"Operativo Sapucay", una historia de película
Cuenta la historia que en el pueblo de la Virgen de Itatí, ubicado en nuestra provincia de Corrientes, los rezos se cambiaron por drogas. Y ya nada fue lo mismo.
Pero así como todo tiene un comienzo, también tiene un final. Y si hay decisión, firmeza y convicciones, las cosas pueden ser diferentes. Esto es lo que ocurrió en Itatí, donde los buenos ganaron una gran batalla. Y siguen luchando para ganar la guerra.
Si alguien le acercara esta historia a Steven Spielberg o Quentin Tarantino para que escriban el guión de una película, seguramente la desecharían por ser demasiado exagerada y por ende, muy poco creíble.
Pero cada hecho que se relata a continuación fue real. Y ocurrió en nuestro país.
Esta es simplemente la versión corta, porque la larga, la real, ocupó más de tres años de investigaciones, lo que implica más de 36 meses en la vida de cientos de personas que se involucraron y dejaron sus cuestiones privadas de lado para investigar, desenmarañar, localizar y entender cómo funcionaba y hasta dónde llegaba esta mega organización delictiva que finalizó con lo que se conoció como el "Operativo Sapucay" o el "Caso Itatí".
En el último capítulo, vemos cómo detienen al Intendente de Itati, a su viceintendente, a un comisario, un abogado, a delincuentes y hasta a personal de las Fuerzas, todos ellos involucrados en la venta de drogas a diferentes provincias.
Pero en el primer capítulo, vemos sólo a tres mujeres que vendían marihuana en la Villa Zavaleta, que abarca los barrios de Barracas, Parque Patricios y Nueva Pompeya de la Capital Federal y que alberga unas 50 mil personas.
La historia comienza cuando personal de Gendarmería observa sus movimientos, y luego de realizar tareas de investigación, llegan al proveedor de estas vendedoras al menudeo.
Aquí es donde aparece "Paqui". Y todo podría haber terminado allí. Pero todavía nadie imaginaba que esta historia aún no había comenzado.
Corría el año 2014.
"Paqui" llevó a los gendarmes hasta quien coordinaba varias células de venta de diferentes drogas.
En esas células aparecen relacionados nombres como Pedro Villar (el marido de la famosa Margarita Di Tullio o "Pepita La Pistolera") y Carlos "El Chaqueño", detenido en Marcos Paz por la operación "Gel Blanco", entre otros.
Entre los proveedores también apareció "Dany", que asesoraba a María Fernanda Pazos sobre cómo mover la droga.
"Dany" se jactaba de estar dentro del narcotráfico "por la adrenalina que me provoca. No porque necesite la plata", según surgió de escuchas telefónicas. De hecho, cuando allanaron una propiedad de "Dany" en San Vicente (provincia de Buenos Aires) se encontraron con una cocina de cocaína gigante y un importante arsenal de armas de guerra.
Mientras tanto, continuaban las investigaciones, las escuchas telefónicas y los "trabajos de calle". Y gracias a María Fernanda Pazos, llegan por primera vez a la conexión de las drogas con Itatí, un pueblo de la provincia de Corrientes que tiene un poco más de 7000 habitantes.
La historia comienza a enredarse y el personal de Gendarmería empieza a vislumbrar la punta del ovillo que los llevaría a una gran red de tráfico de drogas desde Paraguay a Itatí para ser distribuida en diferentes provincias argentinas. Y de ser el pueblo de la Virgen, se transformó en un núcleo importante donde convivían el crimen organizado con las autoridades policiales y el poder judicial.
Se realizaron varios allanamientos, entre ellos, los que resultaron en la detención de algunos paseros o fleteros (quienes trasladan la droga y la dejan donde se les indica para que la recojan) a través de quienes surgen más datos.
Y la red sigue creciendo.
Más allanamientos, más detenidos.
Más horas de escuchas, vigilancia, interrogatorios.
Ya estamos en el 2016.
Y entonces aparecen más organizaciones y más nombres, como Luis "Gordo" Saucedo, Federico "Morenita" Marín y Carlos Alberto "Cachi" Bareiro, líderes de tres bandas que, en definitiva, conformaban una única organización criminal.
Saucedo y Marín, además, abastecían de droga a la banda de "Los Monos" de Rosario, hoy detenidos y encarcelados.
Todos respondían a Bareiro, que era como el Pablo Escobar de Itatí. Todos le tenían miedo y, como en la ficción, lo llamaban "El Patrón", quien manejaba todo desde la cárcel de Chaco, donde estaba detenido.
Mientras todo esto se iba conociendo, el 14 de febrero de 2017 detienen a María Alejandra Terán (hija del intendente de Itatí) y a su marido porque en su auto encontraron 188 kilos de marihuana.
Una semana más tarde, Hernán Aquino -hermano del viceintendente- y Vanesa Sosa -hermana de la concejal Marcelina Sosa- eran interceptados y capturados por Prefectura Naval cuando viajaban en una camioneta en la Ruta Nacional Nº 118 a la altura de Loreto, transportando más de 500 kilos de marihuana.
El círculo en torno al intendente Natividad Terán y a su segundo, Fabio Aquino, comenzaba a cerrarse.
Y una vez más, nadie imaginaba que el entramado se iba a extender hasta donde lo hizo finalmente.
El Intendente no era un "perejil", como él mismo se definió llorando para despegar de la causa, sino que tenía un vínculo directo con los narcotraficantes, a quienes además brindaba protección. Todo está registrado en miles de horas de escuchas, muchas de ellas en tiempo real. Y en las que usaba, junto con sus interlocutores, términos disfrazados como "surubí" o "dorado" para referirse a los paquetes de marihuana según su calidad.
Por testimonios de testigos y por datos de la investigación, se estima que el dinero para la campaña de Terán provino directamente de Saucedo.
Los allanamientos y las detenciones llegaron también hasta el comisario del pueblo, Osvaldo Ocampo Alvarenga, que fue acompañado por los oficiales Quintana y Molina. Según los testigos, ademas de no recibir denuncias ni realizar controles, la policía de Itatí le vendía armas a los delincuentes.
En los últimos allanamientos, la Gendarmería encontró 2 panes de marihuana en un calabozo y en el escritorio del comisario.
Pero la red continuó escalando y a través de las escuchas, se llegó al sargento Carlos López y al subcomisario Rubén Ferreyra. Además de "arreglar" con las bandas, los federales revendían la droga secuestrada en operativos simulados. Así es como Gendarmería encontró nada menos que 17 panes de marihuana escondidos en el despacho de Ferreyra.
No hay discusión: la realidad supera a la ficción.
El abogado Omar Serial, defensor de los narcos y de sus familiares, también fue investigado por una serie de excarcelaciones y otros beneficios, a cambio de dinero.
El juez federal Carlos Soto Dávila también estuvo bajo la lupa, por cohecho, falsedad ideológica, estafa procesal y encubrimiento y fue apartado de siete causas, incluida la operación "Sapucay".
Más de 70 detenidos, una similar cantidad de motos, lanchas, autos y camionetas, droga y armas, fue el resultado de más de tres años de investigación y trabajo incansable por parte de hombres y mujeres que dejaron su vida de lado para liberar las calles de drogas en una mega red que -según se estima- movía unos 15 mil kilos de drogas por año.
Por lo pronto, la cúpula de la Policía Federal en Corrientes fue descabezada. La policía de Itatí tiene un comisario provisorio y la justicia se está investigando a si misma.
Pero lo realmente interesante viene ahora...
UN OPERATIVO DE PELÍCULA
2 de la madrugada del 14 de marzo de 2017.
A la provincia de Chaco comenzaron a llegar micros y más micros con gente. Mucha gente. No iban a un partido de fútbol. Ni a un recital.
Eran gendarmes que iban a trasladarse a Itatí para sorprender a todas las personas involucradas en una megacausa de narcotráfico, con el intendente a la cabeza.
Cuando estuvieron todos reunidos, partieron hacia Corrientes.
Los dos primeros micros estaban ocupados por el equipo de comunicaciones, que debía instalar todo el sistema lo más rápido posible en el cruce de la Ruta 1 y Av de Mayo.
Todo en silencio. Sigilosamente.
Mientras, se recorría la Costanera de Corrientes capital para "levantar" testigos. Se necesitaban 2 por cada allanamiento, o sea, 64 en total.
Eran alrededor de las 5 de la mañana y por suerte, pudieron reunir las personas que requerían para llevar adelante el trabajo.
En general, todos reaccionaron bien. No sabían qué es lo que harían pero querían ayudar.
Todos los involucrados o "blancos" habían sido vigilados. No podían escaparse.
Ninguna información sobre este momento se había filtrado.
6 de la mañana.
Todos dormían.
Entonces, casi 700 gendarmes -cual hormigas trabajadoras- ingresaron a 32 domicilios en forma simultánea. En segundos, los gendarmes -hombres y mujeres camuflados, sin dormir por más de dos o tres días, pero con toda la adrenalina de saber que cumplían con su misión- decidieron cómo ingresar a cada lugar, por qué puerta, saltando rejas o -si era necesario- rompiendo ventanas. Detuvieron a todos, nadie se rebeló. Salvo el viceintendente, que por un momento quiso amedrentar a sus captores utilizando su poder. Pero no hubo heridos ni muertos.
Los gendarmes no buscaban drogas. Porque después de 3 años, sabían que la droga estaba. Que se vendía, se trasladaba, se distribuía. El objetivo era apresar a los integrantes de una red enorme, que promueve uno de los flagelos más terribles para cualquier sociedad.
Y lo lograron.
LOS CHICOS
El crimen organizado no conoce límites, no tiene códigos, no respeta edades ni clases sociales.
Es por eso que reclutaba niños en la puerta de sus escuelas para que hicieran de "Chajá", o "campana" y avisaran cuando la policía u otra de las Fuerzas estaban cerca de donde se realizaba alguna transacción ilegal.
También hacían de "maleteros" y transportaban la droga hasta algún lugar señalado.
Estos chicos, seguramente, tienen su destino marcado. Porque lo que viven es natural para ellos. Porque por hacer estas tareas les pagan y ganan dinero fácilmente. Sus padres no saben donde están o qué hacen -o tal vez sí, pero callan por miedo o por conveniencia- entonces no tienen impedimento alguno para seguir con su "trabajo".
LOS MENSAJES OCULTOS
En el transcurrir de estos tres años, muchas noticias fueron publicadas en los medios, pero algunas de ellas resultaron falsas.
Hubo dos muy llamativas:
la primera indicaba que la nieta del intendente había intentado suicidarse, tirándose de un puente, entre otras cosas porque "Amo mi familia pero lástima que algunos fallaron pero la vida es así, ya no quiero más penurias, tristeza oscuridad ya no quiero ser una maricona que llora por nada", según habría escrito en una carta de despedida a su novio. Pero esto resultó ser mentira: la nieta de Terán es pequeña, no tiene más de 6 o 7 años;
la segunda tuvo que ver con un hecho sangriento: en una ciudad brasileña lindera a Paraguay encontraron el cadáver descuartizado de quien habría sido un testigo protegido en la causa "Sapucay", apenas unos días antes de declarar. Pero resultó que, si bien el hallazgo fue cierto, nada tenía que ver la víctima con este caso, sino que se supone fue un ajuste de cuentas en la zona de Pedro J. Caballero.
Historias que corren, a veces, ¿como mensajes entrelíneas de los delincuentes para quien sepa leerlos?...
ESCUCHAS INCÓMODAS
Un grupo de gendarmes se dedicó a escuchar sin descanso todas las conversaciones de los involucrados en tiempo real. Hubo más de 200 líneas intervenidas. Y hasta 47 líneas en el mismo momento, en vivo.
El objetivo es conocer muy en profundidad a cada personaje. Saber quiénes son, qué hacen, a dónde van, con quiénes se relacionan, qué les gusta y qué no. Como en las películas.
Por supuesto, no todas eran charlas referidas al narcotráfico. En algunas había discusiones maritales, como entre la hija y el yerno del intendente, en la que él amenazaba: "Yo puedo hundir a tu familia, porque sabemos de dónde viene la plata..."
Se escucharon también intercambios cariñosos entre amantes.
O justificaciones de maridos a sus esposas por su ausencia, asegurando que estaban cumpliendo con su trabajo cuando en realidad estaban con otra mujer.
Otra de las escuchas indicaba que la hermana del viceintendente había obtenido un crédito, nada menos que para comprar droga. Con tanta mala suerte, que le incautaron el cargamento en Chaco. Entonces no sólo perdió la droga, el dinero de la posible venta y su ganancia, sino que además tuvo que seguir pagando el crédito.
EN PRIMERA PERSONA: experiencias de los protagonistas
En este caso pantagruélico trabajó mucha gente. Y cada uno lo vivió de manera diferente, Cada uno tiene una historia distinta para contar. Pero vamos a conocer dos de ellas.
La del Sr. G (32 años, casado con una ciudadana común, con una hija pequeña) y la de la Sra. V (28 años, casada con un gendarme, sin hijos). A continuación, algunas apreciaciones, sensaciones y comentarios:
Sr. G: Yo trabajaba en Seguridad Vial, pero siempre quise investigar. Hasta que uno de mis jefes me enseñó todo. Y con el tiempo, llegué a la División Drogas. Esta es mi vida, es mi hobbie, es lo que me gusta hacer. No quiero estar en otro lado que no sea éste. Mi hija sabe que soy gendarme, pero todavía no entiende lo que hago. Lo que sí entiende es que a veces me voy por mucho tiempo, y quiere ir conmigo, porque me extraña. En el caso Sapucay fueron 3 años intensos de no estar por períodos largos, de cambiar mi fisonomía, vestirme diferente, no dormir, estar atento al celular las 24 horas porque si había alguna escucha importante, había que actuar.
Pero esto es lo que me hace bien.
A mi mujer trato de darle consejos para que sea precavida en la calle, porque mi trabajo puede exponerla. Le pido que no dé datos por teléfono, que mire bien cuando entra y sale de casa. Todo lo que deberíamos hacer todos en realidad.
Algo que me dolió mucho, dentro de este caso, fue la muerte de Luana: el 19 de agosto de 2016 Eustaquio Noguera (suegro del viceintendente de Itatí y que se encargaba de trasladar la droga desde Paraguay al pueblo correntino) junto a Noelia Noguera -cuñada del Viceintendente de Itatí- y su hija Luana de 6 años murieron al volcar una lancha que volvía del país vecino. La nena estaba ahí porque la llevaron a propósito; usan a los más pequeños para no llamar la atención, para simular que pasean o que están pescando. Y yo tengo una hija de la misma edad. Nunca la hubiera dejado morir. Me hubiera muerto con ella. No puedo entender que no cuiden a las criaturas. Es muy doloroso.
Por otro lado, la policía estaba del lado de los malos, y cuando detectaban nuestra presencia -ya sea en la ruta o vigilando alguna casa- nos seguían, nos interceptaban, nos registraban. Y avisaban a los narcos. Vivimos momentos de peligro y de mucha tensión. Pero es parte del trabajo, no tenés tiempo para dudar.
Después que finalizan la investigación, los operativos, las instancias administativoas y judiciales y estoy cara a cara con los delincuentes ya detenidos y más tranquilos, trato de generar conciencia. Me sale hablarles, preguntarles por qué eligieron este camino, aconsejarles que cuando salgan no lo repitan. Que pueden cambiar su vida. Muchos reconocen que se equivocaron. Otros saben que van a volver a hacerlo.
Y cuando todo termina, me siento desconcertado. Por un tiempo parezco un ente. Hasta que aparece otra investigación.
Sra. V: Yo vivo el momento de la acción como si fuera una broma, o como si estuviera jugando. Me obsesiono y me meto tan adentro que no me doy cuenta de la dimensión que tiene todo. En este caso, sobre todo, que cuando terminó y pude verlo a distancia fue como un shock.
Habiamos detenido al intendente, a la cabeza de un pueblo. ¡El intendente! Y a un comisario, abogados... La cantidad de detenidos también fue mucha. Y ni hablar de los autos. Llevamos todos los autos a una cancha de fútbol que estaba preparada para un partido. No lo pudieron jugar, por supuesto!
Me sorprendió también la repercusión mediática que tuvo. Creo que ninguno de nosotros se imaginó que el caso iba a trascender como lo hizo.
Llegué a conocer tanto a algunos de los involucrados, que les hablaba como si fuéramos íntimos y ellos no tenían idea quién era yo.
En la última etapa de la investigación, estuve más de 20 días fuera de mi casa, observando, investigando, siguiendo a quienes podrían estar relacionados con la red de narcotráfico. Al principio algunos nos quedábamos a dormir en los mismos campings u hospedajes de los narcos, hasta que nos empezamos a dar cuenta y nos íbamos de Itatí cuando podíamos descansar. Pero ellos no son tontos, nos seguían todo el tiempo.
En mi caso, yo quería ser militar, pero no tenía mucha noción de lo que significaba. Y llegué a esta unidad. Ahora no me quiero ir. Lo que da bronca es cuando tenés que detener gente de las mismas Fuerzas. Eso te enoja. Y por supuesto, es motivo de charla entre nuestros compañeros. Y tal vez comenzamos a recapitular y nos damos cuenta que el estilo de vida que tenía no era lógico con sus ingresos. Pero eso lo ves con el tiempo, recapitulando.
Así fue el "Caso Sapucay". Ocurrió en un pueblo de Corrientes, Argentina, donde seguramente todos sus habitantes sabían lo que acontecía pero no podían hablar. ¿A quién iban a contarle lo que conocían? ¿Al intendente? ¿Al comisario?
Hoy esta mega red ya no está. Y hay que seguir trabajando para que no vuelva otra que la reemplace. Y para que Itatí vuelva a ser el pueblo de la Virgen, ese mismo que los turistas visitan cada año para pedir y agradecer.