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Lola Mora: el arte tiene cara de mujer

El Fondo Nacional de las Artes celebra el día del escultor, la escultora y el arte plástico en memoria del nacimiento de Lola Mora , una protagonista fundamental del arte argentino.

Si todavía se discuten la fecha y el lugar de su nacimiento (¿Salta? ¿Tucumán? ¿1886? ¿noviembre?) no hay polémica posible sobre el papel fundamental que tuvo Lola Mora como pionera de la escultura en la Argentina y Latinoamérica poniendo su nombre en el comienzo de una genealogía de mujeres artistas que se extiende hasta nuestros días. Celebrarla es también reflexionar sobre las conquistas que las mujeres han obtenido a lo largo del siglo XX y lo que va del siglo XXI. Sus obras, que se reconocen en esa monumental composición neoclásica que es “La Fuente de las Nereidas” en la Costanera Sur de Buenos Aires, atraviesan el tiempo: hablan sobre un período en el que el arte revisitó su historia pero a la vez interpelan el presente poniendo de relieve el protagonismo de la mujer en la vida social.

Tercera entre siete hermanos, Lola (Dolores Candelaria Mora Vega) quedó huérfana a los 18 años, perdiendo a su padre y madre el mismo año, con apenas dos días de diferencia. Su vida cambió cuando conoció en Tucumán a Santiago Falcucci, un pintor italiano que la introdujo en el neoclasicismo y el romanticismo. Muy pronto sus retratos de personajes de la alta sociedad tucumana atrajeron la atención del público y Lola tuvo su primera muestra en 1894 lo que le abrió el camino a Buenos Aires y a Roma donde se convirtió en escultora siguiendo los pasos del maestro Giulio Monteverde. Regresó al país con el cambio de siglo para convertirse en una de las artistas más requeridas por el Estado. Le fueron encargados los bustos de Juan Bautista Alberdi, Aristóbulo del Valle, Carlos María de Alvear y Nicolás Avellaneda y estatuas alegóricas en las cercanías de la Casa de Gobierno de Jujuy y el Monumento Histórico Nacional a la Bandera en Rosario. Es en este marco que aparece el pedido de un monumento para ser emplazado en la Plaza de Mayo frente a la Catedral. Lola, varios metros adelantada a la moral de la época, respondió con la “Fuente Monumental de Las Nereidas” donde se representa el nacimiento de la diosa Venus, emblema de la sensualidad, en una virtuosa composición mitológica subrayada por el desnudo de los personajes femeninos. La obra se realizó en mármol de carrara traído desde Italia y fue inaugurada por el intendente Bullrich el 21 de mayo de 1903 quien había decidido su instalación desoyendo las críticas de los sectores más conservadores. Sin embargo, en 1918, por efecto de esas mismas presiones la obra icónica de Lola Mora se trasladó con ayuda de la artista hacia su destino actual en la Costanera Sur, escondiéndola de los ojos de la ciudad como si fuera algo vergonzante. La vida y la obra de Lola estarían marcadas por esta relación con el poder: Julio Argentino Roca era su mecenas (la leyenda les atribuye un romance) y se casó con un empleado del Congreso a los 42 años, otro escándalo, al que le llevaba diecisiete años y con quien solo convivió cinco. La declinación de su éxito como escultora pública llegó antes de la segunda década del siglo XX y Lola murió casi en el olvido el 7 de junio de 1936 esperando una pensión honorífica de la Cámara de Diputados que nunca llegó a cobrar. El Fondo Nacional de las Artes celebra su genio creador y espíritu independiente, inspiración para las generaciones que la sucedieron.

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