Presidencia de la Nación

"Stabat Mater. Escenas del dolor reciente", en el Centro Cultural Kirchner

Un homenaje a Madres y Abuelas de Plaza de Mayo a partir de la intervención escénico-histórica de la obra Stabat Mater de Giovanni Battista Pergolesi. La entrada es libre y gratuita.

Este viernes 13 a las 19 h en la Sala Argentina del Centro Cultural Kirchner(Sarmiento 151, ciudad de Buenos Aires) se presentará una intervención escénico/histórica de la obra Stabat Mater, compuesta en 1736 por Giovanni Battista Pergolesi.

En la puesta, con dirección escénica y general e iluminación de Pablo González Aguilar, se proyectarán, frente a una cruz suspendida, imágenes que vinculan el texto y la música con el horror vivido en los años de dictadura. La intervención resalta la intensa similitud entre María, una madre de lealtad incondicional, frente al suplicio de su hijo, y la gesta de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Las imágenes a proyectar, montadas por Michel Steinberg y Mariano García, combinan documentales de la década de 1970 hasta nuestros días, en diálogo con ilustraciones creadas por Dalmiro Zantleifer Ojeda.

Participarán la soprano Marisú Pavón y la mezzosoprano Lídice Robinson junto a un coro femenino y un ensamble de cuerdas y órgano, bajo la dirección musical de Miguel Ángel Pesce. La iluminación, dirección escénica y general estarán a cargo de Pablo González Aguilar.

El director Pablo González Aguilar cuenta detalles de esta particular e importante versión de la reconocida obra de Giovanni Battista Pergolesi

-¿Cómo surge la idea de esta intervención a la obra de Pergolesi?
-Siempre tuve la impresión de que la obra Stabat Mater, y por algún motivo especialmente la de Pergolesi, guardaba una relación muy fuerte, o contaba de algún modo, aunque hubiera sucedido antes, la gesta, sobre todo los pasos iniciales de las Madres de Plaza de Mayo.

-¿Cuál es el paralelismo que se plantea con esa gesta de las **Madres y Abuelas de Plaza de Mayo?
-Encontré siempre una intensa similitud entre la actitud de las Marías que estaban haciendo el aguante debajo de la cruz, ilegales, clandestinas, despreciadas, insultadas, y haciéndole frente, sin ningún tipo de cálculo, al poder del Imperio, que en ese momento era el Imperio Romano. Yo creo que cuando las primeras Madres empezaron a caminar y a pedir rendición de cuentas, frente a la Casa de Gobierno en la Plaza de Mayo, la actitud fue exactamente la misma. Y en ellas no había ningún tipo de racionalidad, al menos evidente, desde el primer momento no había ningún cálculo, no había ninguna táctica, era simplemente, “estamos aquí y no nos vamos a ir de aquí hasta que nos entreguen a nuestros hijos”. Esa similitud, a pesar de que al Stabat Mater se lo considera una obra que forma parte de las liturgias religiosas, creo que habla de eso, de la valentía de los perseguidos, de la entereza de un grupo en una situación de absoluta asimetría en cuanto a poder, que no hacía cálculos, que iba a seguir estando.

-¿Desde lo escénico cuáles son las particularidades de la puesta?
-Lo que tiene de particular esta escenificación de una obra religiosa es precisamente eso. En general, las obras religiosas se escenifican cuando están compuestas, ya para ser escenificadas, como es el caso de los oratorios, las misas como las de Bach, “La creación”, muchos oratorios no solamente cristianos, sino también de la liturgia judía. Pero normalmente este tipo de obras, como el Stabat Mater o los Requiem, o las misas incluso, en general, se cantan sin ningún tipo de pretensión teatral, aunque en sí mismo el espectáculo pudiera ser considerado teatral, cuando se lo separa también de la cuestión litúrgica. Lo que hace peculiar esta representación no solamente es escenificar ese momento, sino que, a través de un diálogo entre lo que sucede en la escena, entre los cantantes y los músicos, y lo que va sucediendo en una pantalla panorama, en el final de escena, que de alguna manera actúa como un marco que comprende el resto, ese diálogo es el que establece el enlace, la unión entre una historia y la liturgia y la otra, la historia reciente.

-¿Qué mensaje deja la puesta en el espectador?
-De algún modo podría llegar a decirse que eso es una incógnita. La interpelación se da en varios aspectos. En primer lugar, muestra la soledad de estas mujeres frente a una comunidad y eso se encarna en el devenir dramático de las solistas, que son las Marías o las Madres, y el coro que, inicialmente, lo que hace es insultar, descalificar, invalidar de alguna manera, incluso con una connotación moral, ese reclamo de las Madres. Queremos mostrar esa soledad porque fue una de las razones del dolor. Lo vamos a ver, por ejemplo, en una escena donde ellas están ensordecidas por los alaridos brutales, bestiales, de la fiesta del Mundial, mientras, a pocas cuadras de la cancha de River, también había otros alaridos, que eran los alaridos y el dolor de los torturados. Por una parte es como recordar, porque yo creo que hay responsabilidad en lo que vivimos por omisión, por quienes cometieron esos crímenes, pero también por omisión o por invalidación silenciosa de una gran comunidad que lo que quiso es que no le contaran lo que estaba sucediendo y que trataran de ordenar ese país, donde había un grupo de insurgentes muy molestos, y que no dieran demasiadas explicaciones de qué manera se los neutralizaba, si era posible de noche y en silencio. Creo que eso también hay que mostrarlo, de alguna manera, para entender por qué esas cosas ocurrieron.

El otro es un mensaje que tiene que ver con la búsqueda de lo trascendente, que hay después de la muerte, que hay después de la muerte de todos los desaparecidos y que hay después de la desaparición de todos los hijos, o sea los nietos, los hijos de los hijos. Hay una idea al final de la obra de lo que sería el paraíso, que ese es el lugar donde las abuelas pueden encontrarse con sus nietos y en algún modo, en los ojos de ellos, si esto fuera posible, ver la resurrección de sus hijos desaparecidos.

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