68 años dedicados a la investigación para la producción agrobioindustrial
Desde 1956, el INTA impulsa la innovación, la investigación y la extensión mediante la integración en redes multidisciplinarias y la vinculación público-privada. A lo largo de los años, el instituto logró posicionar a la Argentina como un referente mundial en diversas áreas, desde la siembra directa y la agricultura de precisión hasta el desarrollo de nuevas variedades de cultivos y tecnologías para mejorar la salud animal, entre otros aspectos.
Creado el 4 de diciembre de 1956 por el Decreto Ley 21.680/56, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria nace con el objetivo de “impulsar, vigorizar y coordinar el desarrollo de la investigación y extensión agropecuaria y acelerar, con los beneficios de estas funciones fundamentales, la tecnificación y el mejoramiento de la empresa agraria y de la vida rural”. Desde su fundación, el instituto es el motor de la innovación y el desarrollo en el sector agropecuario que posiciona al país como un referente mundial en producción de alimentos.
A lo largo de estas seis décadas, el INTA imprimió una huella imborrable en el agro argentino. Entre sus logros más destacados se encuentran el desarrollo de más de 970 variedades vegetales inscriptas en el INASE que incluyen aromáticas, cereales, forrajeras, forestales, industriales, hortícolas, frutales, legumbres, oleaginosas y ornamentales son el resultado de programas y de proyectos de investigación. Las obtenciones incluyen desde cultivos tradicionales hasta aquellos con alto valor agregado como la primera variedad de algodón con fibras extralargas, el arroz de alta calidad Anguirú INTA y la avena Bonaerense INTA sin gluten. Asimismo, se desarrollaron variedades ornamentales a partir de recursos genéticos nativos, como Mecardonia, Oxpetalum, Begonia y Calibrachoa, que se comercializan en Japón, los Estados Unidos y países de Europa.
En el ámbito de la biotecnología y la genética, el INTA logró avances significativos en el desarrollo de cultivos más resistentes y productivos. El descubrimiento de enzimas clave para la germinación de las semillas, la secuenciación del genoma de la chicharrita del maíz, el desarrollo de semillas de trigo con granos más grandes, son ejemplos de esta labor.
Un párrafo aparte se merece la chicharrita del maíz. A principios de 2024, las condiciones de altas temperaturas y abundantes precipitaciones, junto con el escalonamiento en las fechas de siembra del maíz derivaron en la rápida reproducción y migración de Dalbulus maidis -conocida como chicharrita del maíz-. La expansión desde el norte argentino hasta la zona núcleo, del vector de patógenos que producen la enfermedad del achaparramiento del maíz, causó problemas en la fisiología y desarrollo de las plantas. Esta situación llevó a que especialistas de todo el país se unieran y trabajen codo a codo para controlarla. Producto de esto, se creó el Mapa Nacional de la Chicharrita. Un trabajo realizado por entomólogos de 21 unidades del INTA con el fin de monitorear la plaga para estudiar su evolución poblacional y estimar el riesgo epidemiológico. Resultó un conocimiento clave para promover estrategias productivas y sanitarias con vistas a disminuir la incertidumbre en cuanto al riesgo.
En cuanto a la salud animal, solo en el último año, el INTA desarrolló vacunas y mejoró las prácticas de manejo para garantizar la salud y el bienestar animal, lo que se traduce en productos de mayor calidad y seguridad alimentaria. Como el desarrollo de un test para el diagnóstico rápido de la tristeza bovina, la primera cepa vacunal contra la Leucosis bovina o la cepa argentina modificada contra el herpesvirus que ahora, gracias a un convenio de vinculación tecnológica, será transferida a la empresa Tecnovax SA. Todos desarrollos que permiten mejorar la salud y el bienestar de los animales, aumentar la productividad de los sistemas de producción y facilitar el comercio internacional de productos ganaderos.
En el marco de este nuevo aniversario, el instituto refuerza la articulación público-privada con la visión de aunar esfuerzos con el sector privado y con los productores. De hecho, mediante alianzas estratégicas se han desarrollado proyectos de investigación y transferencia tecnológica que han beneficiado a toda la cadena de valor. Un ejemplo de esto es el trabajo de Bioinnovo, la empresa argentina que nació fruto de la alianza entre el INTA y Vetanco SA y que en este 2024 celebró una década de desarrollo de soluciones biológicas para el sector agropecuario. Se destacan el desarrollo de Bionnovo IgY DNT –para la prevención de la diarrea neonatal en terneros–, y de Vedevax Block –primera vacuna recombinante direccionada contra la diarrea viral bovina–, un producto que trasciende las fronteras. Además de venderse en la Argentina, se registró en Perú y Bolivia; está en proceso de registro en Paraguay, Uruguay y México, y en vías de presentase a registro en Sudáfrica y Brasil.
A 68 años de su fundación, la institución se encuentra a la vanguardia de la investigación en agricultura, desarrolla nuevas tecnologías y soluciones para los desafíos del siglo XXI. Con el compromiso intacto con la innovación y la transferencia tecnológica, el INTA seguirá siendo el motor de desarrollo para el campo argentino.