Batato Barea, el clown literario del nuevo teatro argentino
A 61 años del nacimiento de Salvador Walter Barea, Batato, recordamos al actor, comediante y clown argentino a través del testimonio de Jorge Dubatti, autor del libro Batato Barea y el nuevo teatro argentino y actual subdirector del Teatro Nacional Cervantes.
El 30 de abril de 1961 nació en la ciudad de Junín, Salvador Walter Barea, pionero de la escena teatral off de los ‘80 que se transformó en Batato al autodefinirse como clown literario.
A los 7 años se trasladó junto a su familia a Buenos Aires, donde cursó la escuela primaria en el colegio religioso Nuestra Señora de Luján. Los estudios secundarios los terminó en una escuela comercial en 1978.
Ya independizado de su hogar familiar, debió subsistir como camarero, cadete, vendedor de fiambres y masajista. En 1979 tomó sus primeras clases de teatro con María Barrestai en la Asociación Femenina de Buenos Aires, y tiempo después continuó su formación teatral junto a Lito Cruz, Víctor Mayol y Enrique Dacal.
El servicio militar obligatorio interrumpió su carrera en 1980. Un año después sufrió la pérdida de su hermano Ariel, quien era su gran referente en la vida. En 1982 participó de Romeo y Julieta junto a Guillermo Angelelli y Jean Pier Noher. Poco después se desempeñó como asistente de dirección de Pepe Cibrián en Calígula.
En 1984 comenzó estudios de clown con Cristina Moreira que fueron determinantesen su carrera. Ese mismo año fundó Los Peinados Yoli junto a Patricia Gatti, Fernando Arroyo y Mario Figueira, que amplió su formación con el posterior ingreso de Divina Gloria y Rony Arias. Además participó de la obra Gasalla en terapia intensiva, que marcó su debut en el teatro comercial. También conformó El Clú del Claun donde adoptó el nombre artístico de Batato Barea.
En 1985 participó del espectáculo Blanco, rojo y negro dirigido por su profesora de clown, al mismo tiempo que desarrollaba sus monólogos compartiendo el escenario con Humberto Tortonese, Fernando Noy y Alejandro Urdapilleta. Su primera obra Los perros comen huesos basada en textos de Alejandra Pizarnik que por un tiempo fue censurada.
Una de los lugares donde se presentó habitualmente fue el Centro Cultural Ricardo Rojas, cuya sala principal hoy lleva su nombre. Allí montó obras como El recital de poemas, El puré de Alejandra, Irremediablemente, La desesperación de Sandra Opaco y Los fabricantes de Tortas. También se presentó en Cemento y el Parakultural, y trabajó en televisión, cine y publicidad.
En sus últimos días, Batato participó en el espectáculo Todo menos natural. Gravemente enfermo viajó a Montevideo para participar del Festival Rioplatense de Nuevas Tendencias Teatroff. El el 6 de diciembre de 1991, Batato Barea falleció a los 30 años de edad.
Para conocer más sobre su vida y su obra se puede acceder a videos como La Carancha o María Julia, la carancha, una dama sin límites -en compañía de Urdapilleta y Tortonese- en YouTube; el documental La Peli de Batato, de Goyo Anchou y Peter Pank, en Cine.Ar Play; los libros Te lo juro por Batato escrito por su amigo Fernando Noy; Batato: Un pacto impostergable narrado por su madre María E. Amichetti de Barea; Historietas obvias y otros numeritos, con ilustraciones del propio Batato Barea y Batato Barea y el nuevo teatro argentino de Jorge Dubatti. También se puede ver el cuadro con su imagen realizado en 1989 por Marcia Schvartz, o visitar el museo Batatópolis.
Entrevista a Jorge Dubatti
Jorge Dubatti es profesor universitario, crítico e historiador teatral argentino. Entre sus principales aportes académicos se cuentan sus propuestas teóricas de Filosofía del Teatro, Teatro Comparado y Cartografía Teatral, disciplinas en las que ha sido pionero. Es especialista en el trabajo con espectadores teatrales y doctor en Historia y Teoría del Arte (UBA). En su extensa trayectoria recibió el Premio Academia Argentina de Letras (1989) al mejor egresado de la UBA y el Premio Konex en dos oportunidades (2007 y 2017). A su vez ha publicado más de 200 libros sobre teatro argentino y universal, entre los que se encuentran el escrito sobre Batato. Y en la actualidad se desempeña como subdirector del Teatro Nacional Cervantes.
-¿Cómo definiría a Batato Berea dentro de la escena teatral argentina de la postdictadura?
-Un renovador que catalizó las tensiones culturales, sociales, políticas y artísticas de la postdictadura y las encarnó: cuestiones de género, de performatividad, de transformación de la escena y de la literatura dramática.
-¿Qué podría decirnos acerca de la nueva poética teatral propuesta a través de sus personajes?
-Es a la vez un anti-teatro, como él mismo lo llamaba (decía que odiaba el teatro) y un nuevo concepto de teatro más amplio, más liminal, que buscaba borrar los límites entre el arte y la vida. Anti-teatro porque iba en contra de las prácticas de representación, producción y formación vigentes en los circuitos independiente, oficial y comercial, por su anti-realismo, por su anti-actuación, por su anti-pedagogía y su anti-solemnidad. Nuevo teatro por investigación maravillosa, muy propositiva, con lo performativo, lo clownesco, el género y las identidades trans, por su trabajo con el reciclaje de residuos y la visibilización de grandes poetas, por su reelaboración de lo político en una visión más amplia.
-¿Cuál ha sido el impacto que tuvo su estética travesti en la escena teatral de ese momento?
-En mi caso me conmovió tanto ver su teatro ("El método de Juana", "Alfonsina y el mal", "Los perros comen huesos", performances como "La locas que bailan y bailan", etc.) que me llevó a escribir un libro sobre él: Imagínense la potencia de su pregnancia.
-¿Recuerda alguna de sus actuaciones como la más memorable?
-Todas: La cama, en Cemento, los trabajos con "El Clú del Claun" y "Los Peinados Yoli", El método de Juana, los recitales en el Rojas, sus intervenciones en trío con Urdapilleta y Tortonese, La Carancha.
-¿Cómo puede analizar la preponderancia de la corporalidad en sus performances?
-A la par que representaba, Batato presentaba su cuerpo y su personalidad única, angelada, como materia poética. Re-presentaba, pre-sentaba y “sentaba” universos existenciales. A muchas y muchos, como a mí, ver a Batato nos cambió la mirada sobre la vida y el mundo.
-¿De qué manera influyó su irrupción en el ámbito underground de los '80?
-Por su carisma, por su poética propositiva, por la belleza y potencia artística de sus espectáculos, por su ejemplo de laboriosidad (una carrera brillante en muy pocos años, hecha a puro laburo de intensidad imparable), por su ejemplo ciudadano, pronto se transformó en un referente de la renovación de la postdictadura. Pronto sentimos que todo lo que hacía lo estaba haciendo por todas/os nosotras/os.
-¿Qué opinión le merece su peculiar sentido del humor?
-Tiene que ver con la ingenuidad, el desamparo y la pureza humanista del clown, y al mismo tiempo con su visión política y de género, con el desmontaje de la subjetividad de la dictadura y el conservadurismo esclerosado.
-¿Cree que la crítica teatral contemporánea reconoció su talento?
-Muy pocas/os. Pero Batato sigue creciendo en su consagración año tras año. No hay quien pueda ignorarlo, ni tesis o investigación que no lo mencione. Hay videos de su trabajo, y películas y documentales sobre él, pero dichosamente somos muchas/os los que lo vimos. Queda el “mito Batato”, cada vez más agigantado.
-¿Batato Barea tuvo que soportar resistencia de cierta parte del público por su elección sexual?
-Por supuesto, especialmente en los primeros años de la postdictadura estaba muy muy fuerte aún la subjetividad que apoyó a la dictadura y una visión de clase media conservadora. Batato fue un puntal de vanguardia para la necesaria transformación social y artística de nuestra cultura, le debemos muchísimo.
-¿Existe alguna diferencia entre el mito construido a partir de su muerte y quien realmente fue?
-Batato fue un ser excepcional, un artista excepcional, el mito se queda corto. Lamentamos que su vida haya sido tan corta. Me encantaría charlar con él todos los días, y me hubiese gustado ver su transformación hasta hoy. Seguimos llorando su muerte.