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Silvia Iriondo: "El folclore es esa música que nos une, en la que encontramos pertenencia"

La cantante vasco argentina presenta “Alas de plata”, junto con el pianista Pablo Fraguela, en el Centro Cultural Borges. En esta entrevista, nos cuenta sobre sus orígenes musicales, el valor del folclore en nuestra cultura y la reinterpretación del canto anónimo.

Cantante, intérprete y docente, Silvia Iriondo ofrecerá su concierto Alas de plata este jueves 13 a las 19 h en el Centro Cultural Borges, organismo dependiente de la Secretaría de Cultura. Desde 1990 presenta sus trabajos musicales en distintos escenarios de Argentina y Europa. Además, participa en festivales internacionales y tiene más de veinte producciones discográficas en su carrera: cuatro de las cuales han sido editadas y producidas en Japón.

Aunque nació en la Argentina, su origen es vasco por parte de madre y padre: ambos profesores de educación física y músicos. Su vocación por el canto se despertó durante la infancia, en un hogar donde el ambiente musical era permanente.

Antes de presentarse en el Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA), Iriondo reflexiona sobre su música y adelanta detalles de lo que será el concierto Alas de plata.

-¿Cuándo empezó su amor por la música?
-Mis padres son profesores de educación física, además de músicos. Mi mamá era cantante lírica. Se conocieron en un coro vasco que aún existe, Lagun Onak. Ella era solista de ese coro y, en mi casa, se vivía un ambiente musical permanentemente. También mi abuelo tocaba el piano; y mi tío abuelo, el órgano. Así que cada encuentro era como una celebración musical, una excusa para cantar. De alguna manera, mis orígenes con la música están ahí: escuchar cantar a mamá.
En relación con el folclore, gran parte de mi familia vive en Catamarca y me nutrí mucho, viajando allí desde los trece años. Además, encuentro una simetría muy grande entre lo que es la música tradicional vasca, originaria y la música folclórica argentina. Hay una similitud en las temáticas. Las rítmicas son bien distintas, pero las temáticas se parecen. Esto de hablar del paisaje, del hombre en relación con la tierra, lo cultural que se desarrolla en una comunidad... Creo que llegué muy fácil al folclore porque ya estaba empapada de ese amor a la tierra, de ese relato de mis abuelos vascos, hablando de su pueblo natal. Y en los años 60, con el florecimiento del folclore argentino y las guitarreadas, encontré rápidamente mi lugar de pertenencia.

-¿Como ve el folclore argentino hoy con las nuevas generaciones de músicos?
-Lo veo muy vivo. Hasta hace pocos meses, estuve desarrollando una tarea docente, y lo que se ve, lo que se vive, nos muestra que está floreciendo el folclore. No solamente el interés de los pibes jóvenes por saber de qué se trata, y el interés por nuestros autores fundacionales como Atahualpa, Romo Piñona, Chacho Muller, Jaime Dávalos, Eduardo Falú, etc., sino también cómo fueron tomando estas raíces para hacer cosas nuevas. Hay muchas expresiones y muchos grupos en las que se refleja. Uno siente “esto es Argentina, esto tiene que ver con nuestro paisaje”: una mirada, una cadencia melódica y de textos.

-¿Qué valor tiene interpretar temas anónimos?
-Interpretar temas anónimos es la parte que más me gusta, porque es encontrarme directamente con la música de la que nosotros venimos como país. Nuestras músicas originarias, estas que en realidad tienen un autor, pero su concepto está construido por una comunidad y, por eso, no hay un nombre y un apellido. Es como una construcción que se va haciendo del devenir, del hacer, del trabajo, del cosechero, del minero, de esa relación con el paisaje, de lo que me da la naturaleza para vivir. Y de ahí va saliendo toda esta construcción que es el canto anónimo y un fiel reflejo de lo que somos como país, de nuestra idiosincrasia.
Cada comunidad es autora de sus cantos anónimos, porque allí hay otro concepto de lo anónimo. En una ciudad, la adjetivación de “lo anónimo” refiere a aquello de lo que nadie es testigo. En el interior del país, en las pequeñas comunidades todos se conocen, saben quién soy, quiénes son mis padres, etc. Entonces, el sentido de lo anónimo no tiene este concepto de desconocimiento del otro que tiene la ciudad. El concepto de lo anónimo para las comunidades del interior es la pertenencia, es lo de todos. El concepto de canto anónimo refiere a canto colectivo, que es un canto creado por todos y es un concepto muy lindo.

-¿Cómo se registra y permanece el canto anónimo?
-Ese es el gran trabajo de los recopiladores, que son antropólogos musicales, que se adentran en las comunidades; y las comunidades los tienen que aceptar para transmitirles no solo las melodías, sino las cuestiones culturales, los secretos, los gestos, los hábitos y tradiciones. Una vez que esto ocurre, los recopiladores van haciendo un trabajo de campo. Despacito, van con un grabador y van recogiendo testimonios, poemas, textos, expresiones, canciones y todo eso se va levantando. El Instituto Nacional de Musicología tiene el trabajo de muchos recopiladores, como Leda Valladares, Isabel Ares, Rubén Pérez Bugallo, que son como historiadores de la música.

-¿De dónde se nutre para armar sus repertorios?
-Arranqué en la cuna de mi casa y terminé nutriéndome de estos viajes a Catamarca que fueron, para mí, definitorios de una estética. El canto anónimo lo tenés en todas las zonas de la Argentina, en las distintas comunidades, cada una con sus gestos, con sus instrumentos, con su idioma. Y cada uno va impregnando cada zona de un rasgo muy distintivo que habla de ese paisaje. Pero sobre todo estos últimos diez años me nutrí de mi infancia, me siguieron resonando las músicas con las que me crie y hoy las escucho con otro prisma, las ubico en otra escena musical.
Cuando arranqué compuse canciones mías, siempre con un aire folclórico y después, de a poco, me fui animando a tomar el folclore. Yo nací en una ciudad, soy un bicho de ciudad, entonces tuve que hacer todo un proceso para reflejar esa pertenencia desde mi propio origen para integrar esta música a mi mirada.

-En algún sentido, describe lo que interpreta como “música fugitiva”. ¿De qué se trata ese concepto?
-Yo digo que hago música fugitiva porque está en permanente movimiento, porque no la podés agarrar. Es un folclore nuestro, que es de todos, que cambia todo el tiempo, que no está detenida en una foto. Hay todo un contexto, un país, una mirada, una influencia. Y a eso se le suma nuestra propia mirada que no nacimos puntualmente en el lugar donde la canción fue creada, en esa raíz. Es una música que nos conmueve, por nuestros ancestros, por nuestros orígenes. Entonces, digo que es una música que se fuga, que se va de allí y entra en uno, y entra en otro paisaje y se construye, como algo muy dinámico que está y sigue en permanente movimiento.

-¿Cómo vive la experiencia escénica de la música en vivo de cara a su próxima presentación?
-Esta función será a dúo y me siento muy honrada de poder ofrecer una mirada posible, que acerca la tradición. Porque son canciones que tienen mucha historia de vida. Las canciones que recopiló Leda Valladares tienen más de 100 años, las canciones de Jaime Dávalos tienen 80, 90 años de vida. Y me gusta mucho, me conmueve tomar estas canciones que no solamente hablan de mi infancia, sino que hablan de la infancia de todos, y poder presentarlas con una vestimenta de hoy, en el contexto de hoy. Todas estas letras son parte de nuestra historia. Las escuchás y te vas encontrando con la palabra y con la melodía. El recital es un encuentro con lo que somos como país y eso me da mucha alegría.

-¿Qué va a encontrar el público en la presentación de **Alas de plata?**
-Quienes vengan van a encontrar nuestra historia. Escuchar estas músicas y estos modos, no solamente para quien le gusta la música, sino para toda la comunidad, es encontrarse con historias familiares, con la historia de un país, nuestra propia cultura. Es un encuentro y un abrazo a esto que somos, a esta unión. Esta música representa la fuerza de la comunidad. A mi me parece que el encuentro musical es algo así como el hecho máximo en el que se completa el círculo del arte. El arte tiene un sentido y el anclaje lo tiene ahí, en esa recepción en la que estamos todos vibrando con una música que nos convoca y nos une.
No es tanto el encuentro conmigo, sino el encuentro con el folclore. Con esa música que nos une, en la que encontramos pertenencia y en la que podemos decir: “Esto es lo que somos”.

-¿Qué significa, en lo personal, presentarse en el Centro Cultural Borges?
-Me resulta sumamente importante poder presentarnos nuevamente en este espacio gratuito, que se convierte en un espacio de reunión, reflexión y alegría. Esto es que viva la actividad cultural, que vibremos todos en ese modo que nos une y que nos da sentido de familia y de patria. Eso es lo que tiene este encuentro de música folclórica: encontrarnos con el sentido de patria, con lo que somos. Y qué lindo lo que somos, qué buenos compositores, qué melodías, qué reflexiones…

CONCIERTO ALAS DE PLATA

La entradas se retiran desde 1 hora antes de la función en mesa de informes (primer piso), del Centro Cultural Borges (Viamonte 525, CABA). Se entregan hasta dos entradas por persona adulta. El ingreso a la sala es por orden de llegada; las entradas no son numeradas. Los espectáculos comienzan puntualmente.

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