María Laura Garrigós visitó el Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé
La subsecretaria de Asuntos Penitenciarios, e interventora de la institución, recorrió el lugar para interiorizarse sobre archivos y objetos históricos de las prisiones federales.
La Subsecretaria de Asuntos Penitenciarios e Interventora del Servicio Penitenciario Federal, María Laura Garrigós, visitó el miércoles 30 de septiembre el Museo Penitenciario Argentino Antonio Ballvé, ubicado en Humberto 1º 378, que tiene como objetivo coleccionar y preservar los objetos y archivos históricos y culturales de la actividad penitenciaria federal. Si bien el Cabildo fue la primera cárcel de la República Argentina, este establecimiento no deja de sorprender por la cantidad de historia que guarda entre sus paredes.
El nombre del lugar es un homenaje a Antonio Ballvé, quien contribuyó a la Penitenciaria Nacional reglamentando las calificaciones de conducta, sanciones y premios a los internos y eliminando el régimen del silencio.
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En relación a la historia del lugar, es preciso detallar que en un primer momento, en el establecimiento, había tanto mujeres como hombres e incluso menores. Es recién en 1877, cuando se crea la Penitenciaria Nacional, que funcionaba en lo que hoy es Parque Las Heras. Allí se trasladó a los hombres. En el museo quedaron solamente las mujeres y los menores de edad.
Quienes estaban allí instalados recibían educación primaria, asistencia religiosa, que estaba a cargo de las hermanas, y también se dedicaban al taller de costura, cuyas máquinas eran del Asilo Correccional, donde confeccionaban paños por los que recibían un peculio. En este lugar, que en el 1800 había sido una casa de meretrices, permitió alojar a las mujeres con sus hijos desde 1890.
Entre las varias salas que posee se encuentra una maqueta de la Penitenciaria Nacional con un clásico panóptico en el que la persona a cargo de inspeccionar el establecimiento tenía la posibilidad de tener el control visual de todo lo que ocurría a su alrededor. La Penitenciaria, ubicada en la calle Las Heras, tenía un campo deportivo llamado 17 de octubre, ya que durante la gestión de Roberto Pettinato como Director Nacional de la Penitenciaría, durante el gobierno de Juan Domingo Perón, se le daba mucha importancia a la educación y el deporte.
Uno de las particularidades que muestra el museo son los trajes de los internos en distintas épocas. Otro dato de color a destacar es que en los traslados desde el Penal de Ushuaia, también conocido como Presidio del fin del Mundo, los internos tenían overoles azules y se los confundía con la gente que trabajaba en el puerto. Es este hecho el que genera que se decida cambiar a los uniformes de siempre por unos con rayas para poder diferenciar y localizar a las personas rápidamente.
El archivo, entre sus diversas adquisiciones, cuenta con un total de 12.000 historias criminológicas de los años ’30, ’40 y ’50, de invaluable importancia. Entre otras tareas, el museo está intentando digitalizar estos archivos para tener una copia que permita resguardar estos objetos históricos. Otro de los objetivos que se plantea es el de lograr que las historias sean de acceso público y que sirvan de objeto de estudios para investigadores y civiles que se interesen en el tema. Estos documentos reflejan los conceptos criminológicos desde el siglo XIX y su evolución hasta la actualidad.
Entre los registros, incluso, se puede analizar el cambio histórico en la etiquetación de los delitos de los internos. Un ejemplo de esto es el informe de la esclava de Juan Martín de Pueyrredón, político y militar argentino, quien va a la cárcel pública acusada de ser “insolente y desvergonzada”.
El museo también cuenta con el escritorio que el criminólogo José Ingenieros utilizó en la Penitenciaría Nacional, donde creó el Primer Instituto de Criminología junto a Antonio Ballvé. Esta decisión representó un momento bisagra, ya que con esta idea comienza el estudio de la mente criminal aplicado en el país. Uno de los casos más resonantes, del que hay información en todo el museo, es el del interno llamado Cayetano Santos Godino, mejor conocido comúnmente como “El petiso orejudo”.
Otra particularidad que tiene el museo, para sus visitantes, es que cuenta con varios objetos de la cárcel de Caseros. Por un lado, están las películas que se les pasaban a los internos junto a las butacas que utilizaban y, por otro, un boticario donde se fabricaban medicamentos.También, en el amplio lugar en el que está instalado el museo, se encuentra una réplica de la Penitenciaria Nacional con dos habitaciones: una estrecha y una más amplia y con barrotes que representan los dos estilos de piezas que había allí.
Otro dato curioso del lugar. Al final del recorrido la guía le explicó a la Interventora del Servicio Penitenciario Federal que, en 1953, la escritora e intelectual Victoria Ocampo estuvo presa en la Cárcel del Buen Pastor, hoy convertido en el museo Penitenciario Argentino. Consta en los registros del museo el ingreso de la reconocida ensayista argentina como presa política.