Historia de las Fuerzas Armadas en la Antártida
Tratado Antártico
Suscripto en diciembre de 1959 por trece países, su entrada en vigencia operó en 1961, suspendiendo por 40 años las controversias sobre reclamos de soberanía en el continente. Consta de una breve introducción y de 14 artículos.
Preámbulo
Los Gobiernos de Argentina, Australia, Bélgica, Chile, la República Francesa, Japón, Nueva Zelanda, Noruega, la Unión de África del Sur, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, y los Estados Unidos de América, reconociendo que es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose exclusivamente para fines pacíficos y que no se convierta en escenario u objeto de discordia internacional; reconociendo la importancia de las contribuciones al conocimiento científico que resultan de la cooperación internacional en la investigación científica en la Antártida; convencidos de que el establecimiento de una base sólida para la continuación y el desarrollo de dicha cooperación, fundamentada en la libertad de investigación científica en la Antártida, tal como se aplicó durante el Año Geofísico Internacional, está en consonancia con los intereses de la ciencia y el progreso de toda la humanidad. Convencidos, además, de que un Tratado que garantice el uso de la Antártida exclusivamente para fines pacíficos y la continuidad de la armonía internacional en la región promoverá los propósitos y principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas, han acordado lo siguiente:
Artículo I
La Antártida se utilizará exclusivamente para fines pacíficos. Se prohíbe, entre otras, toda medida de carácter militar, tal como el establecimiento de bases y fortificaciones militares, la realización de maniobras militares, así como los ensayos de toda clase de armas. El presente Tratado no impedirá el empleo de personal o equipo militar para investigaciones científicas o para cualquier otro fin pacífico.
Historia del Ejército Argentino en la Antártida
La Antártida Argentina, asiento de hombres, mujeres y niños que hoy afirman una realidad soberana, es aquella que nos legara el General de División Hernán Pujato, montañés, gran explorador antártico, ejemplo de militar y argentino comprometido con la Patri
Artículo II
La libertad de investigación científica en la Antártida y la cooperación hacia ese fin, como fueron aplicadas durante el Año Geofísico Internacional, continuarán, sujetas a las disposiciones del presente Tratado.
Artículo III
Con el fin de promover la cooperación internacional en la investigación científica en la Antártida, prevista en el Artículo II del presente Tratado, las Partes Contratantes acuerdan proceder, en la medida más amplia posible: (a) al intercambio de información sobre los proyectos de programas científicos en la Antártida, a fin de permitir el máximo de economía y eficiencia en las operaciones; (b) al intercambio de personal científico entre las expediciones y estaciones en la Antártida; (c) al intercambio de observaciones y resultados científicos sobre la Antártida, los cuales estarán disponibles libremente. Al aplicarse este artículo se dará el mayor estímulo al establecimiento de relaciones cooperativas de trabajo con aquellos Organismos Especializados de las Naciones Unidas y con otras organizaciones internacionales que tengan interés científico o técnico en la Antártida.
Artículo IV
Ninguna disposición del presente Tratado se interpretará: (a) como una renuncia, por cualquiera de las Partes contratantes, a sus derechos de soberanía territorial o a las reclamaciones territoriales en la Antártida, que hubiere hecho valer precedentemente; (b) como una renuncia o menoscabo, por cualquiera de las Partes Contratantes, a cualquier fundamento de reclamación de soberanía territorial en la Antártida que pudiera tener, ya sea como resultado de sus actividades o de las de sus nacionales en la Antártida, o por cualquier otro motivo; (c) como perjudicial a cualquiera de las Partes Contratantes, en lo concerniente a su reconocimiento o no reconocimiento del derecho de soberanía territorial, de una reclamación o de un fundamento de reclamación de soberanía territorial de cualquier Estado en la Antártida. Ningún acto o actividad que se lleve a cabo mientras el presente Tratado se halle en vigencia constituirá fundamento para hacer valer, apoyar o negar una reclamación de soberanía territorial en la Antártida, ni para crear derechos de soberanía en esta región. No se harán nuevas reclamaciones anteriormente hechas valer, mientras el presente Tratado se halle en vigencia.
Artículo V
Toda explosión nuclear en la Antártida y la eliminación de desechos radioactivos en dicha región quedan prohibidas. En caso de que se concluyan acuerdos internacionales relativos al uso de la energía nuclear, comprendidas las explosiones nucleares y la eliminación de desechos radioactivos, en los que sean Partes todas las Partes Contratantes cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas en el Artículo IX, las normas establecidas en tales acuerdos se aplicarán en la Antártida.
Artículo VI
Las disposiciones del presente Tratado se aplicarán a la región situada al sur de los 60º de latitud sur, incluidas todas las barreras de hielo; pero nada en el presente Tratado perjudicará o afectará en modo alguno los derechos o el ejercicio de los derechos de cualquier Estado conforme al Derecho Internacional en lo relativo a la alta mar dentro de esa región.
Artículo VII
Con el fin de promover los objetivos y asegurar la aplicación de las disposiciones del presente Tratado, cada una de las Partes Contratantes, cuyos representantes estén facultados para participar en las reuniones a las que se refiere el Artículo IX de este Tratado, tendrá el derecho de designar observadores para llevar a cabo las inspecciones previstas en este Artículo. Los observadores serán nacionales de la Parte Contratante que los designe. Sus nombres se comunicarán a cada una de las demás Partes Contratantes que también tengan derecho a designar observadores, y se les notificará de igual manera cuando cesen en sus funciones.
Todos los observadores designados de conformidad con el párrafo 1 de este Artículo gozarán de plena libertad de acceso, en cualquier momento, a todas las regiones de la Antártida. Todas las áreas de la Antártida, así como todas las estaciones, instalaciones y equipos allí presentes, así como todos los navíos y aeronaves en los puntos de embarque y desembarque de personal o carga en la Antártida, estarán abiertos en todo momento a la inspección por parte de cualquier observador designado conforme al párrafo 1 de este Artículo.
La observación aérea podrá llevarse a cabo, en cualquier momento, sobre todas las regiones de la Antártida por cualquiera de las Partes Contratantes que estén facultadas para designar observadores. Cada una de las Partes Contratantes, al entrar en vigencia el presente Tratado respecto a ella, informará a las otras Partes Contratantes y, en lo sucesivo, les notificará por adelantado sobre: (a) toda expedición a la Antártida y dentro de la Antártida en la que participen sus navíos o nacionales, así como sobre todas las expediciones a la Antártida que se organicen o partan de su territorio; (b) todas las estaciones en la Antártida ocupadas por sus nacionales; y (c) todo personal o equipo militar que se proyecte introducir en la Antártida, de acuerdo con las disposiciones del párrafo 2 del Artículo 1 del presente Tratado.
Artículo VIII
Con el fin de facilitarles el ejercicio de las funciones que les otorga el presente Tratado, y sin perjuicio de las respectivas posiciones de las Partes Contratantes, en lo que concierne a la jurisdicción sobre todas las demás personas en la Antártida, los observadores designados de acuerdo con el párrafo 1 del Artículo VII y el personal científico intercambiado de acuerdo con el subpárrafo 1 b) del Artículo III del Tratado, así como los miembros del personal acompañante de dichas personas, estarán sometidos sólo a la jurisdicción de la Parte Contratante de la cual sean nacionales, en lo referente a las acciones u omisiones que tengan lugar mientras se encuentren en la Antártida con el fin de ejercer sus funciones. Sin perjuicio de las disposiciones del párrafo 1 de este Artículo, y en espera de la adopción de medidas expresadas en el subpárrafo 1 e) del Artículo IX, las Partes Contratantes, implicadas en cualquier controversia con respecto al ejercicio de la jurisdicción en la Antártida, se consultarán inmediatamente con el ánimo de alcanzar una solución mutuamente aceptable.
Artículo IX
Los representantes de las Partes Contratantes, mencionadas en el preámbulo del presente Tratado, se reunirán en la ciudad de Canberra dentro de los dos meses siguientes a la entrada en vigencia del presente Tratado y, posteriormente, a intervalos y en lugares apropiados. El objetivo de estas reuniones será intercambiar información, consultarse mutuamente sobre asuntos de interés común relacionados con la Antártida, y formular, considerar y recomendar a sus Gobiernos medidas para promover los principios y objetivos del presente Tratado, incluyendo medidas relacionadas con: a) el uso de la Antártida para fines exclusivamente pacíficos; b) facilidades para la investigación científica en la Antártida; c) facilidades para la cooperación científica internacional en la Antártida; d) facilidades para el ejercicio de los derechos de inspección previstos en el Artículo VII del presente Tratado; e) cuestiones relacionadas con el ejercicio de la jurisdicción en la Antártida; y f) la protección y conservación de los recursos vivos de la Antártida.
Cada una de las Partes Contratantes que haya llegado a ser parte del presente Tratado por adhesión, conforme al Artículo XIII, tendrá derecho a nombrar representantes que participarán en las reuniones mencionadas en el párrafo 1 de este Artículo, siempre que dicha Parte Contratante demuestre su interés en la Antártida mediante la realización de investigaciones científicas significativas, como el establecimiento de una estación científica o el envío de una expedición científica.
Los informes de los observadores mencionados en el Artículo VII del presente Tratado serán transmitidos a los representantes de las Partes Contratantes que participen en las reuniones a las que se refiere el párrafo 1 de este Artículo. Las medidas contempladas en el párrafo 1 de este Artículo entrarán en vigencia una vez que sean aprobadas por todas las Partes Contratantes cuyos representantes estuvieron facultados para participar en las reuniones celebradas para considerar dichas medidas. Cualquiera o todos los derechos establecidos en el presente Tratado podrán ser ejercidos desde la fecha de su entrada en vigencia, independientemente de si las medidas para facilitar el ejercicio de tales derechos han sido o no propuestas, consideradas o aprobadas conforme a las disposiciones de este Artículo.
Artículo X
Cada una de las Partes Contratantes se compromete a hacer los esfuerzos apropiados, compatibles con la carta de las Naciones Unidas, con el fin de que nadie lleve a cabo en la Antártida ninguna actividad contraria a los propósitos y principios del presente Tratado.
Artículo XI
En caso de surgir una controversia entre dos o más de las Partes Contratantes, concerniente a la interpretación o a la aplicación del presente Tratado, dichas Partes Contratantes se consultarán entre sí con el propósito de resolver la controversia por negociación, investigación, mediación, conciliación, arbitraje, decisión judicial u otros medios pacíficos, a su elección. Toda controversia de esa naturaleza, no resuelta por tales medios, será referida a la Corte Internacional de Justicia, con el consentimiento, en cada caso, de todas las partes en controversia para su resolución; pero la falta de acuerdo para referirla a la Corte Internacional de Justicia no dispensará a las partes en controversia de la responsabilidad de seguir buscando una solución por cualquiera de los diversos medios pacíficos contemplados en el párrafo 1 de este Artículo.
Artículo XII
a) El presente Tratado podrá ser modificado o enmendado, en cualquier momento, con el consentimiento unánime de las Partes Contratantes, cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas en el Artículo IX. Tal modificación o tal enmienda entrará en vigencia cuando el Gobierno depositario haya sido notificado por la totalidad de dichas Partes Contratantes de que las han ratificado.
b) Subsiguientemente, tal modificación o tal enmienda entrará en vigencia, para cualquier otra Parte Contratante, cuando el Gobierno depositario haya recibido aviso de su ratificación. Si no se recibe aviso de ratificación de dicha Parte Contratante dentro del plazo de dos años, contados desde la fecha de entrada en vigencia de la modificación o enmienda, en conformidad con lo dispuesto en el subpárrafo 1 a) de este Artículo, se la considerará como habiendo dejado de ser Parte del presente Tratado en la fecha de vencimiento de tal plazo.
a) Si después de expirados treinta años, contados desde la fecha de entrada en vigencia del presente Tratado, cualquiera de las Partes Contratantes, cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas en el Artículo IX, así lo solicita, mediante una comunicación dirigida al Gobierno depositario, se celebrará, en el menor plazo posible, una Conferencia de todas las Partes Contratantes para revisar el funcionamiento del presente Tratado.
b) Toda modificación o enmienda al presente Tratado, aprobada en tal conferencia por la mayoría de las Partes Contratantes en ella representadas, incluyendo la mayoría de aquellas cuyos representantes están facultados a participar en las reuniones previstas en el Artículo IX, se comunicará a todas las Partes Contratantes por el Gobierno depositario, inmediatamente después de finalizar la Conferencia, y entrará en vigencia de conformidad con lo dispuesto en el párrafo 1 del presente Artículo.
c) Si tal modificación o tal enmienda no hubiere entrado en vigencia, de conformidad con lo dispuesto en el subpárrafo 1 a) de este Artículo, dentro de un período de dos años, contados desde la fecha de su comunicación a todas las Partes Contratantes, cualquiera de las Partes Contratantes podrá, en cualquier momento, después de la expiración de dicho plazo, informar al Gobierno depositario que ha dejado de ser parte del presente Tratado, y dicho retiro tendrá efecto dos años después que el Gobierno depositario haya recibido esta notificación.
Artículo XIII
El presente Tratado estará sujeto a la ratificación por parte de los estados signatarios. Quedará abierto a la adhesión de cualquier Estado que sea miembro de las Naciones Unidas, o de cualquier otro Estado que pueda ser invitado a adherirse al Tratado con el consentimiento de todas las Partes Contratantes cuyos representantes estén facultados a participar en las reuniones previstas en el Artículo IX del Tratado. La ratificación del presente Tratado o la adhesión al mismo será efectuada por cada Estado de acuerdo con sus procedimientos constitucionales. Los instrumentos de ratificación y los de adhesión serán depositados ante el Gobierno de los Estados Unidos de América, que será el Gobierno depositario. El Gobierno depositario informará a todos los Estados signatarios y adherentes sobre la fecha de depósito de cada instrumento de ratificación o de adhesión y sobre la fecha de entrada en vigencia del Tratado y de cualquier modificación o enmienda al mismo. Una vez depositados los instrumentos de ratificación por todos los Estados signatarios, el presente Tratado entrará en vigencia para dichos Estados y para los Estados; que hayan depositado sus instrumentos de adhesión. En lo sucesivo, el Tratado entrará en vigencia para cualquier Estado adherente una vez que deposite su instrumento de adhesión. El presente Tratado será registrado por el Gobierno depositario conforme al Artículo 102 de la Carta de las Naciones Unidas.
Artículo XIV
El presente Tratado, hecho en los idiomas inglés, francés, ruso y español, siendo cada uno de estos textos igualmente auténtico, será depositado en los Archivos del Gobierno de los Estados Unidos de América, el que enviará copias debidamente certificadas del mismo a los Gobiernos de los Estados signatarios y de los adherentes. En testimonio de lo cual, los infrascritos Plenipotenciarios, debidamente autorizados, suscriben el presente Tratado. Hecho en Washington, el primero de diciembre de mil novecientos cincuenta y nueve
Historia del Ejército Argentino en la Antártida
La Antártida Argentina, asiento de hombres, mujeres y niños, que hoy afirman una realidad soberana, es aquella que nos legara el General de División Hernán Pujato, montañés, gran explorador antártico, ejemplo de militar y argentino comprometido con la Patria. En la década del '50, el entonces Presidente de la Nación, General Juan Domingo Perón, dio directivas y el apoyo decisivo al proyecto estratégico del entonces coronel Hernán Pujato: penetrar "costas adentro" del continente blanco, relevando su topografía hasta el polo sur, establecer bases y refugios y un poblado. Años después se materializaría con las familias en la base Esperanza. Secundado por hombres como Mottet, Fontana, Giró Tapper, Muñoz, Leal, Vaca, Sosa, Benavidez y otros tantos, utilizó todos los medios disponibles para efectuar la ocupación y el relevamiento de nuestro Sector Antártico "costas adentro...". Su horizonte fue su destino, su objetivo final: emplear rompehielos, trineos de perros, tractores a oruga, avionetas, helicópteros, consolidar la presencia argentina en la Antártida y alcanzar el Polo Sur, extremo austral de la Patria y del mundo. El 12 de febrero de 1951 zarpó la Primer Expedición Científica a la Antártida Continental Argentina, a bordo del transporte Santa Micaela de la empresa Pérez Companc, al mando del Capitán de Ultramar (MM) Santiago Farrell. Luego de una travesía en la que estuvieron al borde del naufragio, arribaron a bahía Margarita, al sur del Círculo Polar Antártico. El grupo de invernada, asistido por conscriptos voluntarios, construyó la base San Martín, primera Estación Científica Continental Argentina y en aquel entonces la más austral del mundo. Hernán Pujato impulsó, entre otras cosas, la creación del Instituto Antártico Argentino (IAA), dedicado específicamente a las investigaciones científicas y la adquisición de un buque rompehielos para penetrar las aguas congeladas del mar de Weddell, que sería el Rompehielos General San Martín.
Luego de un informe del Consejo de Ministros de Perón, que desalentaba la compra de un rompehielos por su alto costo, Pujato solicitó al Presidente autorización para buscar con su equipo el navío adecuado. En un astillero de Alemania reactivado en la posguerra, obtuvo un buque nuevo a un costo muy inferior al analizado por los ministros y disponible en pocos meses: así nació el estoico "Sapo", sobrenombre del futuro Rompehielos General San Martín. El Capitán Jorge Julio Casimiro Mottet, quien secundaba a Pujato en el Instituto Antártico Argentino, supervisó los detalles de la compra y recibió el buque completo y equipado. El comandante en el viaje inaugural fue el Capitán Luis Villalobos. Era el primer barco botado en ese astillero después de la guerra y el primer rompehielos argentino. El rompehielos ARA General San Martín Q-4 fue apodado afectuosamente "el sapo" por tener su quilla de forma ovoide. En 1954, sobre la banquisa del mar de Weddell, durante su viaje de bautismo, estableció el récord mundial histórico de navegación al sur. Los pertrechos desembarcados allí serían utilizados para fundar la base Belgrano I como escalón avanzado para alcanzar el Polo. La incorporación de este buque facilitó el transporte de materiales (para la construcción de bases y refugios), de vehículos, trineos, víveres, elementos indispensables de todo tipo, y el traslado de las dotaciones de relevo. En 1952, como Director del Instituto Antártico Argentino (IAA), asignó al capitán Jorge Edgard Leal la misión de fundar la base Esperanza en el norte de la península, donde proyectaba, a futuro, asentar una población permanente. Hernán Pujato, con la dotación fundadora de la Base Belgrano I y a través de su febril actividad desarrollada con el relevamiento y ocupación efectiva de la Antártida, fue forjando veteranos antárticos especializados (marinos, pilotos, baqueanos, topógrafos, geólogos, científicos) adaptados a un mundo extremo, quienes continuarían su obra trasvasando su experiencia.
La base Belgrano, fundada el 18 de enero de 1955, se ubicaba en la costa Confín, en el extremo sur del mar de Weddell. Fue construida en la barrera de hielos Filchner, gruesa plataforma de hielo flotante, que se forma cuando el hielo de los glaciares se extiende lentamente desde la costa hasta flotar sobre la superficie del mar, desprendiendo en forma periódica témpanos de gran tamaño. El borde externo de esta barrera de hielo flotante presenta una imponente pared vertical, de hasta 30 m de altura. Años después, previendo que la barrera desprendería un gigantesco témpano con la base dentro de él (tal como sucedió), en 1979 fue abandonada y reemplazada con la base Belgrano II. La base Belgrano, con los años, quedó totalmente cubierta de hielo. La comunicaban túneles y salidas tubulares apodadas "tambuchos". Los tractores oruga emergían del hielo por rampas en ángulo de casi 30 grados. La temperatura promedio interior era de 7° a 10° centígrados sobre cero. Mientras el personal de la Base Belgrano se alistaba para el asalto terrestre al Polo, relevando pasos e instalando refugios y depósitos, con trineos de perros y vehículos; Pujato, piloteando un avión Beaver DHC-2, junto al Sargento Primero Julio Muñoz, piloteando una avioneta Cessna, iniciaron vuelos escalonados hacia el Polo, anevizando para instalar depósitos de combustible (señalizados con tacuaras y banderolas) que les permitirían penetrar más lejos en cada incursión. Así relevaron regiones nunca antes avistadas por hombre alguno, cartografiando los accidentes geográficos y bautizándolos como: Cordillera "Diamante" (ciudad de nacimiento de Pujato), Montañas "Rufino" (lugar de nacimiento de Muñoz), Glaciar Sargento Cabral, Planicie San Lorenzo, Pico Santa Fe, Nunataks Entre Ríos, Macizo Santa Teresita, Pico Buenos Aires, Cordillera Los Menucos (lugar de nacimiento del Suboficial de la Fuerza Aérea Obermeier), Glaciar Falucho, Meseta Ejército Argentino, Pico San Rafael, etc. Habiendo ascendido a General de Brigada mientras era Jefe de la Base San Martín y a General de División como Jefe de la Base Belgrano, Pujato es pasado a retiro con la caída del Presidente Perón.
Sin embargo, su impulso no se detiene; el Ejército continuó consolidando su posición en la Antártida. Reactivó la Base General San Martín el 15 de marzo de 1961. Junto con la Fuerza Aérea Argentina, fundó la Base Matienzo. En 1962, realizó la expedición de reconocimiento de la Base Esperanza a la Base San Martín, la cual, junto con las patrullas de reconocimiento en la Base Belgrano, serviría de experiencia para encarar la futura expedición al Polo Sur. El 2 de abril de 1965 se creó la Base de Avanzada Científica Alférez de Navío Sobral, al sur de la barrera de hielos Filchner, con la finalidad de ser un punto de apoyo a la futura expedición al Polo Sur, sueño del General Pujato, que concretaría el entonces Coronel Edgar Leal al mando de 10 hombres el 10 de diciembre de ese mismo año a través de la Primera Expedición Argentina al Polo Sur “Operación 90”. Luego de haber llegado al punto más austral de nuestro territorio, sueño del General Pujato, en 1966 se realizó la patrulla de reconocimiento a la barrera de hielos Filchner desde la Base Belgrano hasta Caleta Jardín, recorriendo todo el frente de esa barrera de hielos. El 3 de marzo de 1977 se estableció la Base Primavera, donde se encontraba el Refugio Naval Cobbett. Este refugio había sido utilizado anteriormente, en épocas de verano, como lugar de apoyo para los grupos de estudios que trabajaron en la región, efectuando, en especial, importantes trabajos biológicos y geológicos. Desde entonces, la base funciona cumpliendo un programa de observaciones glaciológicas y meteorológicas que regularmente propone la Dirección Nacional del Antártico. A finales de la década del 70, considerándose como precaria la situación de la Base General Belgrano, se estudió su desdoblamiento.
Así nació el 5 de febrero de 1979 la base Belgrano 2, montada al Este y cerca de la vieja base Belgrano, no sobre la barrera de hielos sino sobre roca viva, en el Nunatak Bertrab. Allí se alojan ahora los equipos e instrumentos científicos con los cuales, desde hace más de veinte años, se observan las auroras polares, se estudia la alta atmósfera, la meteorología y la glaciología de la región. Poco después, el 30 de enero de 1980, más hacia el Oeste de Belgrano se funda la base Belgrano 3, sobre la isla Berkner, isla totalmente cubierta de nieve y hielo, otra señal viva de indeclinable interés nacional por la Antártida. Mientras tanto, en la Base Esperanza, fundada el 17 de diciembre de 1953, se iba analizando la instalación de un pequeño pueblo, el Fortín Sargento Cabral. Luego de la construcción de casas familiares, en 1977 viajan a instalarse allí las primeras familias, inaugurando el Fortín Sargento Cabral. El 7 de enero de 1978 allí nació el primer niño en el continente antártico. Posteriormente, hubo más nacimientos y actos jurídicos y administrativos en el Fortín Sargento Cabral, como en cualquier rincón de la Patria. Allí viven ahora familias, hay una escuela, una capilla, una emisora de radio, etc. Con ocasión del inicio del nuevo milenio, en el año 2000 se realizó la segunda expedición científico-técnica al polo sur, al mando del entonces Teniente Coronel Figueroa, con un grupo de hombres emulando la hazaña del 10 de diciembre de 1965. El 5 de enero de 2000 nuevamente la bandera argentina flameó en el polo sur geográfico. Desde el año 2018, el Ejército Argentino sigue trabajando de manera conjunta, integrando el Comando Conjunto Antártico de acuerdo al decreto 368/18, de quien ahora dependen las siete bases permanentes y seis bases temporales que posee la Argentina en el sector antártico argentino.
Historia de la Armada Argentina en la Antártida
Los albores del descubrimiento Antártico
El descubrimiento de la Antártida y sus aguas se remonta a 1603, cuando el explorador español Gabriel de Castilla divisó unas islas, posiblemente las Shetland del Sur. Posteriormente, varios descubrimientos oficiales ocurrieron en 1819, pero fue el foquero inglés William Smith quien alcanzó las islas Shetland del Sur. La primera presencia oficial argentina en aguas antárticas data de septiembre de 1815, durante la guerra de independencia, cuando el entonces coronel de Marina Guillermo Brown, a bordo de la fragata Hércules y acompañado del bergantín Trinidad, fue arrastrado por un temporal al sur de la convergencia antártica. Allí observó indicios de tierra cercana, describiendo: “Después de dar vuelta el Cabo de Hornos y de soportar los vientos reinantes en estos parajes, y después de haber llegado hasta los 65º de latitud, la mar se les presentó muy llana con horizonte claro y sereno, sin malos signos, lo que indicaba que no estaban muy lejos de la tierra...”.
En 1820, dos expediciones, una rusa al mando de Fabian Gottlieb von Bellingshausen y otra estadounidense al mando de Nathaniel Palmer, realizaron importantes descubrimientos antárticos. Sin embargo, hay evidencia de que foqueros de diversas naciones, incluidos rioplatenses, conocían y visitaban esas tierras en sus viajes de caza antes que los exploradores, aunque mantenían en secreto sus hallazgos para evitar atraer competencia.
A finales del siglo XIX, se vivió la llamada “era comercial”, caracterizada por la incursión de expediciones balleneras, aunque también comenzaron a realizarse expediciones de carácter exploratorio. El estado argentino desarrolló sus primeros planes en 1829 con un decreto nacional que establecía la creación de la Comandancia Político-Militar de las Islas Malvinas, cuyo objetivo principal era la protección y conservación de la fauna en las islas adyacentes al Cabo de Hornos, es decir, en las islas antárticas. En 1879, se fundó el Instituto Geográfico Argentino, que posteriormente destacaría la Antártida como una prioridad para la exploración argentina.
En 1880, el entonces presidente Julio Argentino Roca apoyó una expedición científica-polar. Ya en el siglo XX, el estado argentino llevó a cabo diversas acciones que priorizaron el estudio, la presencia y la importancia de la Antártida para el país. Así, el 10 de octubre de 1900, se decidió participar en la expedición antártica internacional, encargándose del establecimiento de un observatorio magnético y meteorológico en la Isla de los Estados. A mediados de noviembre de 1901, comenzó la instalación del faro.
También fue crucial el apoyo brindado a la expedición sueca del Dr. Nordenskjöld, en la que participó el alférez de fragata José María Sobral. Los miembros de esta expedición fueron los primeros en invernar en la Antártida, estableciéndose durante un año en 1902. En 1903, fueron rescatados por la Corbeta Uruguay, ya que el buque que debía replegarlos quedó atrapado entre los hielos, dejando varados a los expedicionarios.
A partir del 22 de febrero de 1904, Argentina comenzó a habitar el continente antártico al adquirir la pequeña estación meteorológica del escocés Bruce, ubicada en las islas Laurie de Orcadas del Sur.
Corbeta ARA “Uruguay”: Pionera en rescates antárticos.
La Antártida, aún inexplorada, era el escenario ideal para el geógrafo sueco Nordenskjöld y su equipo. Carlos Larsen fue quien comandó el buque “Antarctic” hasta el continente blanco, pero antes, hizo escala en el puerto rioplatense. En Buenos Aires, el entonces presidente Julio Argentino Roca se reunió con la expedición y les ofreció carbón, agua y las herramientas necesarias para invernar durante un año. A cambio, debían sumar al equipo al Alférez de Marina argentino José María Sobral. Así, zarparon a comienzos de 1902 rumbo a la Antártida.
Luego de que desembarcaran Nordenskjöld, Sobral y los cinco científicos del equipo en la Isla Cerro Nevado, el buque de Larsen se replegó hacia la zona de Malvinas y Tierra del Fuego para realizar actividades de caza, reparaciones y reabastecimiento. Al año siguiente, el “Antarctic” emprendió su viaje de regreso hacia el sur de la actual base Marambio. Sin embargo, el mar cerrado por los hielos imposibilitó su llegada al punto pactado de encuentro. Por eso, tres de sus tripulantes desembarcaron en lo que hoy se conoce como Bahía Esperanza, con el fin de llegar por tierra y avisar a la expedición de Nordenskjöld sobre la situación del buque.
Otro contratiempo marcaría el destino de la expedición al encontrar la bahía sumergida, lo que dificultó aún más el paso a pie. La fuerza de los hielos cumplió su labor, destruyendo y hundiendo al “Antarctic”, lo que obligó a la tripulación de Larsen a naufragar y buscar refugio en la pequeña isla Paulet. La fecha límite de rescate acordada había llegado y no había novedades, lo que significaba que tanto los expedicionarios como la dotación del navío noruego estaban en grave peligro.
El gobierno de Suecia emitió una alarma internacional el 30 de abril de 1903, y la Armada Argentina, comprometida con la expedición y considerando la participación de uno de sus hombres en el equipo, ofreció su ayuda sin dudarlo. A pesar de no contar con un rompehielos ni experiencia en la Antártida, la Armada acondicionó en tiempo récord la corbeta A.R.A. “Uruguay” para zarpar desde Dársena Norte en mayo de 1903.
El personal de la Marina realizó una serie de modificaciones significativas: cambiaron la planta propulsora, reemplazaron los motores por uno de un destructor, aumentaron la capacidad de carga, reforzaron el casco, cambiaron los mástiles y las velas, y colocaron protecciones en proa y popa para evitar que el mar golpeara las cubiertas. Además, duplicaron los timones y prepararon la calefacción necesaria para la tripulación del Teniente de Navío Julián Irízar, designado para esta misión.
El 8 de noviembre, la “Uruguay” se adentró en la Antártida y avistó una carpa entre los hielos, cerca de la actual base Marambio. Irízar decidió desembarcar y se encontró con dos hombres de la expedición sueca. Juntos, se dirigieron por tierra a Cerro Nevado para reunirse con Nordenskjöld y el resto del equipo. Mientras tanto, la corbeta continuó navegando bajo el mando de su Segundo Comandante.
El Alférez Sobral, con lágrimas en los ojos, relató más tarde la emoción que sintió al encontrarse con Irízar y al ver a la “Uruguay” arribar con el pabellón nacional ondeando en lo alto. Sin embargo, la dotación del “Antarctic” seguía sin dar señales. Esa misma noche, Larsen llegó a Cerro Nevado en un bote con cinco de sus hombres, sin conocer la presencia del navío argentino.
Los expedicionarios, la tripulación de la corbeta y el pequeño grupo del “Antarctic” cargaron los materiales y las muestras científicas recogidas durante dos años, y pusieron rumbo hacia la isla Paulet, donde se reencontraron con el resto de la tripulación de Larsen. Finalmente, el 2 de diciembre de 1903, arribaron a Dársena Norte a bordo de la corbeta, dos años después de la zarpada del buque polar hacia la Antártida.
La Armada Argentina había logrado con éxito y orgullo su primer rescate en el continente blanco. Este hecho se recuerda hoy como el inicio de una fuerza naval comprometida con la salvaguarda de la vida humana en las aguas antárticas, un legado que se refleja cada año en el incansable trabajo de los marinos que patrullan nuestra soberanía.
Más de un siglo de presencia ininterrumpida.
La presencia argentina en la Antártida se remonta a más de un siglo. El 22 de febrero de 1904, se izó por primera vez el pabellón argentino en la Antártida, en Orcadas, marcando el inicio de su ocupación permanente y siendo los únicos en la región durante los siguientes 40 años. Desde entonces, se han llevado a cabo de manera continua actividades geográficas y geológicas.
- Ocupación permanente de una estación científica: Desde hace más de un siglo, se mantiene el observatorio meteorológico y magnético de las Islas Orcadas del Sur, inaugurado en 1904.
- Instalación y mantenimiento: Antes de la firma del Tratado Antártico, se establecieron y mantuvieron otras bases permanentes y temporarias en la península antártica y en islas adyacentes, así como en la barrera de hielo de Filchner, además de numerosos refugios en distintos puntos del sector.
- Trabajos de exploración: Se han realizado estudios científicos y cartográficos de forma continua.
- Instalación y mantenimiento de faros: Se han instalado y mantenido faros y ayudas a la navegación.
- Tareas de rescate y apoyo: Se han llevado a cabo tareas de rescate, auxilio o apoyo, como el salvamento del explorador sueco Otto Nordenskjöld y del buque alemán Magdalena Oldendorf.
Historia de la Fuerza Aérea Argentina en la Antártida
Desde 1949, la Fuerza Aérea Argentina mantiene una presencia ininterrumpida en la Antártida Argentina, con la misión de brindar apoyo a las actividades de investigación científica que se llevan a cabo en el continente antártico. En la región, cuenta con dos bases: Marambio, de carácter permanente, y Matienzo, de carácter temporal.
La Base Matienzo, creada el 15 de marzo de 1961 y ubicada en el nunatak Larsen, se reabre cada año durante la Campaña Antártica de Verano, operando durante varias semanas con una dotación aproximada de diez personas. Su objetivo es llevar a cabo tareas de mantenimiento general, apoyar la actividad científica y preservar el medio ambiente.
Por su parte, la Base Marambio, inaugurada el 29 de octubre de 1969, es reconocida como la principal puerta de entrada a la región, gracias a su capacidad para operar con aviones de gran porte durante todo el año. Entre sus actividades, se asegura el cumplimiento de las normas de conducta para la protección del medio ambiente antártico, el funcionamiento del Centro Meteorológico, la operatividad de la pista de aterrizaje y de los servicios asociados a los vuelos, así como el apoyo a las operaciones aéreas, actividades científicas y tareas sanitarias, de búsqueda y salvamento que se realicen en la zona.
En 1949, la Secretaría de Aeronáutica creó una comisión para estudiar y planificar vuelos sobre el sector antártico que reclamaba Argentina. El objetivo principal era consolidar el principio jurídico de ocupación del territorio y reafirmar la soberanía nacional sobre el mismo.
En 1951, la Fuerza Aérea Argentina constituyó el Grupo de Tareas Antárticas con el objetivo de proyectar y ejecutar operaciones aéreas de apoyo a una expedición científica a la Antártida dispuesta por el Poder Ejecutivo Nacional. Para ello, se asignaron los aviones Avro Lincoln LV-ZEI, un Avro Lancastrian y el Douglas C-47 T-20. El 19 de diciembre de ese año, la Institución inició su proyección hacia el continente blanco con la operación “Enlace”. El tetramotor Avro Lincoln LV-ZEI “Cruz del Sud”, al mando del vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio, acompañado por el Avro Lincoln B-030 (hasta el pasaje de Drake), partió de Río Gallegos rumbo a la Base Antártica “San Martín” en la Bahía Margarita para abastecer, mediante lanzamiento aéreo, al personal que se encontraba imposibilitado de recibir ayuda. Regresó luego de 12 horas y 22 minutos de vuelo, marcando así el primer sobrevuelo de la Fuerza Aérea Argentina sobre la Antártida.
A principios de diciembre de 1952, se creó la Fuerza Aérea de Tareas Antárticas (FATA) con el objetivo de agrupar en Río Gallegos todos los medios aéreos, técnicos y logísticos durante la Campaña Antártica de Verano y ejecutar las operaciones aéreas sobre la Antártida. Su primer jefe fue el vicecomodoro Gustavo Argentino Marambio.
El 15 de marzo de 1961, gracias al esfuerzo conjunto del Ejército y la Fuerza Aérea, se habilitó la Base Conjunta “Teniente Matienzo” sobre el Nunatak Larsen del Grupo Foca, en la barrera de hielo Larsen. Su misión era servir de apoyo a los estudios científicos de las Fuerzas Armadas e institutos de investigación. A la Base “Teniente Matienzo” se asignaron dos monomotores DHC-2 Beaver con esquíes adaptados, que se utilizaron en tareas de enlace, aprovisionamiento de otras bases antárticas y búsqueda y rescate.
En noviembre de 1962 se concretó la Operación “Meteoro”, mediante la cual un avión de la Fuerza Aérea (C-47 TA-33) unió por primera vez el continente americano (Río Gallegos) con la Base “Teniente Matienzo” en la Antártida, donde anevizó. El 3 de noviembre de 1965, el Douglas DC-3 TA-05, modificado a trimotor, junto con dos Beaver, despegó desde la barrera de hielo Filchner y se dirigió hacia la Estación estadounidense Amundsen–Scott, situada en el Polo Sur Geográfico, donde anevizó sin novedades, a pesar de que la temperatura exterior alcanzaba los 58 °C bajo cero. El 12 de noviembre, el TA-05 se dirigió hacia la Estación estadounidense McMurdo, donde anevizó después de 5 horas y 33 minutos de vuelo. El 24 de noviembre, regresó al Polo Sur y aterrizó en la Base “Belgrano” tras cubrir 2822 km en 13 horas y 42 minutos, concretando así el doble vuelo transpolar transantártico.
En 1967, la Fuerza Aérea Argentina llevó a cabo el operativo “Tierra de San Martín” con el fin de estudiar la factibilidad de un terreno apto para operar aeronaves de gran porte con ruedas. Se realizaron vuelos de reconocimiento y aerofotográficos en distintas zonas, obteniendo un mosaico fotográfico de la isla Vicecomodoro Marambio (ex Seymour Island)
En abril de 1969 se llevó a cabo la Operación “Skúa”, en la que participaron, entre otros aviones, el C-130 TC-62, que realizó lanzamientos sobre la Estación Aeronaval “Petrel”. Uno de los objetivos de esta operación era probar el nuevo aparato, que había sido incorporado a la I Brigada Aérea el año anterior, en vuelos de reconocimiento, enlace, traslado de personal y adiestramiento de las tripulaciones. Por su parte, el DHC-6 Twin Otter T-85 llevó a cabo un reconocimiento y relevamiento fotográfico de la isla Marambio.
El 30 de agosto de 1969, tras varios sobrevuelos de reconocimiento sobre el mar congelado cercano a la isla Marambio, un Beaver de la Base “Teniente Matienzo” y otro de la Armada de la Estación Aeronaval “Petrel” anevizaron en la bahía López Bertodano, cubierta por el hielo, al noroeste de la isla Marambio. Estos aviones transportaron a personal de dotación de la Base “Teniente Matienzo” y materiales para la construcción. Se realizaron varios vuelos más, trasladando a ocho hombres y sus equipos.
Se conformaron dos campamentos: el “Beta”, en la playa de la bahía, que serviría de apoyo logístico al segundo, el “Alfa”, que se instalaría el 31 de agosto sobre la meseta ubicada al noreste de la isla. Finalmente, ambos grupos se concentraron en la meseta para trabajar en la construcción de la pista, mientras el Beaver los abastecía por aire.
Instalados en una planicie desértica y en completa soledad, viviendo en carpas de reducidas dimensiones (con capacidad para dos personas), enfrentaron tormentas de viento y nieve, así como bajísimas temperaturas. Su alimentación consistía en enlatados y tomaban agua de deshielo, mientras trabajaban arduamente sobre un suelo pedregoso y de barro congelado, conocido como permafrost. Utilizando picos, palas, barretas y voladuras de trotyl, avanzaron en la construcción de la tan ansiada pista durante cuatro meses.
El vicecomodoro (R) Mario Licciardello recordaba las dificultades que los integrantes de la Fuerza Aérea tuvieron que afrontar para construir la pista: “Se cumplían los dos meses de permanente supervivencia y sudor, con voluntad y espíritu de equipo, rodeados de cientos de piedras, rocas, hielo, chorrillos y barro; sin noción del tiempo, en el frío que nos quemaba y el silencio del silencio, aislados, sin correspondencia, alejados del mundo exterior como presos picapedreros. Con una pequeña radio galena y una antena precaria, con un mástil de caña coligue donde se colgaba nuestra bandera estrujada por el vendaval, alcanzábamos a escuchar una emisora chilena de Punta Arenas”.
“Iniciadas las tareas sobre la meseta, trabajamos ininterrumpidamente bajo el mismo clima reinante, soportando tormentas de nieve y viento. Se talló durante cuatro meses sobre un terreno minado de rocas milenariamente congeladas, seleccionando y volando pedazos con explosivos de los elementos más grandes, eliminando con picos, masas y barretas los obstáculos, montículos y piedras de superficie irregular, y rellenando desniveles y vacíos con las herramientas más precarias, donde a los picos se les doblaban las puntas, sobre un terreno dificultoso de perforar, mezcla de hierro, rocas y pedregullo”, afirmó Licciardello.
Los hombres que integraron este heroico grupo, denominado “Patrulla Soberanía”, fueron: teniente Oscar Pose Ortiz de Rozas; teniente Francisco Mensi; teniente Mario Licciardello; primer teniente Américo Auad; suboficial mayor Arturo Jiménez; suboficiales principales Ramón Velázquez y Aníbal Klocker; suboficial ayudante Castor Ayala; sargento ayudante del Ejército Argentino Lucas Soria; suboficiales auxiliares Juan Luján y Omar Aimaretti; cabos principales Alberto Gallardo y Hugo Ferrari; cabos primeros Luis Fioramonti, José Cortelezzi, Daniel Timo, Adolfo Sissoy, José Medina, Miguel Mignani, Whaldo García y Carlos Schenone.
El 25 de septiembre de 1969, cuando la pista había alcanzado 300 metros, el monomotor DHC-2 Beaver matrícula P-03, con el jefe del Grupo Aéreo de Tareas Antárticas, vicecomodoro Mario Luis Olezza, a bordo, realizó el primer aterrizaje con ruedas de un avión de la Fuerza Aérea Argentina en la Antártida. Le siguió, dos días después, el C-47 TA-05, y el 14 de octubre, cuando la pista alcanzó los 700 metros, aterrizó con ruedas el DHC-6 Twin Otter T-85; todos esos aviones procedían de la Base “Teniente Matienzo”.
Al llegar a 900 metros de longitud por 25 de ancho, se la señalizó con banderolas a ambos lados cada 50 metros y chapas de aluminio pintadas de rojo, y además, se despejó al costado un área de 100 metros por 30 metros para el estacionamientos de los aviones, señalizada con banderolas amarillas.
Inauguración de la Base “Marambio”
El 29 de octubre de 1969, en horas de la mañana, procedente de Río Gallegos, aterrizó en la pista semipreparada el Fokker F-27 Troopship TC-77, que inauguró oficialmente la Base “Marambio”. El aparato trasladaba una comitiva encabezada por el ministro de Defensa e integrada por autoridades civiles y militares. La tripulación del TC-77 estuvo compuesta por el vicecomodoro Ervin Roberto Kern, comandante de la aeronave; el mayor Enrique José Sanzo, copiloto; el mayor Elvio Eder Duval Vaira; los mecánicos suboficiales ayudantes José Luis Altamiranda y Pedro Bessero; y el suboficial ayudante Héctor Tomás D’Onofrio, como auxiliar de carga y despacho. La ceremonia fue breve: se izó el pabellón nacional, se cantó el himno y el ministro de Defensa, Rafael Cáceres Monié, pronunció palabras alusivas.
Desde entonces, la Base “Marambio” cumple un rol fundamental, ya que permitió romper el aislamiento geográfico y climático del continente blanco, y abrió las comunicaciones que estaban vedadas por las condiciones de los hielos en el mar durante las épocas invernales. A la vez, fue y es un punto de apoyo logístico esencial para las expediciones y actividades científicas y técnicas nacionales e internacionales de paleontólogos, glaceólogos, biólogos, sismólogos, vulcanólogos y meteorólogos, entre otros. Finalmente, la Base “Marambio” contribuye a reafirmar la presencia argentina en la Antártida.
Actualmente, la Base cuenta con instalaciones confortables y aptas para albergar y trasladar a otros puntos de la Antártida a exploradores y científicos; además, los traslados se realizan con mayor continuidad que en el pasado y el personal puede viajar con su familia. La primera mujer en prestar servicio durante un año en la Base Marambio fue la suboficial ayudante Sandra Elisabeth Nava, quien, en la temporada 2005/2006, integró la Dotación XXXVII como encargada de la Torre de Control de Vuelo. Al año siguiente, se sumaron las cabos principales Vilma Da Silva Cardozo (operadora de comunicaciones) y María de los Ángeles Bárcena (enfermera); la cabo primero Ingrid Pamela Taborda (auxiliar de pronóstico) y la supervisora Ana Vázquez (observadora meteorológica).
El Ministerio de Cultura y Educación de la Nación, junto con el resto de los ministerios de educación provinciales, incluyó el 29 de octubre de 1969 en el Calendario Escolar para que, a partir de 2004, se conmemore de forma definitiva en todos los niveles de educación de los establecimientos de gestión pública y privada. El objetivo es recordar el Día de la Fundación de la Base “Marambio” como un acontecimiento de trascendencia nacional, histórica y geopolítica.