Carmen Castillo: “La memoria está en disputa permanente”
La realizadora chilena reflexiona en esta entrevista sobre los mil días del gobierno de Salvador Allende y el lugar del cine documental en la historia colectiva.
“Creo que el tiempo no pasa. Aunque efectivamente hablamos de otra época, de ese acontecimiento histórico que fue el golpe de Estado de 1973 contra el gobierno de Salvador Allende, esa masacre continúa hoy dejando sus marcas, sus heridas, sus huellas en la vida cotidiana de todos aquellas personas en Chile que no gozan de los privilegios, de ese mínimo porcentaje que acapara la riqueza del país”, reflexiona la realizadora chilena Carmen Castillo.
Por primera vez en Buenos Aires y precisamente a 50 años del bombardeo al Palacio de la Moneda en Santiago de Chile, la mayor parte de la filmografía documental de Castillo se puede ver hasta octubre en un ciclo organizado por el Centro Cultural Borges del Ministerio de Cultura y Tinta Limón ediciones.
Sin barreras entre el delante y detrás de cámara, entre el sujeto que filma y que se filma, los documentales de la directora y escritora chilena son un ejercicio comprometido de memoria. Influenciado por las películas de su compatriota Patricio Guzmán, sus documentales, al igual que sus palabras, desmontan las trampas del olvido hegemónico para reencontrarnos con las historias de vida de los que lucharon, luchan y lucharán por un mundo mejor.
Luego de participar anoche de la vigilia en La Moneda por los 50 años del golpe de Estado de Augusto Pinochet. Castillo respondió algunas preguntas sobre la muestra retrospectiva en Buenos Aires y el periodo que compartió con la familia Allende. “La manifestación de anoche fue un momento maravilloso para mí y para las miles de mujeres que nos encontrábamos en esta marcha silenciosa vestidas de negro, con velas, y un pequeño texto en el pecho que pedía ‘nunca más’. Una columna de caminantes en la que apelamos al espíritu de nuestros muertos, cuyas vidas nos dan el aliento para continuar hoy día la batalla por la memoria”, arranca.
Es que en sus primeras experiencias militantes, Carmen Castillo se vinculó con el grupo de enlace chileno de la guerrilla del Che Guevara en Bolivia. En tiempos de la Unidad Popular, trabajó en La Moneda, junto a Beatriz “Tati” Allende, hija y asesora cercana del presidente Salvador Allende.
Como militante del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria) vivió en la clandestinidad después del golpe de Estado de Augusto Pinochet hasta que el 5 de octubre de 1974 la policía secreta localizó la casa donde residía junto a su compañero y máximo dirigente del MIR, Miguel Enríquez, quien cayó abatido luego de horas de combate.
Embarazada y malherida por una granada, Carmen sobrevivió. Una fuerte campaña internacional forzó a la dictadura a liberarla: fue expulsada de Chile y no pudo volver por trece años. Exiliada en Francia ―donde reside desde ese momento―, formó parte de la resistencia y del movimiento de solidaridad contra las dictaduras latinoamericanas. Así se vinculó con artistas y pensadores como Gilles Deleuze, Felix Guattari, Daniel Bensaid, Marie Laure de Decker y John Berger, entre otros.
En la década de 1980 comenzó su labor como cineasta y documentalista por la que recibió gran reconocimiento internacional. Entre sus obras se destacan el documental Calle Santa Fe (2007), que narra, a partir de la casa que compartió en la clandestinidad con Enríquez el compromiso político, el duelo, el exilio y el destino colectivo de sus ex compañeros del MIR, y La flaca Alejandra (1994) centrada en la figura de la militante mirista Marcia Alejandra Merino, quien delató bajo tortura a sus compañeros de militancia, incluyendo la ubicación de esa casa de la calle Santa Fe.
La verdadera historia del Subcomandante Marcos (1995) fue una de las primeras entrevistas filmadas al líder zapatista a poco del levantamiento armado. También hizo un documental sobre la figura de Víctor Serge (Vivencias de un revolucionario, de 2011) y otra que, en homenaje a su amigo, Daniel Bensaîd, repasa las experiencias de organización y lucha de las últimas décadas (Aún estamos vivos, 2015). Su último trabajo La embajada (2019) fue producido por la televisión pública francesa como un homenaje al rol que cumplió la Embajada de Francia en Chile durante los primeros meses posteriores al golpe de Pinochet.
“Este es un momento importante de la batalla por la memoria. Creo que no hay reconciliación posible entre la versión de los vencedores y las experiencias de alegrías y de sufrimiento de la memoria de los vencidos. Creo que es allí, en esa memoria de los vencidos, donde radica, la energía capaz de impulsarnos a dibujar un horizonte, un futuro consciente. Creo que ese trabajo de poder hilvanar los tiempos al presente es lo que puede aclarar, hacernos descifrar el mundo en que vivimos. Desde allí sitúo mi trabajo. Creo que humildemente nuestras obras, no cambian el mundo, pero pueden aclararlo, pueden poner el foco, pueden iluminar ciertas emociones que permitan a una sociedad hacerse cargo de esa promesa incumplida de generaciones de luchadores que buscaron un mundo de justicia, de libertad y de verdadera democracia”.
—Como militante del MIR, trabajaste en el Palacio de la Moneda en la presidencia de Salvador Allende y este lunes 11 se cumplen 50 años del bombardeo al Palacio y su asesinato. ¿Qué recuerdo tenés de esos 1000 días en los que el socialismo gobernó Chile?
—He tenido el privilegio de la edad, de conocer y vivir los mil días de Salvador Allende que fueron, cómo decir, una sociedad entera en estado amoroso; un tiempo en que la dignidad era real. Era un sentimiento interno, las personas eran dignas y dialogaban, se encontraban y pensaban juntas en la igualdad. No en la igualdad de todos somos iguales sino en la igualdad del encuentro entre diferentes. Eso existió. Lo vivimos. Ese gobierno socialista, de justicia social, de derechos, de una economía que funcionaba perfectamente bien (hoy los historiadores y economistas lo reconocen) no fue un invento. En esos mil días se logró crear una línea de desarrollo y de progreso, dirían algunos, para la mayoría de este pueblo.
En este 11 de septiembre, ante la ofensiva pinochetista civil, es importante levantar la fiesta que vivimos; reivindicar esa experiencia, ese acontecimiento histórico que interrumpió la dominación capitalista en Chile, que fue conducido por Salvador Allende y acompañado por una marea humana de campesinos, de trabajadores, de sin tierra, de jóvenes, de profesionales de artistas, de estudiantes. Hoy corresponde levantar aquello, ese tiempo de fraternidad y dignidad.
La dignidad heredada de ese gobierno de Salvador Allende es lo que se vivió en ese instante eterno que fue la revuelta histórica de octubre del 2019. Creo que por allí está la necesidad urgente de buscar lenguajes nuevos para relatar, para poder hacer fluido ese acuífero subterráneo, a veces silenciado y dormido, de la memoria de la generaciones pasadas. La memoria está en disputa siempre, cada día. Es permanente, como la lucha de clases
— ¿Cómo surgió la propuesta del ciclo?
— Mi reunión con Josefina Pairo y la editorial Tinta Limón es un encuentro de complicidades y de afinidades afectivas, primero. Una amistad que nace de inquietudes intelectuales artísticas y es por ese encuentro que se está realizando este ciclo, con el apoyo del Ministerio de la Cultura, de Tristán, de los amigos. La propuesta es mostrar algunos de mis trabajos y, sobre todo, esta alegría inmensa de estar en Buenos Aires y de encontrarme con personas como Albertina Carri, a la que ya tuve el privilegio de abrazar y de conversar en Santiago de Chile cuando vino a presentar su última novela que es extraordinaria.
— La mayoría de tus documentales están relatados en primera persona y enlazan tu propia historia con la de Chile. ¿Hacer cine para vos es una necesidad personal o una actividad militante?
— El cine llega a mi vida como un regalo del exilio. Yo vengo de la historia. Era profesora e investigadora. El lenguaje cinematográfico lo voy a aprender y a encontrar en el exilio. Será un cine que voy a intentar siempre levantar como un cine contra la derrota, contra la tristeza. Un cine melancólico, pero de esa melancolía de izquierda. Un cine que no puede por ningún motivo reemplazar ningún acto político militante. Efectivamente es un cine de autor, como lo que se hace y se hacía sobre todo en Francia, con un punto de vista subjetivo para decir desde dónde hablo qué quiero decir, qué quiero contar. Son películas construidas en el filo de la emoción y van a convocar a coros de voces, como en Calle Santa Fe; van a convocar archivos, van a convocar trabajo de videastas y cineastas militantes que van a estar dentro de mi cine reconocido por su punto de vista, por su coraje, por su presencia, en las luchas.
— El cierre del ciclo será el 11 de octubre en el Centro Cultural Borges con la proyección de Santa Fe, el documental autobiográfico donde reconstruís tu historia y la de Chile a partir del ataque en el que te hirieron y asesinaron Miguel Enríquez el 5 de octubre de 1973. ¿La cercanía de las fechas es coincidencia?
— Durante el ciclo vamos a poder dialogar en torno a la Calle Santa Fe. Yo diría que el punto de vista de ese filme surge efectivamente del reencuentro de una mujer que soy yo, pero ya no soy yo (puesto que una tiene múltiples vidas), que regresa al lugar, algunos dirían, del crimen. Yo diría que, en el regreso a la casa de la calle Santa Fe, estaba y está siempre presente lo que allí viví con nuestras hijas, con Miguel, con una compañera, un compañero, en esa casa que fue un refugio. Lo que allí viví es todo lo que se puede esperar a lo largo de una vida. A pesar de todo, fue un momento pleno. Entonces sí, son fechas importantes. Las fechas son lugares importantes para reconectarnos con ese flujo de memoria.
Espero poder encontrarnos para hablar de esa y las otras películas en ese sentido, como documentales que intentan relatar una historia colectiva a partir de un punto de vista personal. No son terapias. Las películas son películas. No puedo hacer películas para resolver nada, ni para reconciliar, pero sí para aportar, como decía, un cierto deseo de conocer esas historias.
Ciclo de Proyecciones
Miércoles 13 de septiembre, 18 h | Sala Alberto Williams
Aún estamos vivos (2015)
¿Es posible aún cambiar el rumbo fatal del mundo? Con esta pregunta, en un diálogo íntimo y político con su amigo Daniel Bensaïd, filósofo y militante, Carmen Castillo realiza un viaje hacia el corazón de quienes han decidido no aceptar el mundo que se les propone.
Duración: 1 hora 40 minutos.
Miércoles 20 de septiembre, 18 h | Sala Alberto Williams
Víctor Serge, vivencias de un revolucionario (2011)
Recorrido a través de la vida y la obra del revolucionario de origen belga Víctor Serge, militante anarquista en Francia, bolchevique en Rusia, trotskista en el exilio y, siempre, un hombre libre.
Duración: 52 minutos.
Viernes 22 de septiembre, 20 h | Casona de Flores (Morón 2453)
El bolero, una educación amorosa (1993)
Un viaje por las melodías más representativas del estilo musical distintivo de Latinoamérica.
Duración: 42 minutos.
Miércoles 27 de septiembre, 18 h | Sala Alberto Williams
La Flaca Alejandra (1994)
Conversación entre Carmen Castillo y Marcia Merino, más conocida como La Flaca Alejandra, quien fue dirigente de una célula del MIR y a quien la policía de Pinochet (DINA) transformó en colaboradora de la dictadura a través de la tortura.
Duración: 57 minutos.
Sábado 7 de octubre, 19 h | Feria del libro de Flores
Conversación pública con Carmen Castillo y Albertina Carri en la Feria del Libro de Flores. Modera Maru Waldhüter.
Miércoles 11 de octubre, 18 h | Sala Alberto Williams
Proyección de Calle Santa Fe (2007) y conversación presencial con Carmen Castillo.
Foto portada: Andrew Lynch