“La gente viene por propia voluntad, nadie le dice lo que tiene que hacer”
Formadora de mediadores, Miriam Markus es capacitadora en la Dirección específica en métodos alternativo de resolución de conflictos del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Cuenta que lo fundamental para el éxito de la mediación son los actos voluntarios a los que se someten las partes cuando deciden afrontar el conflicto lejos de los tribunales.
Sus inicios no fueron en la mediación pero sí orbitales a ella. Pero en 1994 sí se metió de lleno: trabajó en una Escuela de Mediadores de Castelar, en su barrio de la provincia de Buenos Aires, a partir de su amistad con otra mediadora argentina de extensa trayectoria, Marinés Suares. Miriam Markus es graduada en Psicología Social y licenciada en Ciencias de la Educación.
“Era algo desconocido en esa época, hacíamos jornadas de difusión y talleres para mostrarles esta herramienta a la gente”, rememoró Miriam sobre sus comienzos en la resolución prejudicial de conflictos. Contó que ambas mujeres debían trasladarse para dar las capacitaciones sobre “el arte de mediar” a una sociedad de fomento, iglesia o escuela. Hasta que en 1995, cerraron un convenio con el juzgado de Morón para articular los problemas vecinales, algo casi inédito para la zona.
Paralelamente, trabajó en un Centro Acceso a Justicia (CAJ) del barrio porteño de Liniers como mediadora comunitaria hasta el año 2000. Allí se formó en un equipo que luego recaló en su actual área del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación: la de Capacitación y Gestión de Conocimiento en la Dirección Nacional de Mediación y Métodos Participativos de Resolución de Conflictos.
-¿Cuál es el nexo entre la mediación y tu profesionalización en psicodrama?
-Tenía la formación antes de aprobarse la Ley de Mediación (y Conciliación, la 26.589 de 2010). Siempre estuve a cargo de formar mediadores y de los diseños y dispositivos de aprendizaje. Se requiere de mucho trabajo psicodramático: es un entrenamiento dramatizar los casos porque es la manera de aprender a partir de un caso simulado.
-¿Dirías que te formaste toda tu vida para ser mediadora?
-Sí, es una metodología de abordaje de conflictos. Estudié muchas cosas, tuve mis tres hijos muy joven, pero nunca dejé de prepararme. Hacía muchas cosas y no me sentía bien en ninguna. En la mediación, encontré el porqué de ese camino recorrido.
-¿Qué le aporta la educación a la mediación?
-Las ventajas de los mediadores que venimos de las ciencias sociales es que nos ponemos en una postura de perfil bajo, mientras que los abogados están formados para litigar. El mediador no aconseja, no da opinión y no le dice a la gente lo que tiene que hacer. Hay que ayudar a que piense y pueda ver las cosas desde otro punto de vista porque así no está encontrando una solución.
-Cómo formadora de mediadores ¿Qué valores resaltás?
-El valor fundamental es el respeto por el otro y por sus decisiones. No hay que juzgar sino mantener la imparcialidad. Hay que tratar de poner entre paréntesis tus visiones, ética o forma de pensar. Si no estás de acuerdo, podés retirarte de la mediación y volver a empezar. Su valor fundamental es el de ser un acto voluntario.
Hay muchos acuerdos porque a las personas les interesa solucionar el conflicto. Vienen por su propia voluntad, nadie los obligó ni les dijo lo que tenían que hacer. En general, creo que aportamos a que el diálogo sea el camino para resolver los conflictos y que no escale la violencia.
-¿Qué te pasa cuando trabajás tanto y luego no se llega a un acuerdo?
-En ese caso, trabajamos mucho y me ayuda mucho mi profesión para tolerar la frustración. Desde la psicología social, trabajamos la generación de empatía y la capacidad de escucha, que implica poder aceptar que el acuerdo es de las partes. Y que si no se logra, el objetivo es que se produzca alguna modificación hacia un lugar más positivo en el vínculo. Este es el éxito de la mediación.
-¿Qué es lo más difícil de tu trabajo?
-Trabajamos con estrés y hay que aprender a manejarlo. También generar la confianza y la sintonía con los ciudadanos es lo fundamental. Podés saber todas las técnicas de mediación pero, si la persona no es empática y no se siente confiada, es difícil. Hay un perfil de mediador que tiene que ver con la capacidad de generar “raport”, una sintonía con el otro. Aquí, es clave la actitud corporal para detectar el canal por el cual podés conectarte con la otra persona. Por ejemplo: si se quiere hablar con un niño, hay que agacharse para estar a su altura. Así como hay que hablarle a los ancianos en voz baja y pausada.
-¿Qué personalidades son las más complicadas de sobrellevar?
-Las personas más difíciles son las que poseen una narrativa cerrada. Siempre con la metodología que utilizamos tenemos la posibilidad de generar mayor sintonía o que la persona se abra en una audiencia privada. Con preguntas “circulares” nos podemos poner en el lugar del otro, cómo se sentiría, qué pensaría o qué le gustaría que pase.
-¿Cuál es la devolución que recibís?
-Es muy lindo cuando terminas una mediación. Aunque no se haya llegado a un acuerdo, la gente igual te agradece cómo se trabajó, y es muy importante que haya pasado por un proceso diferente. Con otro entendimiento con su conflicto. Incluso, a nivel vincular. Hay reconocimiento hacia el trabajo y el espacio que da el proceso. Es muy gratificante y nos da más ganas para seguir. Lo principal es que te tiene que importar la gente.