Paloma Contreras, protagonista de “Aurora trabaja”: "Todo el tiempo en el texto la fantasía dialoga con lo que llamamos realidad"
En esta entrevista, la actriz argentina se explaya sobre la experiencia de ser dirigida por su madre, Leonor Manso, y desata los nudos de una trama que habla sobre la opresión de una mujer trabajadora.
En medio de un bosque neblinoso hay una casita pobre donde viven una joven que trabaja en una estación de servicio, dos mellizos con síndrome de down y una viejita que teje y teje. Parece el inicio de un cuentito, pero no.
Aurora trabaja es una fábula, una poética alegoría sobre la opresión. Es temporada de caza de ciervos y la llegada de unos norteamericanos trae consigo una propuesta de más “trabajo” del Loro, el abusivo jefe de la protagonista.
Paloma Contreras Manso es Aurora, el personaje central de esta historia, que se niega a ser un trofeo de caza. El texto -que obtuvo el tercer puesto del Premio Nacional 2020: Dramaturgias escritas por mujeres del Instituto Nacional de Teatro- es de Mariana de la Mata y la dirección es de Leonor Manso que vuelve al Teatro Nacional Cervantes para dirigir por primera vez a su hija.
El elenco lo completan Ingrid Pellicori, con una interpretación impresionante de Irene, la viejita tejedora; los hermanos Juan y Mariano Garzón, como los mellizos cuidados y protectores, y Gabo Correa como el Loro, ese patrón con piel de lobo que acecha en el bosque.
“Aurora trabaja es también un cuento que bebe de imágenes opacas, para construir una atmósfera encantada donde no todo es lo que se ve. Una historia que sigue la pista de los hilos que anudan, igual que el tejido sin pausa de Irene, violencia expresiva con violencia concreta. ¿Quién determina el valor de nuestra vida? ¿Hay cuerpos útiles y cuerpos inútiles? ¿La caza es una metáfora o es la imagen adecuada para nombrar lo que sucede con los vínculos signados por el puro deseo de dominación?”, reflexiona la autora en el texto del programa de mano.
En esta entrevista, Paloma responde sobre la experiencia de trabajar con su madre, Leonor Manso, y sobre los hilos de una trama que mezcla fantasía con realidad.
—Trabajaste en el Cervantes en un contexto totalmente distinto. Coincidiste con Leonor sobre el escenario en La pasión según Teresa von Hauptbahnhof en el ciclo Nuestro Teatro que se realizó filmado durante la pandemia. ¿Cómo fue ese proceso?
—Recuerdo estar muy agradecida y muy emocionada. Era rarísimo igual porque ahora parece todo tan ridículo, pero en ese momento eran las cuestiones que debíamos afrontar. Como éramos contacto estrecho, mi mamá y yo podíamos tener una cercanía en el escenario que con el resto de los compañeros no (en el elenco estaban Anabella Bacigalupo, Julián Cabrera, Ernesto Claudio y Carlos Defeo).
También se jugaba con esa premisa espacial. La directora, Nayla Pose, tenía que articular una ficción pensada para hacerla en vivo con el hecho de filmarla, que ya es raro para el teatro, además de lidiar con el distanciamiento social.
Pero bueno, en su momento fue un respiro, una bocanada de aire: volver a verse con los compañeros, volver a trabajar en ficciones, poner la cabeza y el corazón en otro punto. Además ese año se había declarado a los actores como “no esenciales”. La perspectiva era muy dura en relación a cuándo y cómo íbamos a poder volver a hacer nuestro trabajo. Después, la realidad se resolvió más sencillamente de lo que creíamos, pero fueron meses muy largos y muy duros. Así que esa experiencia la atesoro con mucho cariño.
—¿Es la primera vez que Leonor te dirige en teatro?
—Sí, es la primera vez. Sí había participado en un espectáculo performático que Leonor hizo hace muchos años en lo que era la Cárcel de Mujeres de San Telmo (que ahora es el Museo Penitenciario). Fue muy hermoso, pero allí éramos más de 50 personas, muchos actores y actrices profesionalizados. Y yo participé con mi grupo de teatro de la adolescencia. Era una dirección de otro orden, no muy parecida a Aurora trabaja.
—¿Y cómo se está dando este proceso de dirección, teniendo en cuenta la relación que tienen y que vos ya dirigiste una obra de tu autoría?
—La verdad es una experiencia muy hermosa. Sabía que las dos estábamos maduras y nuestro vínculo también, que iba a suceder todo en armonía, pero realmente me sorprendió la compatibilidad, cómo yo me pude dejar dirigir y cómo ella me fue llevando y llevando.
Y me sigue llevando porque eso también es muy lindo en el teatro: este jueves arrancamos la tercera semana de la obra y ya sé que será una obra distinta a la que estrenamos porque hay algo en las funciones que hacemos de jueves a domingo que hace que el trabajo crezca y cambie exponencialmente en muy poco tiempo.
Leonor sigue viniendo a ver las funciones porque la pasa bárbaro y además porque somos un grupo re lindo. Eso también, me parece, es una gran tarea de dirección: lograr que todos los intérpretes estemos contentos, que nos guste hacer la obra, más allá de que en algún momento hubo dificultades porque la obra es particular. No es convencional. No tiene, digamos, una cuestión aristotélica tan rígida. Es muy poética y el elenco es muy diverso.
—Desde que el público entra a la sala del Cervantes, la puesta en escena, la inmersión en ese espacio pequeño, el sonido del bosque, la iluminación nocturna dan la sensación de adentrarse en un sueño. ¿La obra tiene algo de ensoñación?
—Sí. De hecho, el personaje de Ingrid, Irene, siempre está hablando de ese sueño que la persigue, donde hay como una nave, pero también hay un incendio.
Eso es algo que también desde la dirección Leo nos marcaba: estas personas también se salvan con la fantasía. La fantasía y la imaginación como un lugar no solo de reparo sino también de fortaleza. Porque a Aurora la fantasía la salva y la ayuda a determinarse y a decir: “No. Me voy a transformar. No voy a dejar que esto me siga pasando”. Incluso el personaje del Loro, con toda la carga que tiene, también fantasea: “con los norteamericanos nos podemos salvar, mirá si crecemos”.
Así que sí, es tal cual, una ensoñación. Todo el tiempo en el texto la fantasía dialoga con lo que llamamos realidad. Creo que eso hace muy atractiva a la obra y a la puesta también, con ese bosque y esa neblina sobre el escenario.
—Claro, la obra habla mucho de la realidad social porque se encara desde la perspectiva de una mujer asalariada, como dice la frase de Silvia Federici que se incluye en el programa de mano, que es víctima de violencia y abuso pero que no se resigna. ¿Cómo trabajaste desde la actuación esa evolución?
—Bueno, con gran apoyo y una gran insistencia desde la dirección para insuflar ese coraje que no sé si yo tengo, pero que por suerte con Aurora lo puedo expresar. Obviamente una actúa y le aporta a los personajes lo que tiene. No hay otra cosa. Pero Leonor ahí estuvo muy firme en transmitir que Aurora dice “No”. Por más que se haya acostumbrado un poco a la violencia, o la haya naturalizado quizá, hay un momento con la llegada de estos extranjeros -que ella ve como extraterrestres- que dice: “No y no. No quiero ser como este animal hermoso al que cazan. No quiero más someterme a eso”.
Siento que ahí el trabajo de la dirección con este personaje fue vital porque se trata de animarse a dar ese salto, a construir esa vida con esa posibilidad de transformación.
—¿Y qué es lo que pasa en esa casa un tanto disfuncional, donde uno no sabe bien quiénes son esos personajes para Aurora?
—Lo fuimos armando también en los ensayos porque no es muy clara la procedencia de los personajes, cómo llegan los melli a ese hogar. Sí está claro que ella los cuida y a la vez se siente cuidada por ellos. Hay amor, pero llevándolo a lo no verbal, lo que hay es protección de un lado y protección del otro.
Y en el caso de Irene, la autora dice que es la madre, pero no lo hemos armado así. Sí ocupa el lugar de la madre que queda en casa, que hizo cosas por sus hijos, que teje todo el tiempo y que ahora se queja del dolor en las manos, los nudillos. En definitiva es otra mujer que trabaja. Irene también le exige a Aurora, pero después de haber laburado un montón.
¿Cuánto trabajó para que ahora le duelan los nudillos y cuántas situaciones de violencia también naturalizó? De alguna manera se alinea con el personaje del Loro en esa exigencia de traer el mango sin importar el sacrificio, porque él es la autoridad. El Loro es quien detenta el poder porque es hombre y porque le da el trabajo. Ella, como una mujer más cansada y que tal vez ya pasó por varios trabajos, termina alineada con el jefe no tanto por convicción sino por naturalización.
—¿En el guion los mellis son personajes con síndrome de down?
—No dice específicamente qué tipo de condición tienen los chicos, pero por el contexto y el texto que tienen se desprende que sí.
Creo que el hecho de que lo interpreten Juan y Mariano enriquece la obra. Bueno, es lo que pasa con el salto del texto como literatura al teatro como puesta y obra dinámica.
La interpretación de los chicos le aporta mucha ternura y mucho humor a un texto que tiene su crueldad. Su presencia también habla de porqué ella los quiere tanto y porqué los considera sus hijos.
Además, Juan, Mariano y yo tenemos un vínculo muy hermoso. No es la primera vez que trabajamos juntos. Lo hicimos en dos oportunidades haciendo danza con el coreógrafo francés Jérôme Bel. La primera vez, en el Museo de Arte Moderno en un ciclo que organizó Alejandro Tantanian" y luego en el FIBA. Creo que esa confianza y cariño que construimos antes le suma mucho a la pieza.
—¿Cómo es trabajar con Ingrid Pellicori?
—A Ingrid la amo. Por suerte es la tercera vez que me toca compartir escenario con ella. Hicimos en 2016 Todas las cosas del mundo, una obra de Diego Manso y dirigida por Rubén Szuchmacher. Y en 2010 trabajamos juntas en 1810, en el Teatro de la Ribera y dirigida por Eva Halac.
Ingrid es muy amiga de Leonor, así que se construyó algo muy hermoso entre las tres. También me generaba mucha tranquilidad. Para mí era y es un desafío porque la obra se llama Aurora trabaja. Entonces quien interpreta a Aurora tiene que ubicarse en un lugar que si una no da el salto, hay cosas que no suceden.
Tener a Ingrid como compañera me daba mucha tranquilidad y mucha seguridad. Es igual con Gabo Correa, aunque con él nos conocimos ahora. Muy feliz de mis compañeros.
—La sala se llena, ¿qué repercusiones han tenido sobre la obra?
—Fue una sorpresa porque antes de estrenar ya teníamos las dos semanas que el Teatro saca a la venta full sold out. Eso ya es estimulante, aunque también da miedo. Pero una vez que estrenamos mucho de eso se asentó y a una solo le queda disfrutar el interés de la gente.
Los amigos con los que hablamos nos dicen esto de que la obra tiene un lenguaje particular; es como como un cuentito que tiene algo de fábula. Y que eso se disfruta mucho. Siempre digo que el teatro es como “pegarse un viajecito”. A mí me encanta y creo que a la gente le pasa lo mismo.
Aurora trabaja se presenta hasta el 17 de diciembre, de jueves a domingo a las 19.30 h en el Teatro Nacional Cervantes, Libertad 815, CABA. Localidades: 900 pesos, disponibles en Alternativa Teatral y en la boletería del teatro. Descuentos a jubilados y estudiantes.
El diseño sonoro y la música de la obra es de Pablo Jivotovschii, el diseño de video de Mariela Bond, el de iluminación de Verónica Alcoba, el de vestuario de Mariana Seropian, el de escenografía de Laura Copertino. La obra tiene coach en actuación de Jimena Garcia Bal, asesoría artística de Mónica J. Paixao, realización de tejidos de Marianne von Lücke y grabación y masterización de Martín Chebli Murad.