Testimonio de Fernando Álvarez Rojas, trabajador del INTI despedido en 1976
“Infectaron el INTI con gente armada hasta los dientes, que no se esforzaba por ocultar las pistolas y ametralladoras debajo de los trajes elegantes”, recuerda Fernando Álvarez Rojas sobre la última dictadura cívico-militar, que le quitó su trabajo en el departamento de Física del Instituto, y desapareció tanto a su hermano Federico como a su cuñada Hilda. Desde Brasil, comparte su relato sobre aquellos años oscuros de la historia argentina en el día de los Derechos Humanos.
Fernando Álvarez Rojas era delegado de profesionales del departamento de Física del INTI en 1976, cuando las Fuerzas Armadas protagonizaron en Argentina un nuevo golpe de Estado y en el Instituto tomó el mando el mayor Mario Remetín. “Estábamos en la sala de reuniones, a mano derecha de la entrada, y había unas cincuenta personas de todas las áreas —Física, Química, Alimentos, etc—. Este señor hizo una exposición sobre cómo venían a salvar la patria y que nosotros debíamos seguir con las tareas de investigación. Entonces, cuando terminó yo levanté la mano y le dije que estaba de acuerdo con que la Ciencia y la Tecnología tenían que continuar, pero que eran actividades donde el pensamiento tenía que ser libre y no se podía trabajar en un lugar que estaba infectado de matones armados hasta los dientes. Remetín pegó un salto en su silla de 'medio metro' y apuntándome con un índice me dijo, a voz en cuello, que me iba a arrepentir de hablar así de oficiales del ejército argentino”, amenaza impunemente premonitoria, recuerda Fernando.
La escena continuó con dos personas armadas que lo agarraron de un brazo para sacarlo de la sala. “Les dije que no precisaba porque podía salir por mi cuenta, aunque mis piernas parecían un temblor en Mendoza. Me fui a un hotel y me di cuenta de mi metida de pata porque ya en esa época había desaparecido gente y algunos aparecían colgados de ganchos de carnicería. Yo agradezco, entre comillas, a este animal con ropa (Remetín) porque al día siguiente recibí un telegrama de haber sido 'exonerado' y eso me salvó, porque mi hermano que trabajaba en la CNEA no tuvo la misma suerte y desapareció”, detalla Fernando.
Después de ese día, Álvarez Rojas no volvió nunca más a su casa y se exilió primero en Estados Unidos y luego en Brasil, donde vive actualmente y es catedrático del Instituto de Física "Gleb Wataghin" de la Universidad de Campinas en San Pablo. Con la plata que le prestaron a cuenta de la venta de su auto compró los pasajes, les pidió a sus papás que fueran a Ezeiza a despedirlo desde una terraza y les advirtió que si no lo veían entrar en el avión hicieran lo que pudieran, porque en esa época ya habían desaparecido personas luego de hacer el trámite de migraciones.
Como destaca Eduardo Galeano al inicio de “El libro de los abrazos”, recordar es una palabra de origen latino (re-cordis) que significa volver a pasar por el corazón. Si bien ese “volver a pasar por el corazón” puede ser muy doloroso, Fernando decide recordar porque enfatiza que “la memoria es algo muy importante y es bueno que se sepa que habíamos hecho un esfuerzo muy grande, por ejemplo, en la obtención de diodos semiconductores de estado sólido, adquisición de equipamientos para estudios de microelectrónica, así como en investigación y desarrollo. Pero dejaron todo destruido”.
Su hermano Federico y su cuñada Hilda continúan desaparecidos
Federico Álvarez Rojas (33 años) era físico nuclear y trabajaba en la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Hilda Graciela Leikis de Alvarez Rojas (33 años) era analista-programadora en Bairesco Comunicaciones y Computación, SA. Federico e Hilda fueron secuestrados el 1 de octubre de 1976 en su domicilio de Capital Federal frente a los tres hijos, en un operativo ilegal de detención y posterior desaparición forzada.
Tal como detallan Eduardo Anguita y Daniel Cecchini en su investigación sobre “La brutal sangría de la dictadura en la Comisión de Energía Atómica: cesanteados, desaparecidos y un plan bélico delirante”, cuando la madre se enteró de la desaparición de Federico y de su nuera, fue a hablar con el almirante Isaac Rojas, ex vicepresidente de facto de la autoproclamada “Revolución Libertadora”, con quien tenían un vínculo de consanguinidad. En esos días Isaac se cruzó con el almirante Emilio Massera y le comentó sobre la situación, pero Massera le dijo que había un pacto de sangre entre militares y que nadie podía pedir favores ni contar nada sobre esos temas.
“Antes de irme del país fui a ver a mi hermano y mi cuñada para decirles que esto iba en serio y que no estaban jugando. Él tenía una beca para ir a la comisión de energía atómica en Canadá y estuve tratando de convencerlo para que se fueran. Él me decía que no iba a pasar nada, pero pasó", cuenta Fernando.
Archivo de la Memoria y los Derechos Humanos del INTI