Cien años de "Fervor de Buenos Aires", el primer libro de poemas de Jorge Luis Borges tuvo su homenaje en Poesía Ya!
Al cumplirse un siglo de su primera edición, el libro fue celebrado en el Festival Poesía Ya!. Además, conversamos con la autora y especialista Sylvia Saítta para repensar y reflexionar sobre el libro que inició la carrera literaria del gran escritor argentino, y su aporte inestimable a la poesía y la literatura de la región.
Con solo 23 años, Jorge Luis Borges publicó su primer libro: el poemario Fervor de Buenos Aires. A partir de allí, en 1923, comenzó la carrera literaria del gran escritor argentino y uno de los más importantes no solo de la región, sino también de los más celebrados de la literatura castellana.
A través de los versos de esta primera obra, el joven Borges ya dejaba inmortalizadas muchas de las imágenes de la Ciudad de Buenos Aires, como luego haría también en tantos otros de sus cuentos. “Las calles”, “La Recoleta”, “El sur”, “La Plaza San Martín” son algunas de las poesías de Fervor de Buenos Aires que no solo ilustran varios de los rincones por los que Borges solía pasear, sino que también comenzaron a crear una cierta mitología porteña.
Por otra parte, en estas poesías tempranas, Borges manifestó un claro alejamiento de aquel Modernismo literario de fines del siglo XIX y principios del XX, cuyos máximos exponentes eran Rubén Darío y, en la Argentina, Leopoldo Lugones. Con una cierta influencia de la literatura francesa y grecolatina, el Modernismo hacía gala de poemas con una musicalidad pronunciada, la forma se imponía por sobre el contenido como ideal de belleza, expresaba una marcada evasión de la realidad y se colocaba mucho más cerca del simbolismo.
Como contraparte, Borges integraba el grupo de los vanguardistas y adscribía a la corriente del ultraísmo. Al respecto, en 1921, escribió un artículo en la revista Nosotros en el que expresó: “Esquematizada, la presente actitud del ultraísmo es resumible en los principios que siguen: Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora; Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles; Abolición de los trebejos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas y la nebulosidad rebuscada; Síntesis de dos o más imágenes en una, que ensancha de ese modo su facultad de sugerencia”.
Y agregó: “Los poemas ultraicos constan, pues, de una serie de metáforas, cada una de las cuales tiene sugestividad propia y compendiza una visión inédita de algún fragmento de la vida. La desemejanza raigal que existe entre la poesía vigente y la nuestra es la que sigue: en la primera, el hallazgo lírico se magnifica, se agiganta y se desarrolla; en la segunda, se anota brevemente. ¡Y no creáis que tal procedimiento menoscabe la fuerza emocional!”.
A partir de la publicación de Fervor de Buenos Aires, comenzó la carrera literaria del gran Jorge Luis Borges, como poeta, cuentista y ensayista, hasta su muerte en 1986. Muchos de sus libros se convirtieron en clásicos que no solo marcaron un antes y un después en la literatura nacional, sino también en las letras latinoamericanas. Entre algunos de sus títulos más destacados: Luna de enfrente (1925); Inquisiciones (1925); El idioma de los argentinos (1928); Evaristo Carriego (1930) Historia universal de la infamia (1935); Ficciones (1944); El Aleph (1949); El informe de Brodie (1970), por solo nombrar algunos. También son de especial atención sus conferencias y clases, reunidas en Borges oral (1979); Borges profesor (2000) y El aprendizaje del escritor (2014), entre otras compilaciones.
Al respecto, y a cien años de la publicación del primer libro de Borges, conversamos con la autora, editora e investigadora argentina, Sylvia Saítta. La especialista dirige Ahira. Archivo Histórico de Revistas Argentinas; escribió Regueros de tinta y El escritor en el bosque de ladrillos. Una biografía de Roberto Arlt; dirigió El oficio se afirma, tomo 9 de la Historia crítica de la literatura argentina; editó Hacia la revolución. Viajeros argentinos de izquierda; Escritos sobre literatura argentina y Clases de literatura argentina, ambos de Beatriz Sarlo; y numerosas compilaciones de la obra inédita de Roberto Arlt. También es integrante del Directorio de EUDEBA, editorial en la que dirige, junto con José Luis de Diego, la colección Serie de los dos siglos.
-¿Qué podríamos decir sobre la importancia de Fervor de Buenos Aires en la poesía y literatura argentinas? ¿El impacto que tuvo su primera edición fue creciendo a medida que Borges se convertía en el gran autor que fue o mantuvo una vigencia desde su aparición?
-La publicación de Fervor de Buenos Aires en 1923 no solo es el comienzo de la obra literaria de Jorge Luis Borges, no solo es su primer libro de poemas, sino que es el libro al que Borges vuelve una y otra vez a lo largo del siglo XX, en las diferentes reediciones que tuvo. Logró, de esta manera, que ese libro continuara dialogando con diferentes momentos, tanto de la poesía o de la literatura argentina como con el momento de enunciación en el momento en que se publicaron las distintas ediciones de este poemario. Se trata de un libro que Borges corrigió a lo largo del siglo XX en cada una de estas reediciones. Por lo tanto, el impacto de ese primer libro no sé si fue creciendo a medida que Borges se convertía en el gran autor que fue, sino que creo que mantuvo su vigencia y diálogo con el presente. Las diversas ediciones de Fervor de Buenos Aires dan cuenta de momentos diferentes de la literatura y poesía argentinas, y también de los distintos momentos que atraviesa la obra de Borges a lo largo del siglo XX. Creo que, además, en las primeras ediciones de esta obra, están ya muchos de los procedimientos, temas, figuras, referencias literarias y obsesiones que recorren la obra futura de Borges.
-¿Qué destacaría de estas poesías de Borges y las pervivencias en el resto de sus obras, a partir de esta primera obra?
-Creo que la importancia de Fervor de Buenos Aires es que es el libro en que Borges imagina, propone la primera invención literaria de su Buenos Aires, pensada a partir de un barrio, que es Palermo, a partir del cual se arma la mitología de Buenos Aires que estalla en esta obra y que, luego, aparece en sus libros de ensayos, en los dos libros de poemas que le siguen y se cierra esta primera etapa con el gran libro que es Evaristo Carriego.
-¿Al respecto, entonces, algunas de las poesías de este primer libro de Borges, como “Las calles”, “La Recoleta”, “El sur”, “La Plaza San Martín”, ayudaron a construir cierta mística de los rincones porteños, como sucedió con otros de sus textos?
-Pienso que algunos de los poemas de Fervor de Buenos Aires, como “Las calles” por ejemplo, son los comienzos de la construcción del escenario urbano que Borges retoma luego en sus otros libros, tanto de poesía como en muchos de sus cuentos. Diseña un mapa de la ciudad a partir de un recorte: no son las calles del centro, sino que son las calles de los bordes de la ciudad, del arrabal, esas calles vacías que leemos en los poemas de Fervor de Buenos Aires, esa zona limítrofe entre la ciudad y la pampa. Es lo que leemos tanto en “Las calles” como en “Arrabal”, ese borde de la ciudad en el que se detiene Beatriz Sarlo cuando analiza, estudia y propone para pensar esa primera etapa de Borges: la categoría del criollismo urbano de vanguardia; la reinterpretación de ciertas dimensiones culturales criollas, a partir de una poética claramente vanguardista que se vincula al ultraísmo, sobre todo en Fervor de Buenos Aires, en esta síntesis conflictiva y extremadamente productiva entre el criollismo, el escenario de la ciudad de Buenos Aires y la vanguardia.
-¿Esta obra de Borges puede considerarse como el principio del fin del modernismo que traía Rubén Darío o de aquella lírica de Lugones?
-Los poemas de Fervor de Buenos Aires, de Luna de enfrente, de Cuaderno San Martín, así como sus libros de ensayos de la década del veinte –Inquisiciones (1925), El tamaño de mi esperanza (1920), El idioma de los argentinos (1928) y el cierre de esta primera etapa que es el Evaristo Carriego (1930)–, creo que son piezas fundamentales en la discusión con el Modernismo (que en la literatura argentina tenía como mayor exponente a Leopoldo Lugones) y en la incorporación de la vanguardia estética argentina. Por supuesto esto no es algo que Borges hizo solo, ya que la puesta en cuestión del Modernismo es sobre todo la propuesta de escritores y poetas vinculados al periódico Martín Fierro, que comienza a publicarse en 1924, el cual a través de diferentes propuestas poéticas, una es la de Borges, otra la de Oliverio Girondo, otra es la de Raúl González Tuñón. Lo cierto es que cuestionaron y, en un punto, desplazaron el Modernismo, que era la estética que estaba en el centro del sistema literario argentino en ese momento.
-¿Qué nos dicen hoy esos poemas a cien años de su primera edición? ¿Qué nuevas lecturas creés que pueden surgir hoy?
-Creo que Fervor de Buenos Aires, a cien años de su publicación sigue siendo un libro de poemas que dialoga con el presente más absoluto. Lo digo no solo en términos poéticos, sino también para pensar diferentes cuestiones que ya están presentes en ese primer libro: los vínculos entre la vanguardia y las tradiciones de la literatura nacional; la cantidad inconmensurable de procedimientos que ya diseñan y anuncian lo que es la poética de Borges; la invención de la ciudad de Buenos Aires y los comienzos de la construcción de la mitología porteña. Y, a su vez, en este movimiento que hace Borges de corregir Fervor de Buenos Aires a lo largo del siglo XX, también nos permite hoy elegir qué Fervor de Buenos Aires leemos: si leemos la edición de 1923, que es una versión muy diferente a la que podemos leer en sus Obras completas, que tiene la marca esa edición de 1923 tan fuerte de un Borges buscando una lengua para la literatura argentina, que tiene en uno de sus centros con qué voz se escribe la literatura nacional.
-¿Qué recomendarías para quienes todavía no leyeron la obra?
-Creo que para quienes no leyeron nada de Borges Fervor de Buenos Aires es un libro fundamental porque, como decía, ahí están ya los tópicos, ciertos procedimientos, ciertas preguntas que después reencontramos en el Borges futuro. También recomiendo sus ensayos de esa década del veinte y sus otros libros de poemas que le siguieron a Fervor… –Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San Martín (1929)–, porque creo que leer estos ensayos y poemas permiten asomarse a lo que es esa primera etapa de Borges que es el momento en el que comienza la poética borgeana. Después, por supuesto, recomiendo sus clásicos, tanto Ficciones (1944) como El Aleph (1949), me parece que son libros fundamentales. Y a estos dos últimos les agregaría el que fue uno de los últimos libros de Borges, que es El informe de Brodie: un libro de 1970 que dialoga con este primer Borges, donde reaparecen algunos de los personajes, temas, tópicos de los grandes cuentos del Borges clásico de los años cuarenta. Pero también hay reminiscencias a estos primeros libros de poesía.
Homenaje y actividades por Fervor de Buenos Aires
El Festival Internacional de Poesía Ya! (que se lleva adelante hasta el 12 de febrero) también se sumó a la celebración y homenaje por los cien años de Fervor de Buenos Aires. Para ello, convocó a poetas noveles a escribir inspirados en esta conmemoración. Los elegidos fueron cuatro jóvenes del grupo Novísimes –Jonatan Daniele, Vinicius Fonseca, Lautaro Pereira y Milagros Pérez Morales–, quieres recitaron en el Espacio Biblioteca del Centro Cultural Borges sus escritos, entre otros poemas.
Por su parte, la editorial Sudamericana –para la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires– reeditará Fervor de Buenos Aires y todo el resto de la producción poética que Borges escribió en aquellos primeros años: Luna de enfrente (1925) y Cuaderno de San Martín (1929).
Algunos de los poemas que forman parte de Fervor de Buenos Aires
LAS CALLES
Las calles de Buenos Aires
ya son mi entraña.
No las ávidas calles,
incómodas de turba y ajetreo,
sino las calles desganadas del barrio,
casi invisibles de habituales,
enternecidas de penumbra y de ocaso
y aquellas más afuera
ajenas de árboles piadosos
donde austeras casitas apenas se aventuran,
abrumadas por inmortales distancias,
a perderse en la honda visión
de cielo y llanura.
Son para el solitario una promesa
porque millares de almas singulares las pueblan,
únicas ante Dios y en el tiempo
y sin duda preciosas.
Hacia el Oeste, el Norte y el Sur
se han desplegado -y son también la patria- las calles;
ojalá en los versos que trazo
estén esas banderas.
LA RECOLETA
Convencidos de caducidad
por tantas nobles certidumbres del polvo,
nos demoramos y bajamos la voz
entre las lentas filas de panteones,
cuya retórica de sombra y de mármol
promete o prefigura la deseable
dignidad de haber muerto.
Bellos son los sepulcros,
el desnudo latín y las trabadas fechas fatales,
la conjunción del mármol y de la flor
y las plazuelas con frescura de patio
y los muchos ayeres de a historia
hoy detenida y única.
Equivocamos esa paz con la muerte
y creemos anhelar nuestro fin
y anhelamos el sueño y la indiferencia.
Vibrante en las espadas y en la pasión
y dormida en la hiedra,
sólo la vida existe.
El espacio y el tiempo son normas suyas,
son instrumentos mágicos del alma,
y cuando ésta se apague,
se apagarán con ella el espacio, el tiempo y la muerte,
como al cesar la luz
caduca el simulacro de los espejos
que ya la tarde fue apagando.
Sombra benigna de los árboles,
viento con pájaros que sobre las ramas ondea,
alma que se dispersa entre otras almas,
fuera un milagro que alguna vez dejaran de ser,
milagro incomprensible,
aunque su imaginaria repetición
infame con horror nuestros días.
Estas cosas pensé en la Recoleta,
en el lugar de mi ceniza.
EL SUR
Desde uno de tus patios haber mirado
las antiguas estrellas,
desde el banco de
la sombra haber mirado
esas luces dispersas
que mi ignorancia no ha aprendido a nombrar
ni a ordenar en constelaciones,
haber sentido el círculo del agua
en el secreto aljibe,
el olor del jazmín y la madreselva,
el silencio del pájaro dormido,
el arco del zaguán, la humedad
-esas cosas, acaso, son el poema.
CALLE DESCONOCIDA
Penumbra de la paloma
llamaron los hebreos a la iniciación de la tarde
cuando la sombra no entorpece los pasos
y la venida de la noche se advierte
como una música esperada y antigua,
como un grato declive.
En esa hora en que la luz
tiene una figura de arena,
di con una calle ignorada,
abierta en noble anchura de terraza,
cuyas cornisas y paredes mostraban
colores blandos como el mismo cielo
que conmovía el fondo.
Todo —la medianía de las casas,
las modestas balustradas y llamadores,
tal vez una esperanza de niña en los balconesentró
en mi vano corazón
con limpidez de lágrima.
Quizá esa hora de la tarde de plata
diera su ternura a la calle,
haciéndola tan real como un verso
olvidado y recuperado.
Sólo después reflexioné
que aquella calle de la tarde era ajena,
que toda casa es un candelabro
donde las vidas de los hombres arden
como velas aisladas,
que todo inmediato paso nuestro
camina sobre Gólgotas.
LA PLAZA SAN MARTÍN
(A Macedonio Fernández)
En busca de la tarde
fui apurando en vano las calles.
Ya estaban los zaguanes entorpecidos de sombra.
Con fino bruñimiento de caoba
la tarde entera se había remansado en la plaza,
serena y sazonada,
bienhechora y sutil como una lámpara,
clara como una frente,
grave como un ademán de hombre enlutado.
Todo sentir se aquieta
bajo la absolución de los árboles
-jacarandás, acaciascuyas
piadosas curvas
atenúan la rigidez de la imposible estatua
y en cuya red se exalta
la gloria de las luces equidistantes
de leve luz azul y tierra rojiza.
¡Qué bien se ve la tarde
desde el fácil sosiego de los bancos!
Abajo
el puerto anhela latitudes lejanas
y la honda plaza igualadora de almas
se abre como la muerte, como el sueño.