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Colección Guerrico: el acervo artístico que dio origen al Museo Nacional de Bellas Artes

Con la donación de pinturas, esculturas y otras piezas de un valor incalculable, el argentino José Prudencio de Guerrico colocó la piedra fundacional de lo que hoy es parte del patrimonio de la casa de arte más importante del país. Al respecto, conversamos con la historiadora e investigadora del MNBA, María Florencia Galesio, sobre el aporte de esta colección a las artes visuales de la región.

La necesidad de contar con un espacio adecuado que permitiera conservar, exhibir y difundir las artes plásticas en el país quedó bien explícita en el decreto firmado el 16 de julio de 1895, durante la presidencia de José Evaristo Uriburu. “Considerando que el tiempo transcurre sin que se cumpla la voluntad de los generosos donantes que legaron o donaron al Estado sus colecciones particulares, con el único objeto de que sirvieran de base a un Museo Nacional de Bellas Artes –cuya falta en la Capital de la República está en completo desacuerdo con el adelanto intelectual de la Nación–; y dichas obras actualmente depositadas lejos del acceso del público y otras esparcidas en distintas reparticiones de la Administración Nacional, aunque garantizadas de pérdida material, corren el riesgo de deteriorarse, privadas, como se hallan, del cuidado inmediato de personas técnicamente competentes”, lee el texto.

Sede y fachada actuales del Museo Nacional de Bellas Artes.

La urgencia, como bien señala aquel documento oficial, también estaba en “poner al alcance de los estudiantes aquellas obras que son de patrimonio público, y es menester dotar a nuestro arte naciente de la institución oficial a que tiene derecho, para salvar del olvido y guardar en el tiempo las manifestaciones artísticas más interesantes de la inteligencia argentina”.

Fue así como se fundó la casa de arte más importante de la Argentina y, con el tiempo, de América Latina: el Museo Nacional de Buenos Aires –que, luego, cambió su denominación a Museo Nacional de Bellas Artes–, cuyo primer director fue Eduardo Schiaffino, considerado el primer historiador del arte en el país. Dependiente de la Secretaría de Cultura de la Nación, el organismo comenzó así a exponer y promover el arte internacional de todos los períodos históricos, además de consolidar, poco a poco, la incipiente producción plástica argentina. A lo largo de su historia, adquirió obras de Cándido López, Prilidiano Pueyrredón, Emilio Pettoruti, Xul Solar, Raquel Forner, Grete Stern, Antonio Berni, Alicia Penalba, Gyula Kosice, Marta Minujín, Antonio Seguí y León Ferrari; además de otros latinoamericanos como Pedro Figari, Joaquín Torres García, Tarsila Do Amaral, Diego Rivera y Jesús Rafael Soto, entre muchos otros.

"Retrato de Manuelita Rosas" (1851), de Prilidiano Pueyrredón, es una de las joyas del Museo.

Originalmente ubicada en distintos emplazamientos, “la institución fue trasladada en 1933 a su sede actual (Av. del Libertador 1453, CABA): la antigua Casa de Bombas de Recoleta, remodelada por el arquitecto Alejandro Bustillo. Durante esos años, se incorporaron destacadas piezas, entre ellas, Mujer del mar, de Paul Gauguin; Le Moulin de la Galette, de Vincent van Gogh, y Jesús en el huerto de los Olivos, de El Greco”, comentan desde el Museo Nacional de Bellas Artes. Y agregan: “Las últimas décadas del siglo XX, se sumaron obras de Pablo Picasso, Amedeo Modigliani, Marc Chagall, Vassily Kandinsky, Paul Klee, Lucio Fontana, Jackson Pollock, Mark Rothko y Henry Moore”.

Año a año, el Museo no paró de engrosar su colección. No obstante, fue una familia de la aristocracia porteña la que colocó la piedra fundacional del acervo plástico que, hoy, es patrimonio de todos los argentinos. Este conjunto de obras se encuentra reunido en una de las salas permanentes que lleva el apellido de la familia donante: Guerrico.

"Retrato de Don Manuel José de Guerrico" (1842), de Antonio María Esquivel.

La colección Guerrico

Manuel José de Guerrico había sido un terrateniente, jefe de la Policía de Buenos Aires y parte de los fundadores del Club del Progreso –uno de los círculos para caballeros de clase alta más antiguos de Sudamérica–, que se encontraba en Europa exiliado tras el asesinato de su suegro, Manuel Vicente Maza, perseguido por el gobierno de Juan Manuel de Rosas. Su casa se había convertido en uno de los espacios donde socializaban muchos argentinos que viajaban al Viejo Continente. Entre ellos, Domingo F. Sarmiento y Juan B. Alberdi.

Colección Guerrico, una de las salas permanentes del Museo Nacional de Bellas Artes.

Fue Manuel José de Guerrico el que comenzó la colección artística de la familia aristocrática. Sin embargo fue su hijo, José Prudencio, quien heredó y continuó la pasión de su padre por el coleccionismo, el que realizó la primera donación al Museo, en 1895. Luego, la familia llevo adelanté una más numerosa, en 1938. En total, son más de 600 piezas y, aún hoy, Manuel José de Guerrico es considerado el primer coleccionista de arte en la Argentina.

A propósito, conversamos con la historiadora del arte, María Florencia Galesio, investigadora del Museo Nacional de Bellas Artes, acerca de la colección Guerrico y el aporte no solo por las obras donadas, sino también a la conformación del estudio, formación, exhibición y circulación de las artes visuales en esta parte de la región.

"Diana sorprendida" (1879), de Jules Joseph Lefebvre, es una de las pinturas con mayor formato de la Colección Guerrico: 279 x 371,5 cm.

–¿Qué tipo de piezas presenta la Colección Guerrico y qué destacaría de todo el acervo?

–En la Colección Guerrico predomina la pintura, a la que se suman esculturas y objetos: son más de 600 piezas. Un conjunto de pinturas anónimas o copias de maestros italianos, españoles, franceses y flamencos –además del Velorio del angelito y Panorama de la Cordillera de los Andes, de Ernest Charton, y Asesinato del Dr. Manuel Vicente Maza y un boceto del Retrato de Manuela Rozas, de Prilidiano Pueyrredón– formaron parte de la primera donación con destino a la creación del Museo, en 1895. En 1938, se incorpora el resto, entre las que se destacan los dos óleos de Tiépolo, Los hebreos recogiendo maná en el desierto y El Sacrificio de Melquisedec, además de escenas de género flamencas como Nature norte, de Jan Fyt, y pintura religiosa española e italiana, como Monje orando, de Zurbarán. Un grupo de obras importantes corresponde al siglo XIX francés, algunas como Diana sorprendida, de Jules J. Lefrevre, premiada en Salón de París. Entre las esculturas se encuentran piezas de Auguste Rodin como La Defensa, y Diana, de Jean A. J Falguière, además de un grupo de bronces de Antoine-Louis Barye. También hay piezas de platería colonial, abanicos, peinetones de carey, objetos decorativos occidentales y orientales de marfil, laca y porcelana.

"El triunfo del amor" (c. 1762-1780), manufactura de Frankenthal, es una de las piezas que perteneció a María Salomé y Mercedes, hijas de José Prundencio de Guerrico.

–Manuel José de Guerrico, padre de José Prudencio, es considerado el primer coleccionista de arte argentino. ¿Podríamos decir que, gracias a ese incipiente coleccionismo en el país, marcó ciertas pautas de “gusto”, de apreciación y de formación de las artes plásticas?

–De alguna manera, la colección Guerrico evidencia un espíritu enciclopedista en concordancia con las ideas del fin del siglo XIX y comienzos del XX. Es decir, encarna su voluntad didáctica, la misma que impulsó a Eduardo Schiaffino a emprender la creación del Museo. La colecciones de Ángel Roverano y Parmenio Piñero, constituidas a fines del siglo XIX y comienzos del XX, poseen puntos de contacto con la que fue conformando José Prudencio de Guerrico. Hay que decir que la colección Guerrico, como toda colección particular, manifiesta diversos intereses y gustos. No obstante, a su interés artístico se suma también la intención didáctica y patriótica, formulada por su fundador Manuel José de Guerrico cuando dijo: “Durante mis viajes y en mi permanencia en Europa me propuse reunir objetos curiosos y de utilidad para mí país. Desde luego llamaron mí atención los museos de pintura y las hermosas colecciones de cuadros al óleo que ostentan en sus galerías los particulares. Quise, pues, imitar a estos, consultando siempre mi posibilidad con el objeto de traer a mi país muestras de las diversas escuelas de Europa que sirviesen de modelo a la juventud que quisiese dedicarse al cultivo de este ramo de las bellas artes, bien persuadido de que llegaría el día en que, tranquila nuestra patria daría a la educación de la juventud todo el ensanche que se requiere para la adquisición de conocimientos útiles”.

No olvidemos que la residencia de los Guerrico de la calle Corrientes podía ser visitada. La formación del gusto fue una preocupación y ocupación de muchos artistas argentinos de la Generación del 80, como Eduardo Schiaffino, Ernesto de la Cárcova, Pio Collidavino, entre otros, que promovieron la creación de instituciones artísticas como el Museo y que, por ejemplo, llevaron adelante el programa de esculturas en la vía pública de la Ciudad de Buenos Aires, cuyo objetivo era justamente la educación del gusto.

"Castillo de Alcalá de Guadaíra" (1843), de Genaro Pérez Villaamil.

–La colección Guerrico comenzó con casi una veintena de piezas, pero alcanzaron más de 600. ¿Cómo fue la historia de esa donación?

–Manuel José V. de Guerrico (1800-1876), dueño de campos en San Antonio de Areco y de espíritu emprendedor, fue su iniciador. Exiliado en París por motivos políticos en 1839, Manuel José tuvo a su cargo la administración de los bienes del Gral. José de San Martín. En esa ciudad francesa comenzó a coleccionar. En el mismo edificio donde vivían Manuel José y San Martín, tenía su taller el pintor español Genaro Pérez de Villamil. Según relata una anécdota, en 1845 el artista pasaba por una difícil situación económica y Guerrico lo ayudó comprándole un conjunto de obras de su autoría y de otras firmas, entre las que se destacan las dos pinturas de tema religioso de Giovanni Battista Tiépolo.

La colección, en sus comienzos, reunió telas de tema religioso, paisajes y escenas de género europeas, además de un pequeño grupo de obras argentinas de Prilidiano Pueyrredón y del viajero Ernest Charton. En esos años, Don Manuel también adquirió un interesante conjunto de bronces del afamado animalista francés Antoine-Louis Barye, con quien lo unía una relación amistosa que su hijo José Prudencio continuó. A su regreso a Buenos Aires, en 1848, Guerrico y su familia se instalaron en la casa de Corrientes y Florida que albergó su extensa colección de más de un centenar de pinturas, esculturas y numismática. Obras importantes junto a piezas anónimas, copias de grandes maestros, piezas de escuela española, italiana, flamenca y, fundamentalmente, francesa abigarraban las paredes de los salones de la señorial casa, evidenciando el gusto de la época.

"Teseo combatiendo al minotauro" (siglo XVIII-XIX), de Antoine Louis Barye.

–Y fue José Prudencio, sus hijas y nietos quienes continuaron con la colección.

–Exacto. La colección se incrementó posteriormente con las adquisiciones realizadas por su hijo José Prudencio (1837-1902) y los nietos. José Prudencio heredó de su padre la pasión por el coleccionismo. Durante sus prolongadas estancias parisinas, compró especialmente piezas de artistas franceses, españoles e italianos, de la segunda mitad del siglo XIX, otorgándole un carácter moderno al conjunto. Asimismo, las obras elegidas, fueron adquiridas en reconocidas casas de remate o en los mismos talleres de los artistas, y en muchas ocasiones participaron de salones donde obtuvieron premios. Los géneros y motivos más frecuentes son paisajes, retratos, escenas de costumbre tanto rural como urbana, marinas y animales.

Dentro de esta importante colección, en la que predomina el arte del siglo XIX, es significativa la ausencia del desnudo, a excepción de cinco piezas donde el cuerpo se presta a la representación de un motivo mitológico. La esposa de José Prudencio, María Güiraldes, fue quien aportó a la colección abanicos, platería colonial, objetos decorativos occidentales y orientales de marfil, laca y porcelana. Cuando se afincan en Buenos Aires, la colección se trasladó a la ya existente en la calle Corrientes. La casona siguió siendo centro de reunión social y cultural como en vida de su padre. Y hoy, las obras de la colección Guerrico entablan un diálogo fluido con el acervo del Museo. La calidad de sus piezas permite interacciones interesantes con obras de distintas épocas dentro de la colección.

"La clarina" (c. 1870), de Antonio Carlo Tantardini.

–Para la próxima visita, ¿qué cosas tener en cuenta para disfrutarla más?

–Las obras de Tiépolo, las francesas del XIX, el conjunto de obras del español Pérez de Villamil, envidiado por los especialistas del museo del Prado, las esculturas de Rodin, Falguiere y Tantardini, y lo diferente, los peinetones de carey que hicieron furor en la moda porteña de la década de 1830.

Fuente: Museo Nacional de Bellas Artes.

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