Presidencia de la Nación

Derechos Humanos: la energía indetenible de los nuevos tiempos

Algunas perspectivas desde este siglo

Franco Gatti*

Hay quienes prefieren desandar la vida silbando bajito, en las penumbras de la comodidad. Pero también, y casi como un cachetazo heraclitano, están aquellos que les han marcado los tiempos a la historia y le han hecho decir las palabras más tormentosas. Allí, en ese puñado de irreverencia conviven los constructores del discurso de los derechos humanos.

Al igual que todo lo que pareciera presentarse como natural, tal como todo lo que creemos “dado”, los derechos humanos son la síntesis de un sudoroso esfuerzo de la humanidad –o, de al menos, de un sector de ella-. Se abrieron camino entre las más duras hegemonías, fueron arrancados al mismísimo poder, a ese poder que durante siglos nadie pudo disputarle nada. En dicho escenario, después de los dos conflictos bélicos de alcance mundial, se erigió una narrativa sobre la dignidad humana, laica y con pretensiones universales. Así nacieron los derechos humanos, con la búsqueda inicial de poner un punto final –que acabó por ser apenas un punto y aparte- a los sangrientos crímenes de lesa humanidad y a las diversas formas de denostar la vida y la integridad de las personas.

En 1948 la comunidad internacional intentó decirse a sí misma que se había alcanzado un consenso sobre lo inadmisible, sobre lo definitivamente reprochable, sin importar dónde sucediera. Y si bien fue un pronunciamiento de victoriosos, con sus bemoles, abonó el suelo de los desaventajados, porque casi como una paradoja irreversible, ese discurso de poder habilitó las luchas más desafiantes y dio a luz un movimiento que transita en aquella vereda que anticipamos, la de la incomodidad.

Desde entonces hasta nuestros días, los derechos humanos han abrazado, poco a poco y con renovadas dificultades, las diversidades y se han permitido borrar, una y otra vez, sus límites, para hacerse carne de su propia naturaleza, que no tiene otra filiación que la conquista colectiva e histórica.

La gramática de los derechos humanos que se pergeñó hace setenta año anidó en una realidad que fue cambiando, así como lo hicieron las necesidades de la humanidad. Los propios vientos del devenir soplaron sobre aquellas inaugurales palabras las demandas de otros tiempos y pusieron por encima las vivencias situadas de los pueblos, dando paso a un nuevo peldaño en la construcción de los derechos humanos: el que se levanta con las manos de todos los colores, de todos los orígenes, de todas las ideas, de todos los géneros, el que se levanta con las manos enlazadas y no aplastadas unas sobre otras.

Hoy, la globalización de los derechos humanos se motoriza “desde abajo”, desde los minúsculos lugares donde el discurso no alcanza, desde el barrio, desde la escuela, desde el club, desde la universidad, desde la fábrica, desde la oficina. En esos tejidos donde los repartos de la vida llegaron tarde o aún son aguardados, allí los derechos humanos son la garantía del antidestino.

*Delegado de la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación en la ciudad de Rosario, Santa Fe.

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