Tradición oral y memoria del paisaje, en el Museo Nacional Posta de Sinsacate
El museo y la Asociación Cultural Relatos del Viento realizaron un taller sobre tradiciones orales y saberes ambientales que invita a recorrer el monte, conocer las propiedades de las plantas nativas y conectarse con las leyendas sobre los seres protectores del paisaje. En esta nota, uno de los coordinadores del taller, Pablo Rosalía, nos cuenta cómo trabajan para compartir y salvaguardar la memoria ancestral comunitaria.
Hace tan solo dos años que esa casa blanca en lo alto de la loma, que ya contaba con más de 200 años siendo parte del paisaje, se convertía en Museo Nacional. Por sus galerías y jardines pasó la historia. Construida en 1650 por los jesuitas sobre el antiguo Camino Real, fue refugio de las tropas que iban y venían buscando la Independencia. Allí descansaron varios oficiales que se debatían a los tiros por ser Unitarios o Federales. Fue un parate en el camino para San Martín, Belgrano, Güemes y Remedios del Valle. También fueron velados los restos de Facundo Quiroga tras sus asesinato, y allí quedó hasta hoy su alma en pena que, según las y los pobladores, los visita en forma de luces o sonido de carretas.
Museo Nacional Posta de Sinsacate
El museo forma parte del complejo de estancias jesuíticas cordobesas junto con la Estancia de Jesús María-Museo Jesuítico Nacional y el Museo Nacional Estancia Jesuítica de Alta Gracia. Se encuentra al norte de la provincia de Córdoba, a 70 km de la Capital. Esta rodeado de un pequeño bosque nativo, que de a poco, las y los criollos de la zona volvieron a habitar gracias a las actividades participativas que el museo propone semana tras semana.
Durante algunos sábados de mayo y junio, el museo junto con la Asociación Cultural Relatos del Viento, desarrollaron talleres de historia oral y memoria ancestral para conocer y recuperar los saberes y creencias que se comparten y perviven en las comunidades. Pablo Rosalía es miembro de Relatos del Viento y uno de los coordinadores del taller junto a Patricia Rionda. Desde el 2005 que realizan trabajos de investigación en la provincia de Córdoba, sobre todo en la áreas campesinas y serranas donde todavía viven ancianas y ancianos portadores de saberes. Al momento llevan recopilado más de 400 relatos orales, que registran en lenguaje audiovisual como escrito.
“Dentro del patrimonio cultural inmaterial nosotros trabajamos con un área muy especifica que son las tradiciones orales y otros ámbitos, como son los ritos, creencias y el universo inacabable de saberes. Nos interesa la integralidad de la memoria. Relevamos ritos y leyendas que aparecen desde Alaska a Tierra del Fuego, y eso nos une a nivel americano y latinoamericano. Cuando se habla de la Patria Grande, esta memoria oral tiene tanto fundamento para sentirnos sólidos en ese concepto que es una maravilla”, cuenta Pablo Rosalía.
Taller Historia oral y memoria del paisaje
Saber enfrentar la tormenta, conservar el ombligo de los niños al nacer, curar el empacho o respetar al "Rey de los animales" son algunas de las tantas historias que las y los pobladores conocen y practican en sus territorios. Este sistema de creencias genera un sentido de pertenencia comunitario muy fuerte que les permite vivir en diálogo con el medioambiente, regular el uso de los recursos naturales, anticiparse los vaivenes climáticos, sanarse las dolencias y proteger a sus seres queridos.
-Teniendo en cuenta que la Posta de Sinsacate estuvo ahí desde el inicio de los tiempos, y ahora también como museo, ¿qué rol cumple este tipo de instituciones en relación a la memoria de los pueblos?
-El Museo de la Posta está inserto en una comunidad con un sector criollo y popular muy auténtico que esta tomando y apropiándose felizmente del museo gracias a la gestión de su director, Carlos Ferreyra, y del Ministerio que habilitan esos espacios. El museo tiene un pequeño bosquecito con muchas especies nativas y se pueden encontrar cantidad de yuyos medicinales. Las y los vecinos tiene una referencia muy grande con ese bosque porque siempre estuvo ahí y es parte fundarte de la historia del pueblo. Con este tipo de estas actividades propuestas por el museo volvieron a darle uso ya que buscan los yuyos para su uso medicinal, para ornamentaciones, proteger sus casas. Para ellos el museo no es lo físico sino también son las especies que están asociadas al museo. Uno de los encuentros en el taller fue de interpretación de la flora nativa a partir de los relatos de los pobladores, y los pobladores que participaron tomaban los yuyos y contaban: este palo amarillo se usa para curar la gripe, el poleo para aliviar la pesadez estomacal, el mburucuyá te calma los nervios con solo tres hojitas. Es una maravilla porque cuando se habla de museo vivo esto es un museo vivo!
-En el taller ustedes hablan de “memoria del paisaje”, ¿nos puede contar a qué refieren estas memorias y qué rol ocupan dentro de la comunidad?
-Hablamos de creencias relacionadas a ciertos árboles y ciertas prácticas. Hay árboles que son muy antiguos y son protectores del monte, como el algarrobo, y a esos árboles no se los tala. Hay otros, como el molle, a los que hay que acercarse con cuidado porque te generan una relación alérgica y para ese tipo de arboles hay un rito que sirve para evitar que "el molle te fleche". Hay una práctica muy vigente en toda la provincia de Córdoba que es que los criollos cazadores no se abusan de cazar animales del monte porque la creencia dice que si se abusan, se les aparece el “Rey o Dueño del animal", que es un ser mítico que toma las mismas características del animal que esta cazando y tiene poderes sobrenaturales que asustan al cazador. El cazador caza para lo que necesita, no hace caza deportiva porque esta mediado por esta creencia y ahí se puede ver como una creencia esta logrando un atributo que la modernidad no pudo alcanzar, que es la eficiencia. Una sola creencia ha sido efectiva durante cientos de años para mantener un equilibro con los recursos del monte, en este caso los animales.
Es increíble pero todavía en Córdoba encontramos serranas y serranos que siguen hablando de un personaje femenino que es muy similar a la sirena eurasiática pero es americana y a la que llaman la Madre del agua, y está asociada a las vertientes. La gente dice que la ve a la Madre del Agua y que si le querés hacer daño a ella o a la vertiente, ella provoca que el río se seque. En nuestro trabajo nosotros no apuntamos a si la Madre del agua existe o no, somos muy respetuosos de las creencias de la gente, en lo que hacemos hincapié es en la función social que estas creencias han tenido para lograr una relación y un equilibrio con los recursos naturales increíble. La gente no tocaba la vertiente gracias a la existencia de esa creencia y no hacia falta ni un movimiento ecologista que venga a intervenir para cuidar ese recurso.
-¿Surgieron nuevos saberes en los talleres? ¿Se registran nuevos usos de prácticas ancestrales?
-Sobre una especie hay nueve o diez usos diferentes pero una sola persona no es portadora de todos esos saberes, pero al generar encuentros en la comunidad, te enteras y compartís que esa planta tiene todo esos usos. A veces se da con la gente de la botánica o etnobotánica que investigando ha recuperado información muy antigua y cuentan para que se usaban hace 100, 200 años una planta y respetuosamente, se la comparten a alguna doña de la comunidad y puede que de esa manera se genere un nuevo uso.
En estos talleres en la Posta que se vienen desarrollando, frente a un algarrobo un hombre dijo que para curar el orzuelo había que saludar a un algarrobo antes que salga el sol durante tres mañanas en ayunas y de esa manera, desaparece el orzuelo. Otra señora contó que hay una enredadera que se llama Tasi o La Doca que cuando le arrancas una hoja larga una especie de leche pegajosa y esa leche se usa cuando una mujer que está amamantando no tiene suficiente leche, entonces puede tomar de la enredadera para que "le baje la leche". Es interesante porque esa mujer piensa: “voy a cuidar con amor esta planta de Doca porque cuando mi hija este por dar a luz, tal vez la necesite”.
-En este contexto de depredación del medioambiente, ¿qué sentidos políticos rodean a este tipo de creencias?
-Yo creo que hay un epistemicidio porque existe una presión muy grande de este modelo extractivista que para poder avanzar sobre los territorios, primero tiene que desarticular a las sociedades campesinas, indígenas, criollas, porque están sosteniendo la creencias en deidades protectoras de esos recursos. A estas comunidades se las desarticula de varias maneras: manera violenta-física; erradicándolos habitacionalmente con políticas públicas que se supone que les están mejorando su calidad de vida pero los mudan a 100km de su territorio, sacándolos de raíz; y también de poquito, erosionado este sistema de saberes y creencias. Estos pueblos tiene una posición muy firme en relación a la defensa del medioambiente. No van a poner una bandera como Greenpeace, ni van a dibujar una tierra abrazada por manos, pero ellos CREEN en la Madre del agua o en el Dueño de los animales y saben que si se les falta el respeto a estas divinidades, a ellos como pueblo les va a ir mal. Son los primeros defensores de los recursos de una manera genuina y efectiva. Y muchas veces los Estados no toman en cuenta el poder de estas creencias. Muchas veces nos quedamos en la cuestión folclórica, en que estos son cuentos lindos para transmitir a las nuevas generaciones y no. Estos seres míticos cumplen una función muy precisa. Un mito ha funcionado durante 10 mil años mucho mejor que cualquier programa para reforestar, por ejemplo. El sesgo de lo folclórico ha hecho mucho daño.
-¿Cómo conviven estas creencias con otras vinculadas al cristianismo o a la religiosidad popular como el Guachito Gil o la Difunda Correa?
-No hay conflicto y conviven perfectamente. Son creencias híbridas en donde hay componentes cristianos, con nativos e históricos porque están anclados a una persona de carne y hueso. Hay una conciencia muy mítica en nuestras comunidades, las personas tienen en los estantes de su casa a su virgen y en la puerta tiene la planta de ruda o cachiruyo, y antes de salir de su casa se persignan y tocan la planta de ruda para que los proteja. Es una maravilla como las culturas populares tienen esas plasticidad y domestican para sí creencias de distintos ámbitos.
-Teniendo en cuenta que en la Posta descansaron varios de nuestros líderes de la independencia y que allí fueron velados los restos de Facundo Quiroga, ¿circulan mitos, leyendas sobre algunos de esos hechos?
-Hay muchas historias, sobre todo de Facundo Quiroga que fue asesinado muy cerquita de la Posta, en Barranca Yaco. La presencia de Quiroga sigue muy viva. Las muertes violentas, dentro del pensamiento popular, no se resuelven y quedan las almas dando vueltas y se representan en luces o ruidos. En el trayecto entre el museo y Barranca Yaco, por donde pasaba el antiguo Camino Real, cuentan que suele escucharse el ruido de las carretas que trasladaba a Quiroga.
Descargas
Compartimos la cartilla "El valor cultural de nuestros yuyos y plantas desde sus usos medicinales" (4.87 MB)
Descargar archivo