Enriquecimiento de uranio
Cuando la CNEA tomó la iniciativa de construir centrales nucleares se fijó como objetivo estratégico dominar la tecnología del ciclo del combustible, para evitar la dependencia de terceros países. En aquel entonces se optó por el ciclo de uranio natural, pues se pensaba que la tecnología de enriquecimiento de uranio estaba fuera del alcance de nuestro país en ese momento.
Hacia fines de los 70’ ya se estudiaba la posibilidad de introducir elementos combustibles de uranio levemente enriquecidos (del orden del 1%), en la central nuclear Atucha I. Esto permitiría aumentar el quemado de los elementos combustibles casi al doble, reduciendo a prácticamente la mitad su consumo y la generación de residuos para una misma energía producida, además de preservar las reservas uraníferas del país.
En 1974, como producto del contexto internacional, Estados Unidos, que era el tradicional proveedor de uranio enriquecido de nuestro país, decidió interrumpir en forma imprevista el suministro de este material, usado además en los reactores de irradiación e investigación.
Ante esta situación, la CNEA evaluó la posibilidad de encontrar un proveedor más confiable, cuestión que era altamente difícil debido a las crecientes restricciones internacionales.
La alternativa era desarrollar la tecnología de enriquecimiento de uranio para tener un ciclo de combustible nuclear autónomo, sustentar la independencia del país en el manejo de sus recursos energéticos y, de esa manera, disponer de un material altamente estratégico sumado al conocimiento para lograrlo.
El objetivo del Proyecto Pilcaniyeu fue producir uranio enriquecido para la fabricación de elementos combustibles para reactores de potencia y de investigación dentro de las fronteras del país. En consecuencia, se debía desarrollar una tecnología adecuada para construir y poner en operación la planta de producción, sin asistencia del exterior.
En la década del ’90 se priorizó la compra de uranio enriquecido al exterior. Esta circunstancia provocó que durante esos años las actividades se enfocaran casi exclusivamente al resguardo y preservación de la tecnología y de las instalaciones.
Con el relanzamiento del Plan Nuclear Argentino, el Estado retomó la tradición de apoyar y sustentar al sector nuclear para que el país pudiera contar nuevamente con las capacidades científico-tecnológicas trabajando a pleno. Así fue que en 2014 se comunicó que Complejo Tecnológico Pilcaniyeu había alcanzó los valores que acreditan el enriquecimiento de Uranio en su isótopo 235 para usos pacíficos.