Una red federal estudia el coronavirus en aguas residuales
Está compuesta por 11 iniciativas distribuidas por distintos puntos del país, que interactúan en el marco de la Unidad Coronavirus.
El grupo “Detección de coronavirus en el ambiente, con foco inicial en aguas residuales" trabaja desde el mes de mayo con el objetivo de determinar la prevalencia y evolución de la pandemia de COVID-19 a nivel poblacional. Se conformó en el marco de la Unidad Coronavirus y es coordinado por la Unidad de Gabinete de Asesores del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación.
La iniciativa, que en una primera etapa se conformó con 4 grupos de investigación para la detección del virus en el conurbano bonaerense y que luego se fue expandiendo hacia otros municipios del país, busca estudiar la evolución epidemiológica de COVID-19 a partir del análisis de muestras de aguas residuales. Para esto, se involucraron distintos grupos de investigación pertenecientes a diversas instituciones del sistema científico-tecnológico, que trabajan en articulación con las empresas de servicios públicos para el tratamiento de desagües cloacales y las áreas de salud de cada región analizada.
Gisela Masachessi es Dra. en Ciencias Biológicas e investigadora del CONICET en el Instituto de Virología José María Vanella de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Nacional de Córdoba. Desde el 2006 que el grupo en el cual trabaja se dedica a la detección y caracterización de virus entéricos y con impacto en salud pública a partir del estudio de aguas superficiales de su región, más que nada en lagos y ríos.
“Actualmente estamos realizando estudios en aguas residuales de nuestra región para la detección del SARS-CoV-2 en un proyecto que es subsidiado por el Mincyt y cuenta con el aval del Ministerio de Salud provincial”, comenta. El estudio tiene como objetivo principal evaluar la circulación poblacional del virus y la participación de las aguas residuales como una fuente potencial de exposición al mismo: “Esto lo haremos mediante la identificación, la cuantificación génica y la caracterización molecular de las cepas. Además, estudiamos la inferencia de la viabilidad, es decir, si hay virus con capacidad de infectar a un individuo susceptible para ver si se pueden generar ‘sistemas de alarmas’ y así poder monitorear a la población”, detalla.
Todos los lunes, Gisela se acerca a la planta de tratamiento de efluentes cloacales de Bajo Grande, y junto a Gustavo Ibarra, jefe del laboratorio de análisis fisicoquímicos y bacteriológicos de la planta, recolectan la muestra del conducto principal de entrada a la planta. También, junto al resto del equipo del Instituto Vanella, analizan muestras de otras cuatro plantas de la Cooperativa Integral Regional de Provisión de Servicios Públicos, Vivienda y Consumo Limitada (Coopi), ubicadas en distintos puntos del Valle de Punilla. Asimismo, trabajan junto al Ministerio de Salud provincial y la Universidad de la Defensa.
Todo este trabajo articulado entre distintas instituciones tiene más de un sentido, en primer lugar, Masachessi explica que las aguas residuales “constituyen una muestra poblacional de la excreción viral a partir de materia fecal de individuos infectados en una comunidad”. Esto significa que estas aguas incluyen la excreción viral de personas sintomáticas como asintomáticas: “Por lo tanto, la detección y cuantificación del genoma viral en aguas cloacales está ligada a la magnitud de circulación del virus en la comunidad y permite, además, a través de estudios de secuenciación genómica, conocer las cepas virales que circulan en esa comunidad”.
En segundo lugar, la investigadora afirma que la presencia del genoma viral en estas aguas puede alertar, en situaciones de desbordes cloacales o malas condiciones de eliminación de excretas, sobre la presencia de una fuente infecciosa de exposición poblacional. “Y finalmente, es de destacar que la presencia de virus en aguas residuales tiene impacto sobre otras matrices ambientales. Esto refleja la importancia del estudio de aguas residuales como fuente de información de la circulación del virus en la comunidad y como potencial fuente de contaminación de aguas superficiales y alimentos”, asegura la investigadora.
Actualmente, son 11 las iniciativas a lo largo del país que participan de la red, con grupos en Salta, Tucumán, Mendoza, Neuquén, el conurbano bonaerense, Mar del Plata y Córdoba. El intercambio periódico y consistente entre los grupos ha acelerado la puesta a punto de las técnicas de muestreo y análisis del virus en aguas residuales. “Se formó un grupo interdisciplinario con todos los virólogos y las virólogas que están trabajando en ambiente en distintas provincias, con quienes nos reunimos cada 15 días para compartir resultados o conversar sobre las técnicas a utilizar”, comenta Masachessi. A la fecha, la metodología está probada y da detecciones positivas en varios puntos de la red. “Creo que el apoyo mutuo está haciendo que esto salga mejor de lo que pensábamos”, agrega.
Este es un trabajo que involucra muchas áreas, disciplinas y organismos: “Pienso que nadie está destinado a salvarse solo, este es realmente un trabajo en equipo. Los pasos que vamos dando entre todos van formando este camino de formación y de búsqueda de soluciones para esta pandemia que nos aborda y sobrepasa a todos. Si nuestro granito de arena ayuda creo que nuestro cometido está cumplido”, expresa Gisela.
Los grupos están financiados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación a través de la convocatoria de Ideas Proyecto de la Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación; la convocatoria Federal de la Unidad Coronavirus; y uno por la provincia de Córdoba.