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"La cuarentena me da más tiempo para leer la Biblia y estar con Dios"

El taekwondista Lucas Guzmán, medallista panamericano clasificado a Tokio 2020, reveló su estilo de vida espiritual y no ocultó su vocación por ayudar. "Hace poco estuve en una cárcel, tomando mate con dos chicos que aman el deporte", contó.

La geografía de Libertad, localidad perteneciente al partido de Merlo en el Oeste del Gran Buenos Aires, describe mucho de lo que es Lucas Guzmán, este deportista que brilla en el taekwondo y que a base de mucho esfuerzo, concentración y una vida con mucha base en la meditación y en lo espiritual, recorrió un camino interesante que lo anotó entre los clasificados a Tokio 2020.

"En mi barrio hay mucha necesidad y trato de ayudar a los que puedo, sean de mi familia, amigos o gente de la zona. No me olvido de que mis viejos cocinaban empanadas, hacían bingos y rifas para poder costear mis viajes. Todo me costó el doble. Mi familia, mi gente y Dios me ayudaron mucho para no abandonar", revela.

Los flashes lo tuvieron como uno de los grandes protagonistas en los últimos Juegos Panamericanos de Lima 2019 pero el camino recorrido estuvo lejos de ser uno llenos de rosas. "En los comienzos no tenía plata para viajar. Para el Panamericano 2009 mis viejos, mis amigos y vecinos hicieron un montón de cosas para que yo pudiera ir. Y en 2015 buscando la clasificación a Río 2016 terminé pasando la noche en el Aeropuerto de Kazajistán porque no tenía un peso para el hospedaje. Después, me recibió un amigo que me salvó dándome una cama y comida. Y aún así terminé a muy pocos puntos de clasificar a esos Juegos Olimpicos. A veces, el taekwondo tiene senderos que son difíciles de recorrer. Y más allá de que te apoye la Federación, muchas veces no es suficiente. Es un deporte costoso en muchos aspectos y más a nivel de élite", sostiene.

Guzmán vive en Libertad con su papá Eduardo y sus dos hermanos Agustina (20) y Enzo (15). "Hicieron taekwondo, pero mi hermano más chico no pudo seguir por un tema de salud. No puede sufrir golpes en la cabeza por una venita que tiene suelta", revela.

Eduardo es instructor de taekwondo y una pieza clave para que su hijo se desempeñe en las artes marciales. "Siempre fue mi guía desde chiquito. Nací prácticamente en un gimnasio: mi mamá Sandra además era profesora de fitness y juntos tuvieron un gimnasio muchos años en el barrio", cuenta.

Antes del gimnasio con Eduardo, el pequeño Lucas dió sus primeros pasos en la Sociedad de Fomento Helvecia, en Libertad. "El club, mi viejo y después la selección me ayudaron muchísimo para aprender y mejorar cada día. Yo me enfoco mucho en lo que hago, pero mi padre es muy detallista y cada cosa que me marca la termino mejorando y usando favorablemente".

El mundo del taekwondo nacional se dió cuenta rápido del potencial de Lucas Guzmán, quien casi no tenía rivales a su nivel en el país. Entonces, el entrenador olímpico Gabriel Taraborelli (el mismo que comandó a Crismanich en Londres 2012) realizó la gestión para fichar un sparring europeo que le ayudara a potenciar sus capacidades.

"Eso me ayudó muchísimo. Tanto Gabriel como Carolina Mariani fueron claves en la gestión. Yo necesitaba alguien con un status diferente, Europa está a otro nivel", destaca.

Los tiempos de aislamiento social, preventivo y obligatorio, le permiten relajarse un poco de sus exigentes rutinas. Y también para conectarse más con su familia y con su lado más espiritual.

"Me gusta leer la Biblia, comprender en profundidad lo que dice. Me considero un Cristiano que aprovecha pequeños momentos para conectar con Dios, con Jesús y para meditar, porque la Iglesia no es el templo, la Iglesia somos nosotros mismos, en cada lugar que querramos conectar con la fe", describe. Y aclara: "No me gustan las promesas. No creo en un Dios de canje, no se trata de si gano esta medalla voy a Luján o hago tal cosa: hay que estar todos los días con el".

Lucas hace una breve pausa en la entrevista para recitar una cita bíblica (Mateo 25:35-46, "...porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber...") para sintetizar su manera de sentir la fe por Dios.

"Mi vida es espiritual de forma incondicional. Me gusta estar atento a la necesidad de los demás, ayudar a todo al que pueda y no confundirme con eso que creen algunos que es la fe: que es acordarse de Dios o de Jesucristo cuando vas a disputar un torneo o a hacer algo importante en tu vida. Es un estilo de vida: me enfoco cada día, para lograr mis objetivos no solo en una competencia sino en dia a dia. No interesa ganar o perder, sino estar con Dios y dar lo mejor de mi, saber que estoy al máximo para intentarlo y que el vea que no me guarde nada", explica.

Esa manera de ver las cosas, lo llevó a ser solidario y a visitar en enero último a dos taekwondistas presos en el penal número 9, de La Plata. "Un chico me escribió para que vaya a verlo y me contó su historia compartiendo unos mates. Estaba con su hermano: habían caído presos dos hermanos por una macana que hicieron de pibes. Hoy tienen 18 años y me gustó escucharlos. No soy juez y creo que nadie debería serlo. Todos merecemos nuevas oportunidades", apunta.

En busca de nuevas metas irá Lucas Guzmán a Tokio 2020. "Estoy enfocado en eso, pero lo tomo con mucha paciencia. Me ocupo en mantener mi forma y mi peso: hoy me es más fácil gracias a una alimentación más saludable. Antes, comía mal y me estresaba para dar la categoria. Ahora queda esperar que se levante la cuarentena para volver a competir que es lo que más nos gusta", agrega.

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