Presidencia de la Nación

Preguntas de una historiadora ante un archivo

La historiadora Adriana Valobra reflexiona sobre las preguntas que desde el presente le hacemos a los archivos.


Adriana Valobra

Historiadora

Cuando nos acercamos al archivo, tenemos preguntas que queremos responder porque la investigación comienza con el planteo de un problema, desplazándose así la centralidad de la fuente en la mirada positivista. “Sin problemas no hay historia…” (Febvre, 1971: 42). Esta afirmación obliga a un ejercicio menos descriptivo y requiere escudriñar el propio lugar como sujeto cognoscente en la construcción del conocimiento. En ese sentido, ir al archivo es cargar las inquietudes vastas y los humildes interrogantes, con la expectativa de encontrar respuestas allí.

Pero, como señala Arlette Farge (1991: 18), “el archivo… es difícil en su materialidad”. En efecto, no está organizado según nuestras preguntas, ni tiene, muchas veces, series completas para un seguimiento. Es más, el archivo nos hechiza tentándonos con respuestas a otras preguntas que no son las nuestras, pero están allí para inquietarnos.

Por ello, el trabajo se vuelve una tensión entre esa fascinación en la que nos sumergimos y el intento de volver a nuestra pregunta problema, pues, como diría Febvre, en el mar del archivo, como un faro “es el historiador quien da a luz los hechos históricos” (Febvre, 1971: 42-43). Si bien la belleza de la metáfora de la luz sobre los hechos históricos no omite la idea de su construcción, las historiadoras nos incluimos en el universo de quienes hacemos historia y la historia. Por ello, el título de estas reflexiones parafrasea el famoso poema de Bertold Brecht, Preguntas de un obrero ante un libro, tan hermoso y omiso en términos de género. Desde la historia de las mujeres, los estudios feministas y de género hemos procurado la visibilidad de lo femenino y problematizado la masculinidad hegemónica a la par que intentamos comprender cómo las relaciones de género, clase, edad, entre otras, inciden en nuestras preguntas situadas y nos inducen a la construcción de un conocimiento situado (Haraway, 1995).

Y en ese sentido, la invitación del Archivo General de la Nación a reflexionar sobre algunos de los materiales disponibles en sus fondos, suscita algunas preguntas. Las primeras surgen en la vorágine de las vistas de los documentos: ¿Qué nos dicen las fotografías de Julieta Lanteri rodeada de sus animales, con franca ausencia de los remilgos estéticos de una candidata política, si no leemos la nota de Caras y Caretas de abril de 1919 donde confiesa que es ovolactovegetariana y que los animales son sus amigos? ¿Por qué el cronista elige terminar con una sorna sobre esa posición tan política como el feminismo de la entrevistada? ¿Cómo interpretamos la fotografía de Elvira Rawson de Dellepiane el día de uno de los simulacros electorales femeninos donde se observa un estandarte de la Liga Patriótica? ¿Por qué Carolina Muzilli, en carta al editor Afredo Torcelli, le comunica que, a veces, escribirá bajo seudónimo? ¿Catalogaríamos la carpeta de la Sociedad de Beneficencia bajo la misma etiqueta que la de Elvira y Julieta sólo porque incluye recortes del sufragio femenino?


Julieta Lanteri en su hogar, 1919. Archivo General de la Nación, fondo Acervo Gráfico, Audiovisual y Sonoro. Referencia: AR-AGN-AGAS01-Ddf-rg-2124-115547

Esas inquietudes se inscriben en problemas más amplios sobre la necesidad que todavía tenemos del ejercicio de la visibilidad de las mujeres en la historia y de intentar plasmar cómo y qué cambia en nuestra interpretación historiográfica al ampliar los sujetos de la historia.

La organización de los fondos documentales puede responder a criterios que nada tienen que ver no sólo con nuestras preguntas, sino con los propios orígenes de los materiales y su heterogeneidad u homogeneidad original remiten a cuestiones muy variadas. Las políticas de archivos cambian y ello incide en nuestro acercamiento y quehacer investigativo (Caimari, 2017).

Bien podría una preguntarse si no sería interesante una reorganización del material que permitiera superponer a la catalogación existente, otra nueva, signada por nuestras inquietudes presentes, de manera que la búsqueda incluya, por ejemplo, entradas como movimiento feminista o movimiento de mujeres (que históricamente no se definían del mismo modo). Un ejercicio de visibilidad y, a la vez, una problematización sobre qué se incluye en cada categoría. En ese sentido, esa tarea futura exige la colaboración entre quienes trabajamos en las disciplinas de la historia y del archivo para que esos vestigios expresen la complejidad de las relaciones sociales y, también, las huellas que aquellas personas imprimieron a lo que hoy nos desvela porque pensar ese pasado, siempre es, sin duda, pensarnos hoy.

Para Inspiraciones: pensamientos desde archivos. Bicentenario del Archivo General de la Nación.

Bibliografía

Farge, Arlette (1991). La atracción del archivo. Valencia: Edicions Alfons El Magnánim.

Febvre, Lucien (1971). Combates por la historia. Barcelona: Ediciones Ariel.

Caimari, Lila (2017). La vida en el Archivo. Goces, tedios y desvíos en el oficio de la historia. Buenos Aires: Siglo XXI Editores.

Haraway, Donna (1995). Ciencia, cyborgs y mujeres. La invención de la naturaleza. Madrid: Cátedra.


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