Un guapo del 900: la obra clásica del teatro argentino que interpela al siglo XXI
Estrenada por primera vez en 1940 y con múltiples representaciones, la pieza subió a escena en el Teatro Nacional Cervantes, con adaptación de Roberto “Tito” Cossa. Su director, Jorge Graciosi, nos cuenta en esta nota sobre la contemporaneidad que conserva la obra, convirtiéndola en un clásico de la dramaturgia argentina.
En el noveno círculo del infierno –el último de ellos y el más espantoso–, Dante Alighieri ubicó en su Divina comedia a los peores ofensores y penitentes. Ellos eran los traidores y recibían el más alto de los castigos. Se dice que traidor es quien rompe la fidelidad o lealtad que mantenía con alguien, de manera fraudulenta y con vileza. Bruto, Casio, Judas, Lúcifer… Sobran ejemplos en la historia, la mitología y los relatos; traiciones que desintegraron desde relaciones románticas apasionadas hasta pactos políticos y diplomáticos. Pero ¿qué ocurre con los testigos de una traición? ¿Qué sucede con quienes presencian la deslealtad hacia alguien querido o a quien también se prometió fidelidad, amor o salvaguarda? ¿Un cómplice? ¿Un traidor de segunda? ¿Ocultar genera culpa?
Ecuménico decidió actuar y saldar cuentas en nombre del honor, el honor de alguien más. La acción también obedecía a su propia condición: la de un guapo de principios del siglo XX. Se trata del protagonista de una de las obras del dramaturgo argentino Samuel Eichelbaum (1894-1967) que, con el tiempo, se convirtió en un clásico del teatro nacional: Un guapo del 900.
Estrenada por primera vez en 1940 y con múltiples representaciones hasta hoy, la pieza vuelve a estar en escena. En este caso en el Teatro Nacional Cervantes, con dirección de Jorge Graciosi y protagonizada por Juan Manuel Correa (Ecuménico López), Patricia Durán (Natividad), Gabriel Fernández (Alejo Garay), Celeste García Satur (Edelmira), Darío Levy (Bravatto), Miguel Sorrentino (Clemente Ordoñez) y música en escena de Carla “Char” Vianello. El gran Roberto “Tito” Cossa, quien falleció el pasado 6 de junio, el mismo día del estreno y a sala llena, fue quien tuvo la idea de llevar adelante el proyecto.
Esta nueva puesta de Un guapo del 900 en el TNC –que continúa en cartelera hasta el 11 de agosto–, es una versión acotada con seis personajes en escena de los 25 que aparecen en la obra original. Cossa como Graciosi –en esta oportunidad y entre las distintas aristas que se desarrollan en la pieza de 1940– pusieron el foco sobre la relación entre Ecuménico, su madre Natividad y Alejo Garay, un político poderoso a quien el protagonista le rinde lealtad. Un conflicto en particular pondrá en tensión el curso de la historia y, a partir de ahí, los efectos también harán tambalear las ideologías concebidas, la conciencia moral e, incluso, la autopercepción del protagonista.
“Tito fue el gran ejecutor, quien realizó la adaptación de la obra. Si bien yo opinaba, junto con su hijo Mariano, Tito Cossa fue el creador de esta síntesis de Un guapo del 900. La obra original es mucho más larga, no sé cuánto puede durar. En este caso, se hizo en siete escenas”, comentó Jorge Graciosi. Y agregó: “Todo el proyecto fue una idea de él. Nosotros nos conocíamos desde hace mucho tiempo y hemos trabajado en diversos proyectos. Una vez más, Tito me volvió a convocar para dirigir la pieza de Eichelbaum”.
Sobre este clásico, y entre los diversos núcleos narrativos, no solo se manifiestan las desigualdades entre dos sectores sociales claramente identificables, mediante elementos simbólicos y materiales que se pueden registrar, como los sociolectos, el vestuario, los espacios que habitan. Sobre todo, se exponen las voluntades y relaciones de poder que dan lugar a aquellas desigualdades y sus acciones en consecuencia. Al respecto, Natividad es uno de los personajes que más tendrá que ver con el enfrentamiento al poder, en aquella Buenos Aires que estaba por cumplir su centenario.
A partir de ello, también se representa el conflicto de la fidelidad, otro de los grandes temas occidentales que podría rastrearse hasta en las primeras obras trágicas de la antigua Grecia. En ese sentido, se da lugar a un tipo de enfrentamiento que no es con el poder, sino con uno mismo y que no estará libre de angustia y soledad. “Soy un fanático de la introspección”, confesó en algún momento Samuel Eichelbaum, y eso puede observarse en gran parte de su producción dramatúrgica. La aflicción, el abatimiento y la indagación a la que llegan muchos de sus personajes –en este caso, el guapo Ecuménico– los acercan hacia la confrontación entre el ser y el deber, hacia el cuestionamiento más íntimo de aquella misma idea de fidelidad. ¿Hasta dónde se está dispuesto a ser leal a alguien o a algo? ¿Cuáles son los límites entre la nobleza y el fundamentalismo? Ecuménico tomará una posición que abrirá un nuevo capítulo en su propia experiencia.
Un guapo del 900, en ese aspecto, no solo podría funcionar como una fotografía de las estrategias e intereses del poder, sino también como aquella que ilustra los valores del coraje y la honestidad para afrontar siempre las consecuencias, aún cuando estas obligan a transformar la vida que uno nunca imaginaba disputar.
“La temática y el conflicto persisten a través del tiempo y generan interés en el espectador. Un guapo del 900 es ejemplo de ello”, compartió el director, en relación con las sucesivas representaciones que ha tenido la pieza desde hace más de ochenta años. Y sobre su poder en escena, concluyó: “El teatro –como todas las artes– conserva una importancia notable porque nos llevan a reflexionar, nos obligan a pensar. Y el pensamiento siempre es la herramienta para enfrentar el poder”. Es por eso que, en el siglo XXI, la obra continúa hablando. Interpelar la contemporaneidad, dialogar con el presente, invitar al cuestionamiento, sin dudas, son las claves por las cuales Un guapo del 900 se hace cargo de ser uno de los grandes clásicos del teatro argentino.
Un guapo del 900 estará en cartelera hasta el 11 de agosto, de jueves a domingo a las 20, en el Teatro Nacional Cervantes (Libertad 815, CABA). Para más información, consultar la web del TNC.
Imágenes: Teatro Nacional Cervantes