Espacios para conservar la biodiversidad y producir, un beneficio para todos
Los agrosistemas argentinos cumplen un rol fundamental en el cuidado del medio ambiente y de la biodiversidad. En diversas ecorregiones del país, el INTA trabaja junto con productores locales para mejorar las prácticas agrícolas con el objetivo de reducir el impacto en el medio ambiente y cuidar la biodiversidad. En los campos con cultivos tradicionales de Pergamino -Buenos Aires, especialistas del INTA y de CREA trabajan en el diseño e implementación de estrategias para lograr una producción más sustentable.
El desarrollo humano depende de los servicios esenciales que se obtienen de los ecosistemas. Para preservar su estabilidad, es necesario conservar y utilizar sosteniblemente la biodiversidad. Como un bien de la sociedad, la biodiversidad constituye la base de la salud de los agrosistemas, de su productividad, de la tecnología que se utiliza para su manejo y de su resiliencia.
En los campos con cultivos tradicionales de granos de la región Pampeana y Noreste de la Argentina, investigadores, técnicos y extensionistas del INTA trabajan junto con grupos de productores de CREA para definir estrategias que acompañen el cuidado y la conservación de la biodiversidad de los ecosistemas para producir de manera más sustentable.
Juan Radrizzani, asesor de productores del grupo CREA de Pergamino, explicó que en esta zona de la provincia de Buenos Aires el 70 % de la superficie agrícola está sembrada con trigo, soja, maíz, arvejas y el 50 % de las empresas hacen cultivos de servicio.
“En estos campos, implementamos las vías vegetadas, como franjas de biodiversidad”, detalló Radrizzani y explicó que “estos caminos vegetados buscan la convivencia de una multiplicidad de especies que ayuden a conservar la biodiversidad de los ambientes, dejando que florezcan estas especies”, indicó.
En los lotes que se hacen cultivos de servicio, Radrizzani explicó que la estrategia utilizada es la de dejar que la vicia quede en las líneas de alambrado: “Al sembrarse al voleo, la siembra queda en las líneas del alambrado y tener vicia en las líneas de alambrado es un muy buen control de malezas y también es un buen hábitat para insectos, porque la vicia florece por un periodo largo”.
En este sentido, Natalia Fraccassi, especialista del INTA Delta del Paraná y referente en biodiversidad del INTA, explicó: “En estos campos se generan acuerdos para mejorar las prácticas agropecuarias reduciendo su impacto sobre el ambiente, se definen indicadores para el seguimiento de esas prácticas y se trabaja en el diseño de estrategias a diferentes escalas espaciales y en la generación de espacios o áreas específicas para el mantenimiento e incremento de la biodiversidad, con el foco en las especies nativas”.
La especialista explicó que estas áreas específicas de conservación (bordes de alambrados, cercos vivos, corredores de arroyo, franjas vegetadas, parches de ambientes naturales, otros) pueden ser implementadas a nivel de sitio, lote, establecimientos o paisaje y son definidas en conjunto con el productor, en función de sus objetivos, tecnologías de manejo, distribución de lotes, ubicación del campo, entre otros aspectos.
“Algunos objetivos pueden incluir asegurar la polinización del cultivo, incrementar la flora de interés apícola, conservar los ambientes naturales o de fauna nativa, incrementar la población de especies benéficas al cultivo o controladoras de plagas, conservar o restaurar los suelos o el agua en el perfil agrícola, proteger la cuenca, o aportar a la diversificación productiva de los campos desde el turismo rural o de naturaleza, entre otros”, puntualizó Fraccassi.
La biodiversidad es un elemento clave en los agroecosistemas. Para asegurar la presencia de floraciones que sirvan como sustento y refugio para los organismos benéficos como los polinizadores y los biocontroladores de insectos plaga es necesario conservar ambientes naturales.
De acuerdo con Fraccassi, “la vegetación nativa o espontánea constituye reservorio o hábitat de biodiversidad no solo para especies amenazadas y claves de fauna y flora, sino para el sustento de poblaciones de artrópodos que no podrían sobrevivir en campos cultivados”. Y agregó: “La presencia de estos espacios contribuye al incremento productivo de los cultivos dependientes de la polinización entomófila y aporta recursos de néctar y polen para la actividad apícola”.
Como práctica de manejo ambientalmente más sustentable, la conservación o restauración de espacios de ambiente natural con vegetación nativa resulta una estrategia factible de ser implementada. “La identificación de especies vegetales de crecimiento espontáneo que crecen en los agrosistemas, así como las herbáceas y arbóreas nativas que podemos replantar en ciertos espacios y que atraen diversidad de aves e insectos benéficos es importante para su conservación y valoración por parte de los productores”, indicó al especialista.
“A nivel territorial o regional, el objetivo es lograr que la sumatoria de los acuerdos con productores individuales y agrupados contribuyan a generar corredores biológicos y paisajes multifuncionales, en los que la producción y la generación de servicios ecosistémicos asociados a la biodiversidad aporten a un desarrollo ambientalmente sostenible”, aseguró Fraccassi.
El aporte de conocimiento técnico y científico del INTA es fundamental en la producción ganadera y su impacto en el ambiente. “El INTA aporta el conocimiento técnico y científico que ayuda a orientar las prácticas aplicadas a la producción ganadera que permitan mitigar los impactos ambientales y potenciar las sinergias productivas, ambientales y sociales, especialmente cuando la ganadería se realiza de manera extensiva en ambientes naturales como pastizales, bosques o humedales”, indicó Fraccassi.
En relación con la conservación de aves silvestres en sistemas ganaderos extensivos, el INTA desarrolló y desarrolla acciones en articulación con la Alianza del Pastizal, iniciativa que convoca a productores ganaderos y organizaciones civiles de cuatro países: Brasil, Uruguay, Paraguay y Argentina.
A través de un convenio entre Aves Argentinas -organización civil que lidera actualmente Alianza del Pastizal en nuestro país- y el INTA, la institución participó en la creación de la publicación “Ganadería sustentable de Pastizal. Producir y conservar es posible", una publicación que llevó más de 3 años de trabajo en el marco del proyecto “Pastizales y Sabanas del Cono Sur de Sudamérica: Iniciativas para su Conservación en la Argentina” para impulsar la ganadería sustentable de pastizal. Asimismo, colaboró en la elaboración de materiales técnicos, como algunos de los incluidos en el “Kit de buenas prácticas ganaderas”.
Otro ejemplo de trabajo articulado entre investigadores, extensionistas y productores son los sistemas forestales, donde el INTA acompaña, junto con la Asociación Forestal Argentina (AFoA) y con empresas privadas, a través de convenios, en la creación de protocolos que se encuentran en vigencia en la actualidad y han sido aplicados para el Delta del Paraná. Por otra parte, el INTA participa activamente en la Mesa de Trabajo de la Certificación Forestal Argentina (CERFOAR) y con el Forest Stewardship council (FSC) para el desarrollo y revisión de indicadores de biodiversidad en establecimientos forestales bajo gestión forestal sostenible a nivel país y a través de manuales de buenas prácticas de diferentes cuencas forestales.
“Uno de los casos más emblemáticos en los cuales una práctica asociada a la gestión forestal y a la biodiversidad fue implementada con éxito, de manera conjunta entre el INTA y el Proyecto Pantano -CONICET-, fue el de la Empresa Arauco, en la cual uno de sus predios forestales en el Delta bonaerense accedió por primera vez en el país a la Certificación de Conservación de Servicios del Ecosistema de FSC, a través de la conservación de una especie amenazada de Argentina, el Ciervo de los pantanos“, puntualizó Natalia Fraccassi.
Finalmente, en la Región de Cuyo, el INTA trabaja en promover la biodiversidad asociada a los viñedos y montes frutales. En particular, en la incorporación de plantas con flores atractivas para la fauna nativa; fundamentalmente para aquellos grupos de insectos como las abejas nativas que cumplen varias funciones benéficas para la producción.
“La incorporación y combinación de especies vegetales que acompañen a los viñedos puede resultar beneficiosa tanto para el control de plagas como para la polinización, que si bien no es imprescindible para la producción de uva sí para asegurar que la vegetación de interés siga presente en ese agroecosistema y continúe ofreciendo beneficios a la producción”, detalló José Portela de INTA La Consulta.
Desde INTA y en conjunto con productores vitivinícolas se prueban modelos alternativos, que pueden variar en cuestiones de manejo tan sencillas como modificar la forma de hacer una labranza o el segado de la vegetación acompañante. Pero también, se estudian alternativas de implantación de especies vegetales que promueven ciertos beneficios.
Contexto nacional e internacional
Según el informe de 2019 de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), los humanos no hicieron lo suficiente para conservar la biodiversidad en los sistemas, lo que causó que aproximadamente el 20 % de la superficie mundial cultivada se volviera menos productiva durante los últimos 20 años. Por tales motivos es necesario compatibilizar la producción de alimentos con la conservación de hábitats y especies que provean recursos o funciones imprescindibles para la sostenibilidad a largo plazo.
En este contexto, el INTA contribuye con el nuevo Marco mundial Kunming-Montreal de la diversidad biológica (o biodiversidad) (12/2023) cuyas metas para el período hasta 2030, consisten en adoptar medidas urgentes para detener y revertir la pérdida de diversidad biológica, a fin de encauzar la naturaleza en el camino de acciones hacia la recuperación de la biodiversidad en beneficio de las personas y el planeta, conservando y utilizando la biodiversidad de forma sostenible, y velando por la participación justa y equitativa en los beneficios que se derivan de ella, incluyendo el de los recursos genéticos, y al mismo tiempo proporcionando los medios necesarios para la implementación de las medidas. Entre las veintitrés metas que deben alcanzarse para 2030 figuran la conservación del 30% de la tierra y el mar, la restauración del 30% de los ecosistemas degradados, la reducción a la mitad de la introducción de especies invasoras y la reducción de US$ 500.000 millones al año en subvenciones perjudiciales.
A nivel nacional, el INTA participa en la Comisión Nacional Asesora para la Conservación y Utilización Sostenible de la Diversidad Biológica (CONADIBIO), el ámbito de articulación interinstitucional para consensuar políticas y planes de acción en materia de biodiversidad y, en particular, para el desarrollo de la “Estrategia y Plan de Acción Nacional de Biodiversidad (MAyDS) que promueve la incorporación de la conservación de la biodiversidad y su uso racional en todas las políticas públicas, para avanzar en el ordenamiento ambiental del territorio y lograr un desarrollo humano sostenible.