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Beneficios de una huerta familiar en Formosa

Una huerta en casa ofrece múltiples beneficios, desde ahorro económico hasta mejoras en tiempos de calidad con la familia y la salud. Ana Forlín, técnica del INTA El Colorado, comparte consejos esenciales para la creación y mantenimiento de una huerta, incluyendo la planificación de cultivos, la rotación y asociación de plantas, y cómo aprovechar los espacios disponibles en temporada de otoño-invierno.

Una huerta agroecológica en casa es una práctica que ofrece múltiples beneficios, tanto para la economía familiar como para la salud y el bienestar de sus integrantes. Además de proporcionar hortalizas frescas durante todo el año, permite sembrar especies preferidas y tradicionales de cada región, asegurando la calidad y origen de los alimentos consumidos. En esta nota, la investigadora del INTA El Colorado, Ana Forlín comenta sobre puntos clave para la creación y mantenimiento de una huerta agroecológica, la planificación de cultivos según las estaciones, la asociación y rotación de plantas para la nueva temporada de otoño-invierno.
Para Ana Forlín la huerta también se convierte en un espacio de interacción familiar, donde cada miembro puede participar en tareas adecuadas a su edad y capacidades. “Esta actividad conjunta no solo fomenta el trabajo en equipo y la responsabilidad, sino que también permite la transmisión de conocimientos de generación en generación. Los más pequeños aprenden valiosas lecciones sobre la naturaleza, el reciclaje y el aprovechamiento de excedentes, creando una conciencia ecológica desde temprana edad”, comentó Forlín.


Para esta nueva temporada de otoño-invierno, la técnica del INTA recomienda cultivar especies tolerantes a bajas temperaturas como acelga, lechuga, coliflor, remolacha, cebolla, arveja, rabanito, achicoria y puerro. La correcta elección y planificación de los cultivos asegurarán una producción continua y variada, adaptada a las necesidades y preferencias del hogar.
Además de hortalizas, una huerta agroecológica debe incluir también plantas aromáticas, condimenticias y medicinales, así como flores y frutales. Estas incorporaciones no solo diversifican la producción, sino que también embellecen el espacio y mejoran la calidad de vida al permitir un contacto constante con la naturaleza. “Plantar especies como caléndulas, que florecen todo el año y atraen insectos beneficiosos, añade valor estético y funcional a la huerta”, puntualiza Forlín.

En cuanto a la planificación y rotación de cultivos mencionó la importancia de considerar la época del año al elegir qué sembrar, ya que cada planta tiene necesidades específicas. “El inicio de los almácigos debe planificarse según las condiciones climáticas locales. Por ejemplo, las lechugas de invierno y verano son variedades distintas y requieren manejos diferentes, las primeras se desarrollan bien entre 15°C y 25°C y las de verano requiere de media sombra. En zonas con veranos muy calurosos, como la nuestra, es aconsejable retrasar la siembra hasta que las temperaturas sean más moderadas, alrededor de 25°C”, detalló la técnica. Además, la licenciada en Recursos Naturales comentó que, si las condiciones de los cultivos son óptimas, una huerta brinda un promedio 5 kilos de verduras por metro cuadrado en nuestra región.
Sobre la asociación y rotación de cultivos comentó que esto evita el desgaste de minerales en el suelo, promoviendo un crecimiento saludable de las plantas. “También los desechos orgánicos y el estiércol pueden ser reutilizados para la elaboración de compost y abonos, enriqueciendo el suelo de manera natural”, especificó Forlín.

En cuanto a las opciones sobre los espacios disponibles para la realización de una huerta, la técnica manifestó que esto no debe ser un impedimento. Si se cuenta con suficiente terreno, la huerta puede ser directamente en el suelo, siempre verificando que no sea anegable o demasiado compacto. “Para una familia de cinco personas, un espacio de 10 metros cuadrados es suficiente. En caso de suelos no aptos o espacios limitados, se pueden utilizar recipientes en desuso como baldes, cubiertas y carcazas de electrodomésticos. Estos recipientes, dependiendo de su tamaño, pueden albergar diversas plantas, siempre planificando adecuadamente la asociación y rotación de cultivos”, explicó Ana María.
Finalmente, la técnica del INTA también destacó otros beneficios: “Cultivar nuestros propios alimentos reduce la necesidad de comprarlos, lo que repercute positivamente en la economía del hogar. Asimismo, al conocer el proceso de cultivo, los tratamientos aplicados y los métodos utilizados, se garantiza un consumo seguro y saludable. Este conocimiento directo sobre los alimentos consumidos es sinónimo de calidad y confianza”, finalizó.

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