Pizarnik y el trabajo obsesivo del lenguaje
A 86 años del nacimiento de la gran poeta argentina, la escritora y ensayista Cristina Piña comparte cómo y por qué se dedicó a estudiar la obra de Alejandra Pizarnik.
Flora Alejandra Pizarnik nació el 29 de abril de 1936 en el Hospital Fiorito de la localidad de Avellaneda. Fue alumna de la Escuela Normal N° 7 de dicha localidad y de la Zalman Reizien Schule, escuela hebrea donde aprendió la historia de su pueblo, así como la lectura y escritura en ídish. En 1954 comenzó a frecuentar la Facultad de Filosofía y Letras y la Escuela de Periodismo, donde descubrió autores surrealistas. La tierra más ajena, su primer poemario, se publicó en 1955 cuando Alejandra tenía tan solo diecinueve años.
Los años siguientes incursionó en el trabajo de traducciones literarias y colaboró en la revista Poesía Buenos Aires. Lentamente pierde interés en el estudio académico y se decanta por aprender pintura en el taller del artista Batlle Planas. En la misma época comienza a psicoanalizarse con León Ostrov, fundamental en su vida.
Amiga de Manuel Mujica Láinez, Olga Orozco, Ivonne Bordelois, Julio Cortázar y Aurora Bernárdez, en su estadía en París durante los años 60, Pizarnik continuó publicando poemarios. Por uno de ellos, Los trabajos y las noches, publicado por Editorial Sudamericana en 1965 recibió el Primer Premio Municipal de Poesía.
"En el fondo —escribe el 25 de julio de 1965— yo odio la poesía. Es, para mí, una condena a la abstracción. Y además me recuerda esa condena. Y además me recuerda que no puedo 'hincar el diente' en lo concreto. Si pudiera hacer orden en mis papeles algo se salvaría. Y en mis lecturas y en mis miserables escritos", Diarios 1960-1968.
A finales de los 60 recibió la Beca Guggenheim, gracias a la cual viajó a la ciudad de Nueva York. Entabló amistad con la escritora Silvina Ocampo y colaboró en la Revista Sur. Posteriormente recibió la Beca Fullbright en 1971. Durante los años 70 estuvo internada en reiteradas ocasiones por intentos de suicido en el Hospital Pirovano. Tras años de padecimiento, Pizarnik muere en su departamento de la calle Montevideo la madrugada del 25 de septiembre de 1972 luego de ingerir cincuenta pastillas de secobarbital. Fue velada al día siguiente en la Sociedad Argentina de Escritores.
Ana Becciú y Ana Nuño recuperaron y compilaron sus escritos a lo largo de los años. Los archivos de Alejandra Pizarnik se conservan en el Departamento de Manuscritos de la Biblioteca de la Universidad de Princeton en Estados Unidos. Su obra continúa ofreciendo novedosas lecturas a través de las décadas, y como sucede con los grandes y los clásicos, las leyendas sobre ella perviven en el tiempo.
Medium.
Cristina Piña es poeta, ensayista, profesora y traductora. Magister en Pensamiento Contemporáneo (Universidad CAECE) y Licenciada en Letras (Universidad del Salvador), es profesora titular de Teoría Literaria en la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, donde es profesora emérita y Directora del Grupo de Investigación, Escritura y Productividad. Ha dictado conferencias y seminarios en España, Reino Unido, República Checa, París, Israel y México. En 1982 ganó la Beca Fullbright y en 1998 la Beca de Traducción del Ministerio de Cultura de Francia.
Tradujo del inglés y del francés más de ciento cincuenta libros y piezas teatrales, por los cuales recibió diversos premios, entre ellos el Konex en Teoría Literaria y Lingüística (1996-2006), el Konex de Platino en Traducción (2004-14) y la Mención de Honor Domingo Faustino Sarmiento del Senado de la Nación por su trayectoria, en 2011.
Su último libro es Alejandra Pizarnik: biografía de un mito, escrito junto a Patricia Venti.
Libros y letras.
-¿Cómo fue su descubrimiento personal de la obra de Alejandra?
-Su poesía la descubrí a los 18 años, cuando en una de mis visitas e investigaciones en las librerías de viejo encontré un libro –Los trabajos y las noches- del que apenas leí unos poemas de pie –como lo hacían otros amantes de esos lugares mágicos cada vez más raros -, quedé fascinada. Y allí empecé a buscar sus otros libros, de los que de conseguí nada más que La tierra más ajena –su primer libro y posteriormente rechazado por Alejandra al que firmó Flora Alejandra Pizarnik- ya que estaban totalmente agotados. De manera que tuve que conformarme con comprar los que fueron saliendo posteriormente -Extracción de la piedra de locura y El infierno musical y fotocopiar los que me faltaban.
Tuve también la posibilidad de conocerla poco antes de que muriera, pero todavía yo era muy joven y muy tonta, porque le tenía tal admiración a Alejandra que no me atreví a conocerla, cosa que después lamenté toda la vida. Aunque muchos amigos de ella me dijeron que si había podido escribir su biografía –se referían a la que escribí sola hace treinta años, con muy poca o ninguna documentación que sí resultó accesible para la segunda que hicimos con Patricia Venti- era precisamente porque no había caído en el hechizo que ejercía en persona. Pero el remordimiento por mi timidez no me lo puedo sacar hasta ahora.
-Se habla mucho de la poesía, ¿pero qué hay respecto de la prosa que escribió como La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa? ¿Qué hay de su sentido del humor impreso en sus escritos?
-En la biografía está destacado su humor en la relación con sus amigos, con Silvina Ocampo y otros, que era la característica más notoria en Alejandra a medida que fue pasando el tiempo. En cuanto a La bucanera de Pernambuco o Hilda la polígrafa, en la biografía en nuestro libro está más analizada desde el punto de vista de la ruptura trágica que esos textos implican desde la perspectiva de la poesía, ya que en ellos, además de hacer estallar el lenguaje –que concebía como el sostén de su vida y su obra, -tan unidas en razón de su carácter de poeta maldita- hace estallar asimismo al sujeto lírico, que pasa a ser una multitud de voces que parecen ensordecer al lector y anularse entre sí.
Personalmente, más allá de ese aspecto disruptivo, debo confesar que su humor en ese texto no me hace reír sino que me angustia por la desesperación del lenguaje y de todo su trabajo poético anterior que implica y a Patricia le ocurre lo mismo. Es cierto que podría ser un simple momento pasajero, pero que por desgracia la llevó a la muerte al quedarse –en mi interpretación- sin ese lenguaje que había elaborado y al que destruye arrasando también consigo misma como voz poética. En ese sentido hablo de angustia y de sentimiento de lo trágico en el texto en lugar de humor. Pero es una opinión personal que no pretendo que esté generalizada.
El Comercio.
-¿Cómo fue el proceso de investigación, junto con Patricia Venti, para Biografía de un mito?
-Nos manejamos muy bien con Patricia porque ella estuvo, varios años antes, en Princeton revisando todo el material depositado allí –diarios, correspondencia, inéditos, dibujos, etc.- durante dos meses y cuando ya decidimos hacerlo juntas, yo sumé a todo eso lo que tenía de entrevistas personales con sus amigos y su hermana, además de ir a Princeton a mi vez para revisar nuevamente los diarios a fin de ver las partes no incluidas en la edición de 2013 -que aumentó muchísimo el material pero que no es completa- así como revisar a mi vez todos los inéditos, correspondencia. Fue una semana pero pude revisar todo lo que nos hacía falta para completar el material.
Además viajamos a París para entrevistar a su familia francesa con la cual había vivido durante un tiempo cuando se fue a Francia. Fueron sus primos los que nos dieron una serie de datos imprescindibles para comprender mejor a Alejandra durante ese período. Por fin, completamos las entrevistas con amigos que no estuvieron disponibles cuando yo hice la primera biografía. Entre ellos fue fundamental el nuevo aporte de Myriam, su hermana, con quien me reuní durante dos meses y medio una vez por semana para completar sus datos sobre la infancia de Alejandra y su adolescencia. A esto hay que sumarles el volumen de Nueva Correspondencia Pizarnik que hice unos años antes con Ivonne Bordelois y la correspondencia con León Ostrov que publicó su hija Andrea.
Astorga redacción.
-¿Cual es su opinión acerca de la imagen y las versiones cinematográficas o teatrales que se han creado sobre ella? ¿Cuánto cree que realmente se acercan a su figura?
-Creo que la imagen que se ha armado a través de versiones cinematográficas y teatrales ha ido formando un mito más que un acercamiento biográfico, que es el que circula entre muchas personas, que a veces ni han leído su obra. Considero que no se acercan a la verdadera Alejandra sino que toman los rasgos más llamativos y transgresores de su biografía sin prestarle la debida atención a la obra, a su trabajo obsesivo del lenguaje, a su consagración a la escritura que no se pueden dejar de lado ni en una biografía ni en las reconstrucciones de su figura que se hagan sea en cine o en teatro. Porque así se arma ese mito vacío de la poeta maldita de la que se ignora la fusión entre vida y poesía para recalar sólo en los aspectos más anticonvencionales de su vida. Es que no se puede hablar de poeta maldito sin anudar vida con poesía ya que, si no, queda sólo una figura casi caricaturesca de la pura transgresión sin la parte literaria que la sostiene.
El País. Suplemento Babelia.
Portada: diario Clarín.