Lino Enea Spilimbergo: docencia y compromiso
Maestros de maestros, la Secretaría de Cultura de la Nación recuerda la vida y obra de una artista fundamental para nuestros país.
“El arte de pintar conjuntos nuevos con elementos tomados no de la realidad de la visión, sino de la realidad de la concepción” es una frase del poeta francés Apollinaire que presidía el taller de Lino Enea Spilimbergo. El artista argentino sintetizó sus preocupaciones e inquietudes en las artes plásticas de una época en transformación.
Lino Claro Honorio Enea Spilimbergo nació el 12 de agosto de 1896 en el barrio porteño de Palermo, hijo de los inmigrantes italianos Antonio Enea Spilimbergo y María Giacoboni. Desde joven alternó su vocación artística con empleos de cadete y telefonista. A los 16 años comenzó a estudiar dibujo en las Escuelas Técnicas y Profesionales de la Sociedad de Educación Industrial. Y, en 1915, ingresó a la Academia Nacional de Bellas Artes, donde completó su carrera como profesor en solo tres años, bajo la tutela de maestros como Pío Collivadino y Ernesto de la Cárcova.

Su condición de asmático lo llevó a trasladarse a San Juan entre 1921 y 1924, donde trabajó en la Oficina de Correos y mantuvo una rigurosa rutina de práctica artística. Allí realizó su primera exposición individual y envió al Salón Nacional de Bellas Artes la obra Figura de niña (1920), con la que obtuvo el Primer Premio de Grabado en 1922.

En 1925 renunció a su empleo y, con el Premio Único al Mejor Conjunto del Salón Nacional, viajó a Europa para nutrirse de los maestros del Trecento y Quattrocento, consolidando una formación clásica. En París, se formó en la Académie de la Grande Chaumière y en el taller de André Lhote. Allí se sumergió en el cubismo académico y desarrolló un estilo constructivo que conciliaba la tradición renacentista con el arte moderno.
De lo clásico a lo moderno
Las primeras obras de Spilimbergo responden a un lenguaje naturalista, con paisajes desolados y personajes humildes del interior argentino. En París, influido por Lhote, se orientó hacia el “retorno al orden” de la Escuela de París. Su pintura se caracteriza por la claridad formal y la estructuración geométrica, con un alto grado de despojamiento.
Durante su etapa europea entabló amistad con Antonio Berni y otros artistas argentinos conocidos como “los muchachos de París”. Al regresar en 1928 con su esposa francesa Germaine, mantuvo aquel vínculo y conformaron un grupo con afinidades artísticas y políticas.
A partir de entonces, Spilimbergo priorizó la temática social, influido por la estética del mural. En 1933 participó en la fundación del Sindicato de Artistas Plásticos y colaboró con Berni, Castagnino, Enrique Lázaro y David Alfaro Siqueiros en la creación del mural Ejercicio plástico, en el sótano de la quinta de Natalio Botana, director del diario Crítica. Hoy, el impresionante mural restaurado se exhibe en el Museo de la Casa Rosada.

En 1937 recibió el Gran Premio Nacional de Pintura con Figuras, retrato de su esposa e hijo. Esta pieza se puede apreciar en la colección del Museo Nacional de Bellas Artes. Ese mismo año fue galardonado en la Exposición Internacional de París con el Gran Premio de Pintura y la Medalla de Oro al Grabado. También ilustró con once aguafuertes el libro Interlunio, de Oliverio Girondo, con una serie de grabados que hoy integran la colección del Museo del Louvre.
En 1939 viajó por Bolivia para enseñar en la Academia de Bellas Artes de Potosí. Expuso individualmente en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe y, junto con Berni, realizó uno de los paneles decorativos del Pabellón Argentino en la Exposición Internacional de Nueva York.

El muralismo y la docencia
En 1946, Lino fundó el Taller de Arte Mural junto a Manuel Colmeiro Guimarás, Demetrio Urruchúa, Castagnino y Berni. Su primera obra mural, La lucha del hombre contra los elementos de la naturaleza, se encuentra en las hoy en Galerías Pacífico de Buenos Aires, junto con otros hermosos murales realizados por destacados pintores argentinos: Berni, Demetrio Urruchúa y Juan Carlos Castagnino.
Spilimbergo desplegó una intensa labor docente. Entre 1934 y 1939 fue profesor de Pintura en el Instituto Argentino de Artes Gráficas, y entre 1935 y 1948 enseñó Dibujo y Pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. En 1943 fue nombrado interinamente al frente de la cátedra de Dibujo en la Universidad Nacional de La Plata, cargo que ocupó hasta 1944.
Más tarde dirigió la Escuela Superior de Pintura del Instituto Superior de Artes de la Universidad Nacional de Tucumán, que se convirtió en un polo de renovación artística con otros grandes maestros como Lorenzo Domínguez, Pompeyo Audivert y Ramon Gómez Cornet. Entre ellos, Carlos Alonso recordó: “Spilimbergo, artista muy admirado por nuestra generación, fue quien convocó a jóvenes pintores de todo el país para desarrollar una experiencia de pintura mural en una iglesia de la capital tucumana”.

“Llegamos a Tucumán junto con otro pintor joven mendocino, Orlando Pardo, y nos encontramos con un instituto de arte floreciente. Los talleres funcionaban en un viejo teatro acondicionado, donde los palcos eran pequeños talleres individuales. Allí conocí al riojano Miguel Dávila, al salteño Ramiro Dávalos, a la porteña Leonor Barcenas y una cantidad de jóvenes que habían llegado de todo el país con la idea de trabajar como ayudantes de Spilimbergo”, explicó Alonso, en una columna del diario La Nación, sobre el impacto de la docencia.
Spilimbergo fue nombrado miembro de la Academia Nacional de Bellas Artes en 1956. Desde ese momento, alternó su residencia entre Buenos Aires y Unquillo, Córdoba, donde **falleció a los 67 años el 16 de marzo de 1964.
En una de sus tantas entrevistas, Spilimbergo afirmó: “Aspiro en mi pintura a salir de lo particular a lo universal. No busco lejos de mí mis temas. Quisiera de la gente y las cosas que me rodean tomar los elementos necesarios para mis obras. Ver primero lo que ocurre a mi alrededor y documentar este paso de un hombre por la vida. Pintar es un terrible compromiso, no sólo con uno mismo, sino con el mundo”.
Obra de portada: Terracita. Colección MNBA.
Fuentes:
MNBA / ESAV / María Paula Zacharías