Adolfo Pérez Esquivel: “La memoria ilumina el presente”
El pacifista y militante por los derechos humanos rememora en esta entrevista el 10 de diciembre de 1980 cuando recibió el premio Nobel de la Paz y sobre el mismo día de 1983, cuando la Argentina recuperó la democracia.
El 10 de diciembre es una fecha doblemente significativa para las y los argentinos. En 1983, asumió Raúl Alfonsín como presidente constitucional luego de la más sangrienta de las Dictaduras Cívico-Militar que azotaron nuestro país.
Tres años antes, ese mismo día de diciembre 1980, otro hecho señaló el comienzo del fin del régimen militar: el artista y reconocido militante de la no-violencia Adolfo Pérez Esquivel recibió el premio Nobel de la Paz en Oslo, Noruega. El premio fue un revés para los militares en el poder y un estímulo para los activistas y organismos de derechos humanos que, como él, venían denunciando las atrocidades del gobierno autoritario.
Alfonsín asume la presidencia. Fuente: Radio Nacional.
Más de cuatro décadas después y con 90 años, Esquivel continúa luchando en favor de la paz y la justicia. Dirige el Servicio, Paz y Justicia (SERPAJ) y es el presidente de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM).
Admirador de Mahatma Ghandi y Martin Luther King, víctima también él de terrorismo de Estado, en esta entrevista reflexiona sobre cómo vivió esos días, el proceso que culminó con la dictadura y los retos que todavía hoy vive nuestra democracia. “Tenemos que reestablecer la comunidad porque el individualismo ha hecho mucho daño. Eso es violencia, social, cultural, política. Estamos frente a muchos desafíos”.
-¿Recuerda cómo recibió la noticia del premio Nobel de la Paz?
-Llamé a mi casa y mi mujer me avisó que el embajador de Noruega me estaba esperando en la sede de la embajada. Pensé que era por los informes sobre derechos humanos que regularmente presentábamos a las delegaciones extranjeras. Cuando llegué, noté que el embajador estaba un poco nervioso y que habían preparado una especie de festejo. Ahí me dio la noticia. Lo primero que le dije es que mi trabajo no era individual, sino de miles de personas en toda América Latina: campesinos, indígenas, religiosos y religiosas. A partir de ese momento, la locura de los periodistas, los llamados, las cartas.
A los dos días la Dictadura quiso asesinarme. Estábamos yendo con mi hijo Leonardo al SERPAJ, en la calle Bolívar, y unas personas avanzaron armas en mano para matarnos. Mi hijo aceleró el 4L y por suerte venía un taxi que se interpuso. Ese tachero nos salvó la vida.
Ayuno en la semana del detenido desaparecido. (1982). Foto: Eduardo Longoni. Fuente: CPM
El premio tuvo mucha repercusión. Yo todavía estaba preso, con libertad vigilada. Empezaron a llegar las cartas y los telegramas reclamando mi completa liberación. Después me enteré que en la cárcel, en la Unidad 9 (NdR: donde Pérez Esquivel estuvo recluido en La Plata) y otras más del país, los presos políticos habían hecho manifestaciones a favor y fueron castigados por ello. Es una de las cosas que más recuerdo de esos días.
-¿Cómo impactó la noticia en nuestro país?
-Tuvo importancia para el mundo, pero sobre todo para América Latina. Internamente la Dictadura podía controlar los medios de comunicación, pero en el exterior no. Ariel Delgado, el conocido locutor de la uruguaya Radio Colonia, fue el primero que anunció quién era yo porque los diarios, la radio y la televisión de aquí decían que yo era paraguayo, brasilero, chileno, pero nadie decía que le habían otorgado el premio Nobel de la Paz a un argentino. En ese momento, comenzaron también las grandes movilizaciones.
-Hay una concepción generalizada de que la derrota en la Guerra de Malvinas provocó la caída de la Dictadura Militar. ¿Qué opina sobre esto?
-Cuando se desató la Guerra de Malvinas estaba en Washington, en Naciones Unidas, en una acción por el conflicto en El Salvador, ese pequeño país centroamericano donde asesinaron a Monseñor Romero y a muchísimos otros.
Cuando regresé, fue la primera vez me recibió un ministro militar, el canciller Nicanor Costa Méndez. Le pedí que acepten la resolución 502 del Consejo de Seguridad Naciones Unidas, que retiren las tropas, que dejen un destacamento militar y entren los cascos azules para después negociar con Gran Bretaña la soberanía de las Islas. Su respuesta fue: “Esto se nos escapó de la manos. No tenemos ningún control”. Es que los comandantes no se ponían de acuerdo.
Acto frente a Casa Rosada (1983). Foto: Eduardo Gil. Fuente: CPM.
¿Pero por qué la Guerra de Malvinas? La Doctrina de Seguridad Nacional, en la que ellos basaban todas sus hipótesis, decía que ante un conflicto interno había que buscar un enemigo externo. Primero intentaron con Chile, pero allí el cardenal Antonio Samorè, por pedido del papa Juan Pablo II, logró frenar esa guerra.
Hay que recordar que el 30 de marzo de 1982 hubo una gran movilización nacional donde apresaron a Saúl Ubaldini y otros dirigentes de la CGT. A mi hijo Leonardo también. Los militares se vieron obligados a adelantar la guerra. Lo hicieron para consolidar el frente interno, no por la soberanía de Malvinas. Pensaban que, como la Dictadura era el gendarme de Estados Unidos, los iba a apoyar.
En las informaciones de la época se puede leer como Leopoldo Galtieri fue a Norteamérica a buscar a apoyo. No tuvieron en cuenta que Estados Unidos no tiene amigos, no tiene aliados; tiene intereses. Apoyó a Gran Bretaña y hasta le dio la base de la isla de Asunción, en medio del Atlántico, para reabastecer las tropas británicas. Sin el apoyo de ese país, ante la traición de Augusto Pinochet que sostuvo la logística británica, su hipótesis cayó. Solo dos países apoyaron a la Argentina aunque no congeniaban con su gobierno: Perú y Cuba.
Las tropas argentinas no estaban preparadas para enfrentar un enemigo como Gran Bretaña. Aquello estaba destinado al fracaso. La Guerra de Malvinas fue un indicador de que la Dictadura ya no podía más y que buscó consolidarse en lo interno.
Lo que no comprendían en Europa -incluso organizaciones amigas y solidarias- era cómo el pueblo argentino podía vitorear a los dictadores y cómo muchos dirigentes políticos los siguieron. Fue muy duro porque tuvimos que explicar que Las Malvinas eran una reivindicación nacional y no un apoyo a la Dictadura Militar. En Plaza de Mayo los organismos de derechos gritábamos: “Las Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.
Fue muy doloroso. Cuando los soldados volvieron, les prohibieron hablar del tema. Con el SERPAJ y otros organismos de derechos humanos, recibíamos a los chicos que venían con grandes trastornos psicológicos y sin dinero para regresar a sus provincias. Hoy sigue vigente la reivindicación legítima del derecho del pueblo argentino a recuperar las Islas.
Con el Papa Fransico. Fuente: CPM
-¿Qué recuerda sobre el 10 de diciembre de 1983? ¿Estaba en el país?
-Sí, estaba en el país. Fue un momento muy particular. Estuvimos todos en la Plaza de Mayo, apoyando a Alfonsín y reclamando verdad y justicia. Alfonsín llego al gobierno, pero no al poder. Esto tiene que quedar claro. Los militares se habían retirado, pero seguían manteniendo el poder. Alfonsín tenía el apoyo internacional. Era un hombre que quería cambiar las cosas, buscar justicia, pero su gobierno tenía muchas debilidades.
Hay un hecho del que pocas veces se habla. Luego de la Guerra de Malvinas, el gobierno estadounidense comenzó a democratizar todo el continente con democracias condicionadas, restringidas. Se dio cuenta del fracaso de las dictaduras militares por lo sangrientas y por el horror que habían desatado.
Pero Estados Unidos nunca se retiró del subcontinente. Sigue presionando hasta el día de hoy. Si tuviéramos que hacer una revisión de lo que pasa ahora, el mecanismo que utiliza son los golpes de estado a través del lawfare, con ejemplos como el golpe contra Manuel Zelaya, en Honduras; contra Fernando Lugo, en Paraguay; contra Dilma Russef; Evo Morales; los ataque contra Nicolás Maduro, en Venezuela; el bloqueo permanente a Cuba. La realidad latinoamericana y la fragilidad de las democracias que tenemos señalan muchas cosas que hay que superar.
Que Xiomara Castro, la mujer de Zelaya, haya ganado, en Honduras, o Pedro Castillo, en Perú, es la acción de los pueblos. No sé qué pasará en Brasil con Lula (a quien conozco desde la década del 70). Estados Unidos no quiere perder la hegemonía en el territorio. Está perdiéndola a nivel mundial frente a otras potencias emergentes como China. Es decir, la dominación cambia de formas pero sigue siendo dominación.
Con Lula, en la década de 1970. Fuente: CPM
-Muchos jóvenes que no vivieron la dictadura en nuestro país se preguntan qué papel tienen hoy los organismos de derechos humanos en una democracia consolidada, de muchos años. ¿Qué les respondería?
-Primero, la democracia no está consolidada. Tenemos que construir una democracia participativa. Derechos humanos y democracia son valores indivisibles. Si se violan, los derechos humanos las democracias se debilitan y dejan de serlo. Muchos organismos de derechos humanos en la Argentina surgieron a través del dolor que provocó la desaparición de personas, las torturas. Tienen como objetivo la recuperación de las y los niños apropiados, y el juicio y castigo a los responsables.
Nosotros, desde el SERPAJ, tenemos una mirada más amplia, que es el derecho de los pueblos a la soberanía, al desarrollo, al medio ambiente. En la Argentina es grave porque la están devastando con los desmontes, con la contaminación de los ríos y los mares. Soberanía no es solo una palabra bonita. Significa garantizar que los pueblos tengan en sus manos las grandes empresas nacionales, los recursos y los bienes naturales. Estos son capitales que les permiten a los gobiernos negociar en condiciones favorables.
Entierro de un cacique mapuche, en Neuquén. Fuente: CPM
Otro ejemplo es el problema de la tierra que están atravesando los mapuches, los tobas, los guaraníes. Están vendiendo sus territorios a grandes empresas extranjeras. El gobierno lo debe tomar con mucha fuerza. Por ejemplo, que no se pueda reunir la Cámara de Diputados para discutir la ley 26160, y así evitar los desalojos de sus territorios, es una vergüenza. No sirve la prolongación de medidas que eviten la expulsión. Tiene que haber una ley permanente territorial.
Mapuche significa “gente de la tierra”. Tehuelche, de los ríos. Si se les quita la tierra, se los condena a muerte. El sentido profundo de los pueblos es que se respeten. Tenemos que ser un país pluricultural para conocer nuestra identidad. Esto tiene que ver con la dominación cultural. Debemos evitar el monocultivo de las mentes, promoviendo la diversidad. La defensa de los derechos humanos desde su integridad siempre tendrá vigencia.
-¿Qué es el monocultivo de la mente?
-Así como hay cultivo de la soja, del maíz, de pinos existe el monocultivo de las mentes con los tóxicos de la propaganda que impone un pensamiento único. La gran riqueza de los pueblos es la diversidad. Si todos pensamos lo mismo es totalitarismo. Brasil, con la imposición de Bolsonaro, es un ejemplo. Los grandes medios usaron todas las formas posibles para destruir a Lula.
-En las últimas elecciones sorprendió la cantidad de votos que obtuvieron partidos que defienden posiciones ultraconservadoras, ultraliberales y hasta negacionistas. ¿Tiene alguna reflexión al respecto?
-Es preocupante. También pasa en Europa, con movimientos totalitarios o grupos filonazis. Tiene que ver primero con la falta de memoria. Por eso trabajamos mucho con ella.
La memoria no es para quedarse en el pasado. Ilumina el presente. Si no, uno está perdido, vuelve a repetir los mismos males. En la Comisión Provincial trabajamos mucho con las y los chicos para que tengan memoria de lo que pasa en su entorno. Hay una memoria que es personal, pero también está la colectiva. Los pueblos sobrevivieron en el tiempo porque la preservaron.
Ahora los medios de comunicación imponen la violencia como el único camino. Eso es olvidar muchas cosas de lo vivido. De ahí la importancia de la educación, como práctica de la libertad y de valores. Tenemos que desarrollar una cultura de la paz que permita encontrar caminos distintos. ¿Cómo Milei, que aparece con una virulencia tremenda, tiene votos? ¿Cómo es que han aumentado los delitos violentos? Los medios de comunicación generan comportamientos. A una violencia le oponen otra violencia. Eso produce dos violencias, pero nunca la solución del problema.
Homenaje a Marielle Franco, militante feminista asesinada en la favela Mare (2018). Fuente: CPM
-Usted suele decir que la paz no significa la ausencia de conflictos. Pareciera ser una contradicción. ¿Cómo se logra la paz, aun habiendo conflictos?
-La paz se logra a través del diálogo, del entendimiento. Si hay diferencias las podemos discutir, pero hay objetivos concretos que compartimos.
Por ejemplo, que no le roben la esperanza y la vida a los niños. Hoy la UCA en su informe señala que el 64% de los niños en la Argentina son pobres. Ahora, ¿por qué lo son? La Argentina no es pobre; es un país rico empobrecido. En una democracia, tenemos que fortalecer los derechos, los sociales, los culturales, los derechos de la mujer (que por suerte lucha para conquistar cada vez más espacios que le estaban vedados).
Si uno logra la convivencia, logra la paz. Por eso digo que nunca la paz es la ausencia de conflictos. Es una dinámica permanente de relaciones entre las personas y los pueblos. Podemos tener diferencias y eso es la riqueza. Pero si tenemos objetivos comunes (que no falte un plato de comida en los hogares, que todos tengan derecho a la educación, a la salud), eso es alcanzar espacios de paz.
En una aldea de Jóvenes por la Paz, en General Rodríguez, Buenos Aires.
Tenía un amigo de caminada por el mundo, Eduardo Galeano, que decía: “Siempre tenemos que alcanzar el horizonte, aunque siempre se aleje”. Siempre tenemos que alcanzar las estrellas, pero no podemos olvidarnos que somos hijos e hijas de las estrellas. La paz es lograr el equilibrio personal, con los demás y también con los pueblos. Esto no lo aprendí en ningún manual filosófico sino con los mayas que conocí durante 40 años en México. Les pregunté cómo se traduce “desarrollo” en su lengua. No existe. Dicen “equilibro”, equilibrio con nosotros mismos, con los demás, con la madre tierra, equilibrio con el cosmos, con Dios. Cuando se quiebra, viene la violencia.