100 años del Ulises de James Joyce
El día que el autor irlandés cumplió 40 años, el 2 de febrero de 1922, también se publicó su gran obra maestra: Ulises. En esta nota, recordamos la importancia de esta novela en la historia de la literatura universal y, además, distintos escritores, críticos y traductores -entre ellos, Carlos Gamerro, Edgardo Scott y Juan Villoro- comentan sus percepciones y experiencias de lectura.
El 2 de febrero de 1922 se publicó en París la novela Ulises, justo el mismo día en que su autor, el escritor irlandés James Joyce, cumplía 40 años. Obra que revolucionó la literatura del siglo XX, se transformó en uno de los grandes clásicos de la historia literaria universal.
Luego de una década de intenso trabajo en su exilio en Triste, Joyce culminó su tercera obra que fue corregida por Sylvia Beach, quien transformó su librería Shakespeare & Co. en editorial, para publicar la gran obra de Joyce. Antes, había sido rechazada por Leonard y Virginia Woolf, dueños de la editorial Hogarth Press, por su lenguaje indecente. Reacción similar causó el anticipo de algunos episodios en las revistas The Egoist y The Little Review, en Inglaterra y Estados Unidos respectivamente.
Foto gentileza: Godot.
La trama cuenta las vivencias de simples habitantes de Dublín en la jornada del 16 de junio de 1904: Leopold Bloom, su esposa Molly y Stephen Dedalus: algunos de los personajes que lo rodean. Pero durante su lectura, ocurren tantas otras cosas que la historia, gracias a su forma, va mucho más allá: descripción de hechos, momentos, reflexiones, citas, comentarios, jergas y más, con un lenguaje y técnica narrativa difícilmente comparables con otro escritor. A pesar de que algunos críticos consideran su lectura dificultosa, Ulises es considerada como la obra que marcó un antes y un después en el género novelesco.
James Joyce. Ilustración de Xulio Formoso.
A continuación, compartimos la experiencia y opinión de escritores y críticos acerca de sus lectura de la gran obra de James Joyce:
Carlos Gamerro. Escritor y crítico argentino. Autor de Ulises. Claves de lectura
"Como todos sabemos, James Joyce es uno de los autores fundamentales del siglo XX, junto con Kafka, Proust, que suelen ocupar la primera línea, pero yo también incluiría a Virginia Woolf, William Faulkner, Jorge Luis Borges, Vladimir Nabokov y puedo seguir la lista. Ulises es la novela junto con, de alguna manera anticipado también este lugar por el Retrato de un artista adolescente que termina con el siglo XIX y da inicio al XX. Así como Eric Hobsbawm dice el siglo XX empieza con la Primera Guerra Mundial, podríamos decir que Ulises empieza la historia de la literatura del siglo XX y se empieza a escribir el mismo año en que empieza aquella Guerra, 1914. Woolf o Faulkner, por ejemplo, son autores que de alguna manera son creados por Joyce. Antes de la era Joyce, Virginia Woolf escribe más o menos novelas convencionales, decimonónicas. Y, después de la era Joyce, escribe Mrs. Dalloway. Siempre lo que importa en la evaluación de los autores no es lo que opinan -porque Woolf opinaba mal del Ulises-, sino lo que escriben. Y ahí la influencia de Joyce en su escritura es indudable. También en casi todas las novelas de Faulkner. Sobre todo, se nota en El sonido y la furia, ese monólogo inicial de Benjy. El uso por parte de Virginia Woolf y William Faulkner del monólogo interior son derivaciones, extensiones, amplificaciones, variaciones sobre lo que hace Joyce y la influencia en el psicoanálisis es igualmente importante. Ciertamente no sobre Freud que no podía entenderlo, pero sí Jung que trató por lo menos de entenderlo y, sobre todo, Lacan.
»A partir de ahí, no hay autor que no haya sido influido por Joyce, directamente o a través de otros autores. Porque la influencia va pasando de uno a otro y todavía hoy, los autores, novelistas, cuentistas sobre todo, autores en prosa hablan de qué hacer después de Joyce. Hablan del Ulises. Ni hablar de Finnegans Wake, una novela que creo que fue escrita en el siglo XXI o XXII: todavía no hemos llegado a ella. Y el Ulises es una novela que a cien años de su publicación sigue siendo una novela de vanguardia, sigue marcando lo que puede ser la literatura.
»En cuanto a la influencia que tuvo en mí como lector, como suelo decir, Joyce crea lectores, nos convierte en mejores lectores y en personas distintas de lo que éramos. Uno no es el mismo después de leer Ulises. Y esto no solo lo digo por mí, sino porque tras años y décadas de enseñarlo en talleres y lecturas guiadas, lo noto en las personas en tanto lectores, sobre todo. Como escritor, sobre todo, lo que quizá más influencia ha tenido sobre mí es comparable a lo que decía Manuel Puig, esto de trabajar una novela con textualidades muy heterogéneas. Es decir, que cada capítulo tenga otro estilo, otro narrador, otros recursos. Yo, sobre todo, he ido en esa dirección en mis últimas dos novelas, Cardenio y, en especial, La jaula de los onas. No tanto, en mi caso, el monólogo interior que uso de manera bastante parca. Creo que se ha hecho muchísimo y el gran momento del monólogo interior es la primera mitad del siglo XX. Pero el Ulises es mucho más que monólogo interior. A partir del capítulo diez, como recién decía, cada capítulo parece no solo perteneciente a otro libro, sino también que parece escrito por otro escritor. Joyce acaba con la idea de que un autor debe tener un estilo reconocible. Él tiene todos los estilos posibles, es un imitador de voces como se nota en el capítulo catorce, titulado 'Ganado del sol'".
Juan Villoro, escritor y periodista mexicano ganador del Premio Herralde de Literatura en 2004
“Como tanta gente de mi generación, leí esa obra absoluta llamada Ulises en la traducción publicada por Santiago Rueda. A los veinte años, el inglés no me daba para más. Entendí lo que pude y, con el correr de los años, fui leyendo pasajes sueltos y citas de Joyce, siempre superiores a mi impresión original del texto. Finalmente me armé de valor y lo leí en inglés, acompañado del libro de Carlos Gamerro, como bitácora de apoyo. El resultado fue deslumbrante, en gran medida gracias a las ricas, pertinentes y creativas asociaciones que Gamerro establece. Su libro es una Obra de Vida, años y años de leer, pensar, entender, para lograr esta bitácora sabia y ajena a la pedantería”.
Guillermo David, director nacional de Coordinación Cultural de la Biblioteca Nacional Mariano Moreno
"El 16 de junio de 1904 James Joyce conoció en la calle a quien sería la compañera de toda su vida, Nora Barnacle. Dieciocho años más tarde ambientaría en esa fecha el Ulysses en el que, según es fama, narra el periplo de Leopold Bloom por todo Dublín durante aquel día azaroso mientras es acosado por la certeza de que su mujer, Molly, está con un amante. La novela, que Borges consideró tan prodigiosa como de difícil, sino imposible lectura, obró un milagro en la literatura en lengua inglesa; su influjo no demorará en hacerse extensivo a todas las literaturas occidentales. Más que una revolución en las letras modernas, fue una conflagración en la que se fundieron todos los conceptos que hasta entonces se tenían sobre la creación literaria.
»Escrita en el exilio voluntario –Zurich, Trieste, París, serán los destinos desde los que Joyce urdirá su texto-, la novela ejerce la minucia descriptiva propia de quien intenta recuperar una memoria sensorial perdida. La Dublin de su juventud es recreada con la más asombrosa técnica novelística conocida hasta entonces, solo equiparable, tal vez, a la de su contemporáneo Marcel Proust en lo que de ruptura inasimilable posee. Pues en Ulysses, que hace de su personaje, Leopold Bloom, una versión contemporánea del héroe homérico, ensaya todos los estilos y convoca todas las lenguas para dar cuenta, como en un Aleph borgiano, de la vida de un hombre común en un día común de una ciudad común sin que nada caiga fuera del texto. Maravilla verbal, se acostumbra reducir al descubrimiento del monólogo interior el legado joyceano.
»Efectivamente, el recurso es llevado a una maestría sin par en las últimas páginas del libro, en el que Molly enhebra sus pensamientos deshilachados, sin puntuación, en un flujo de conciencia que es desafío de lectores, pesadilla de traductores (el propio Borges intentará versionar dos páginas en cierta revista de su juventud) y escándalo de censores por las osadías de su erotismo verbal. Aunque los críticos y difusores se han empeñado en descifrar sus claves, la complejidad del libro excede a sus lectores. No sin ironía, el propio Joyce se jactaba de haber producido una obra que ocupará por tres siglos a sus críticos.
En Argentina se han acometido no una sino tres versiones del texto. A mediados de los años cuarenta José Salas Subirat, un vendedor de seguros desconocido en el ambiente de letras local, se aventuró en la traducción castellana del Ulysses para la editorial Santiago Rueda, que se volvería canónica por décadas en todo el ámbito de habla hispana. En el presente siglo, Marcelo Zabaloy y Rolando Costa Picazo dieron sus propias versiones. Críticos avezados, como el lunfardólogo platense Mario Teruggi o el novelista y ensayista Carlos Gamerro, han sido prolíficos en su difusión y lectura.
Pero el vínculo con nuestro país es muy anterior. En la estancia de los Güiraldes, en Carmen de Areco, hay un extraordinario ejemplar del Ulysses; se trata de la edición de lujo para coleccionistas publicada por Silvia Beach en París. Con su venta se financió la edición en rústica, que labraría su fama y conocería la censura. El colofón ese ejemplar, custodiado bajo siete llaves en las pampas argentinas, lleva el número uno. (Sir Winston Churchill, que despreciaba la Irlanda irredenta y obtuvo el Nobel de Literatura que le fuera negado a Joyce, tenía el número 11). En San Antonio de Areco la mayoría de los gauchos son de origen irlandés. Criadores de ovejas, se subieron al caballo criollo al emigrar tras la peste de la papa hacia 1840. La renta agraria producida por los rudos campesinos irlandeses de la diáspora transmutados en gauchos, cantados por Ricardo Guiraldes en la París de Joyce, permitió que exista la obra mayor de la literatura en lengua inglesa contemporánea".
Leonardo Sabatella, periodista y escritor argentino
“No lo releo, no vuelvo a ese libro. No busco pasajes que recuerdo ni lo pido en otras bibliotecas. A veces, con ciertos libros que tuvieron un peso particular o dejaron una marca prefiero no volver para quedarme con esa sensación primaria”.
Y recuerda su primer contacto con el libro: "Fue en 2004. Mientras hacía el CBC, trabajaba en una biblioteca en Merlo y ahí empecé a leerlo. La primera impresión fue estar perdido y cautivado a la vez. Esa impresión de no entender me parecía fascinante. Quizás fue la primera vez que descubrí que en la lectura había algo mejor que entender y eso era quedar desconcertado, perdido, suspendido. También me impresionó el modo en el que las cosas duraban, cómo la escritura hacía durar los hechos al punto de volverlos irreconocibles, abstractos, cómo volvía remoto algo cercano. Siempre quise comprar esa edición que leí en la biblioteca y nunca la conseguí o me ocupé de conseguirla".
El escritor James Joyce. Foto: National Geographic.
Francisco Bitar, narrador, poeta y ensayista
“Ulises no puede escapar a su condición de clásico, lo que significa, entre otras cosas, que no se puede reponer el encuentro con él: está desde siempre en mi biblioteca. Hay un segundo rasgo que comparte con otros clásicos, injusto, creo: su fama de ilegible, superstición de origen borgeano. Todo esto hace del Ulises un libro constante pero invisible. Yo lo encontré en mi biblioteca (se me hizo por fin visible) cuando escribía el Olimpo, mi segundo libro de poemas, y desde entonces vuelvo a él cada vez que quiero inundarme de lenguaje, lo que, a decir verdad, ya no me ocurre. Hoy Joyce es más importante para mí que el Ulises. Este sería su tercer clacisismo, el que reconoce en Joyce “no una obra sino una literatura” (esto lo dijo también Borges). En Joyce, como en otros grandes, se replica, aunque a su manera, la inagotable fantasía del mito de autor. La pregunta por cómo es posible esta cosa rara: un escritor. Así se multiplican sus encarnaciones: el Joyce de Beckett, el Joyce de Lacan, el Joyce de Saer, etc. Cada lector inventa el suyo".
Rolando Costa Picazo, crítico y traductor literario, profesor consulto de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y profesor plenario de la Universidad de Belgrano. Estuvo a cargo de la traducción, la edición crítica, los comentarios y notas del Ulises, editado por Edhasa.
"James Joyce es uno de los grandes escritores del mundo. Quien no lo lee, se pierde algo importante. El primer Joyce es fundamental, en especial Dublineses y Retrato de un artista joven. Para quien estudia, para quien enseña, es importante leerlo y lo recomiendo".
Sobre el Ulises, comentó: "La traducción fue muy compleja. Uno no puede entrar si no trae algo del estudio del autor en el camino y también tiene que estar preparado para recibir un *shock. Es un escritor muy sufrido y pone su dolor en la obra. La gran diferencia en traducirlo radica en su amplio conocimiento. No solo cita a otros escritores ingleses y europeos, sino que además no dice lo que está citando. Tal vez le divierte hacer una trampita en algún momento. En un caso, conversa con un pseudo escritor que cree que sabe todo y no sabe nada. Así podría uno internarse en la búsqueda de una fuente inexistente mientras él se ríe desde ultratumba".
Edgardo Scott, escritor y traductor argentino
"Siempre los aniversarios son para recordar lo que en verdad 'ya está presente', ya se recuerda. Y tanto Joyce como su gran monumento, el Ulises nunca dejan de brillar en la memoria y, particularmente, en la memoria de la literatura argentina contemporánea. Leí el Ulises a los veintipico, en una edición de Bruguera muy popular, en dos tomos, con la traducción del español José María Valverde. Quiero decir que lo leí con esa especie de arrojo y arrogancia -e indiferencia- con la que se leen esos monumentos turísticos de la literatura (Los hermanos Karamazov; Rojo y negro; Guerra y paz), tan obligatorios y que solo en la lectura o después de la lectura se vuelven reales y hasta apropiables. El hallazgo del Ulises no está en su tamaño ni en sus procedimientos, sino en su lograda ambición: Joyce inventa y define al hombre y a la mujer del siglo XX (aquellos que hoy están en extinción). Lo hace con una capacidad, profundidad y talento supremos. Es decir que nos da una representación, un espejo, y declara una evidencia: el fin -la parodia- de la épica. Más allá del prestigio y alguna otra superstición académica, el valor de la obra de Joyce está en esa redefinición de la ética de la experiencia literaria”.