El ministro Bauer recorrió una "Manzana de las Luces" renovada en el corazón del casco histórico de Buenos Aires
Luego de 26 meses de obra y una inversión de tres millones y medio de dólares, la Manzana de las Luces recupera parte de su antiguo esplendor, y presenta un ciclo arqueológico a cielo abierto, único en la ciudad de Buenos Aires.
Durante la mañana de ayer el ministro de Cultura, Tristán Bauer, junto a la secretaria de Patrimonio Cultural del Ministerio de Cultura, Valeria González; la directora Nacional de Museos, María Isabel Baldasarre, y la arquitecta responsable del proyecto y asesora del Ministerio, Patricia Cárcova, recorrió el recientemente puesto en valor Complejo Histórico Cultural "Manzana de las Luces".
Solar de los jesuitas durante la etapa colonial, bautizado Manzana de las Luces a comienzos del siglo XIX por albergar a la Universidad de Buenos Aires (UBA), al colegio San Carlos y la Biblioteca Nacional, este complejo es un mosaico que reúne a algunos de los acontecimientos más emblemáticos de la Argentina: ahí juró el primer presidente argentino Bernardino Rivadavia, de ahí la dictadura de Juan Carlos Onganía desterró a algunas de la mentes más brillantes del país durante La noche de los bastones largos.
“Es una enorme alegría recorrer el complejo ahora y ver las fachadas como deberían haber estado siempre", dijo el ministro de Cultura de la Nación, Tristán Bauer, durante un recorrido por La Manzana de las Luces que, tras 26 meses de obra y una inversión de tres millones y medio de dólares no sólo recupera parte de su antiguo esplendor, sino que presenta un ciclo arqueológico a cielo abierto único en la ciudad de Buenos Aires -hallazgo inesperado de los trabajos emprendidos hace más de dos años- capaz de dar cuenta de la vida de los porteños en los siglos XVII y XIX.
“Se hicieron muchos cateos para ver cuál era el revoque exacto y lograr una reconstrucción”, explicó Patricia Cárcova, arquitecta a cargo de la restauración y asesora de la Dirección general de infraestructura del Ministerio de Cultura. “Este proyecto comenzó con la gestión del ministro Tristán Bauer, pero en el medio sobrevino la pandemia. Ya terminamos la obra en la Ex Procuraduría; esperamos terminar la de las Ex Casas Redituantes [Moreno y Perú] entre marzo y abril. Hemos dado un gran paso y seguiremos trabajando en la recuperación y puesta en valor de nuestro patrimonio”.
Las paredes de la Manzana de las Luces han visto transcurrir gran parte de la historia argentina. Allí funcionó la Junta de Temporalidades (1767), el Tribunal del Protomedicato (1780), la Imprenta de Niños Expósitos (1783), la Universidad de Buenos Aires (de 1821 a 1971), la Academia de Medicina (1822), el Departamento de Ciencias Exactas (1865) y la Academia de Jurisprudencia (1865). También fue sede de la Biblioteca Nacional, del primer teatro, el primer museo y el primer banco de la ciudad.
El inédito sitio arqueológico que prevé abrir al público a partir de agosto próximo, según previsiones del director de Complejo Histórico Manzana de las Luces, Gustavo Blázquez, es parte de un proyecto que no sólo contempla la puesta en valor edilicia, apunta con el mismo vigor a mantener una programación cultural diversa, gratuita y federal.
Una pieza arqueológica a cielo abierto
El sitio arqueológico es también un afortunado descubrimiento: los antiguos sistemas cloacales y pluviales "encontrados en un alto estado de conservación", según explica Sandra Guillermo, la arqueóloga que coordinó la excavación, aparecieron debajo de un piso que se pretendía nivelar en lo que fue la Casa de los Redituantes, casas de alquiler construidas para financiar el proyecto de una universidad que nunca prosperó, pensadas para la élite colonial y una corte virreinal que no tenía dónde vivir.
"En una de esas cisternas, mantenidas a cuatro metros de profundidad, se encontraron objetos y utensilios que hablan de nuestra memoria, desde aquellos tiempos coloniales hasta este presente, dando cuenta de una Buenos Aires muy lejana”, remarcó Bauer mientras observaba vajilla del siglo XIX, platos y tazas de impresión por transferencia unos, pintados a mano otros, hechas en el país algunos, otros en España e Inglaterra.
Se trata de un sumidero adonde iban las aguas servidas de baños y cocina. "Excavamos el interior de esas estructuras y recuperamos objetos y fragmentos que dan cuenta de las prácticas de descarte de la época: separaban lo orgánico y tiraban los objetos que se rompían o ya no se usaban en la misma propiedad", explicó Guillermo.
Los hallazgos más extraordinarios fueron el de la cisterna de un aljibe construido a fines del siglo XVII y un pozo ciego cerrado desde el siglo XIX que Sandra Guillermo decidió no romper para mantener la autenticidad que demandan normas internacionales de la Unesco para establecer la categoría de sitio arqueológico.
De todas maneras, para saber lo que había adentro del sumidero, "pasamos una camarita por un canal y descubrimos una bóveda de 15 metros de profundidad donde no sólo están los agujeros para la escalinata provisoria del pocero, también está la madera que usaba, confirmando una suposición histórica que era cómo se hacían esos pozos”, relató la antropóloga.
La historia vista como capas de ladrillos
Entre los criterios generales de la puesta en valor, se buscaron conservar la mayor cantidad de materiales y técnicas originales utilizadas. Se restauraron cornisas, carpinterías de madera y se reemplazaron vidrios. En una de las puertas de ingreso, en Perú 222, se recuperó el cincelado de la palabra “Universidad”, que había sido borrada para extirpar de la memoria la Noche de los Bastones Largos.
“La Manzana, con su historia en forma de capas de ladrillos y revoque, es un gran conglomerado de temporalidades, una pieza arqueológica a cielo abierto”, la define Blázquez, que es antropólogo e investigador del Conicet.
Luego de que la UBA cerrara su sede en la Manzana de las Luces, en 1971, se tiró abajo la antigua Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y el despacho del Museo de Historia Natural donde dieron clases científicos como Hermann Burmeister o Florentino Ameghino; y en esa época se recreó el estilo colonial de la Procuraduría, reforzando esa temporalidad y borrando la huella que había dejado 150 años de presencia universitaria.
La decisión de empezar la restauración por los techos fue para impedir que el agua siguiera deteriorando los interiores. “Hubo que restaurarlos porque no eran techos sino pisos de pinotea que habían quedado a la intemperie desde los años ‘70 cuando demolieron los departamentos que tenían arriba", explicó Blázquez.
Hubo muy pocas imágenes a las que recurrir para las reconstrucciones emprendidas porque “cada institución que estuvo aquí se llevó todos sus archivos, gran cantidad de cosas se perdieron y por eso decantamos por el lado antropológico etnográfico de trabajar con las memorias de las personas que estuvieron aquí, más que con el documento gráfico", explicó.
"Hemos trabajado mucho con historia oral", señaló Blázquez. Rastrearon a antiguos estudiantes de la UBA, hoy adultos mayores que rondan los 90 años, y los fueron entrevistando, entre ellos Horacio Maratea, Víctor Ramos, Susana Estevez, Silvia Bravslasky, muchos exiliados después de La Noche de los bastones largos. "Traíamos a los investigadores, a personas que vivieron acá, casi 20 entrevistas, y fue hermoso porque no veían el espacio actual, sino el que había en aquel momento", recuerda el investigador.
"Acá había un palimpsesto de instituciones, hasta ahora nadie la había considerado de manera integral, es la primera vez que la toman en cuenta en su totalidad y con una mirada federal", consideró la directora nacional de Museos del Ministerio de Cultura, María Isabel Baldasarre.