza Aérea Argentina: “En el Hospital Militar Reubicable desarrollé lo que se denomina medicina de guerra (…) La función del médico militar en tiempo de paz es atender en el Hospital Aeronáutico, en el destino que te toque, atender en el INMAE, en las unidades o en los Escuadrones de Sanidad. Así lo hice, fui destinado en 1975 a Morón 3 años, después fui al HAC, hasta que en el año 1981 fui destinado en la Dirección General de Sanidad. (…) La medicina de guerra era totalmente diferente, había herida bala, granada y todo lo que te puedas imaginar”.
Por su parte, la enfermera confiesa que su experiencia en el Reubicable “fue de aprendizaje, digo esto porque no estaba preparada moralmente para afrontar una guerra. Tenía todos los conocimientos básicos, pero son realmente momentos en qué se brinda todo, es ayudar al prójimo tanto físicamente curando sus heridas como espiritualmente, dando apoyo y alimentando el alma de quienes venían con horror en sus ojos, desesperación e impotencia”.
Al finalizar el Conflicto el oficial participó en el tercer contingente desplegado en Mozambique y en Kosovo. Antes de retirarse ocupó el cargo de director médico del Hospital Aeronáutico Central en 2011 y actualmente se desempeña como traumatólogo en el Centro Asistencial Palomar.
Por su parte, en la actualidad, Botta se desempeña como personal civil en el Escuadrón Sanidad de la Escuela de Suboficiales de la Fuerza Aérea “como enfermera para atención primaria de aspirantes, internación, curación, colocación de vacunas, inyectables, sueros, preparación de material, reposición de medicamentos de uso diario en el consultorio externo, electrocardiogramas, presión arterial y también la asistencia a los médicos”.
“Las misiones en las que participé fueron totalmente opuestas. La primera con mucho orgullo y honor de haber sido parte del Conflicto Atlántico Sur en 1982, donde asistía a los heridos que evacuaban de las Islas; la segunda en el 2012, cuando formé parte de los Cascos Azules en Misiones de Paz en Haití, en esta oportunidad fue muy intenso y emocionante reencontrarme con mi querido Hospital Reubicable donde se brindaba apoyo sanitario a los integrantes de la Naciones Unidas y a la población haitiana con curaciones, medicamentos y alimentos”, comenta la enfermera.
Por último, concluye: “El haber formado parte de la historia me enorgullece, la experiencia de haber vivido para servir a mi Patria en la cual tuve el honor de formar parte de la gloriosa Fuerza Aérea Sur y desempeñarme como cabo principal enfermera del Hospital Reubicable. Les propongo no olvidar nuestros valores enseñados en nuestras casas, en nuestras instituciones educativas: la virtud, el honor y la lealtad, que se pongan de manifiesto cuando nuestro país o nuestra vida entre en crisis. El futuro se forja, la pasión se siente”.