Presidencia de la Nación

Microorganismos resistentes a los medicamentos, un problema de salud mundial


La resistencia antimicrobiana puede afectar a personas de todas las edades, cualquiera sea el país en que residan. Por eso, cada noviembre la OMS celebra la Semana Mundial de Concientización sobre el Uso de los Antibióticos.

¿Qué es la resistencia antimicrobiana?

La resistencia antimicrobiana es la creciente habilidad de las bacterias, virus, hongos o parásitos para volverse inmunes a la acción de los medicamentos que se utilizan para combatirlos. Ocurre cuando estos microorganismos que causan enfermedades, mutan y se vuelven resistentes a los fármacos.

La resistencia es un proceso natural, pues los medicamentos van perdiendo con el tiempo su capacidad para matar agentes patógenos. Pero, en los últimos años, el uso inapropiado de antibióticos ha acelerado exponencialmente este proceso. ¿Cómo? Por ejemplo, cuando no se finalizan los tratamientos prescritos o cuando se prescriben erróneamente, a veces por desconocimiento y otras veces por no disponer de métodos diagnósticos eficaces.

Los antimicrobianos son los medicamentos que se utilizan para tratar las infecciones causadas por microorganismos como bacterias, virus, hongos o parásitos. Dentro de este grupo de medicamentos, los antibióticos son los que tratan específicamente las infecciones causadas por bacterias.

Es importante que todas las personas sepan que, si consumen un antibiótico sin prescripción médica o si interrumpen un tratamiento antes de lo indicado, puede ocurrir que dichos medicamentos no maten a todas las bacterias que causan la enfermedad, por lo cual las que sobreviven podrían mutar y volverse “superbacterias”.

La aparición de este fenómeno, también llamado farmacorresistencia, se debe además al empleo generalizado de antibióticos en la ganadería, tanto para prevenir enfermedades de los animales como para fomentar su crecimiento. La propagación de la resistencia a los antibióticos en el ganado contribuye a la propagación de la resistencia en los seres humanos, a través de las enfermedades de transmisión alimentaria y otras vías de infección.

Existe una vinculación directa entre la salud humana y la salud animal. Es por eso que el Servicio Nacional de Sanidad y Calidad Agroalimentaria (SENASA) creó, en 2015, el Programa Nacional de Vigilancia de la Resistencia Antimicrobiana en animales destinados al consumo humano, con el objetivo de prevenir la generación y difusión de bacterias que resisten la acción de los antibióticos.

¿Qué impacto tiene la resistencia antimicrobiana en nuestra vida cotidiana?

La resistencia a los antimicrobianos -entre ellos los antibióticos- provoca que se incrementen los costos médicos, que se prolonguen las internaciones hospitalarias y que aumente la mortalidad. Cuando ya no se pueden tratar las infecciones con los antibióticos de primera línea, es necesario emplear fármacos más caros, tratamientos más largos y con más efectos adversos. Es así que la neumonía, la tuberculosis, las infecciones urinarias o la gonorrea, por ejemplo, son enfermedades cada vez más difíciles de tratar.

En otras palabras, disponer de antibióticos menos eficaces generará que las enfermedades infecciosas, los trasplantes de órganos, la quimioterapia y las cirugías se vuelvan más peligrosas y atenten contra la vida de las personas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) sostiene que “la resistencia a los antibióticos es hoy una de las mayores amenazas para la salud mundial, la seguridad alimentaria y el desarrollo” y asume su lucha como un tema prioritario. Desde 2015 dirige una campaña mundial de sensibilización sobre esta problemática bajo el lema “Antibióticos: manéjalos con cuidado”.

El Ministerio de Salud y Desarrollo Social de la Nación adhiere a la campaña de concientización, y recuerda que se pueden adoptar medidas en todos los niveles de la sociedad para reducir el impacto de este fenómeno y limitar su propagación.

¿Se puede solucionar el problema de la resistencia antimicrobiana desarrollando nuevos medicamentos más potentes?

La resistencia antimicrobiana hace necesario hallar nuevos tratamientos. Pero, aunque se logren desarrollar en el mediano y corto plazo, éstos serán más caros, más largos y con más efectos adversos.
En febrero de 2017, la OMS publicó la lista de patógenos prioritarios resistentes a los antibióticos, en la que se incluyen las doce familias de bacterias más peligrosas para la salud humana. La lista es una herramienta para guiar la investigación y el desarrollo (I+D) de nuevos antibióticos, como parte de las numerosas actividades que lleva adelante la OMS para combatir este creciente problema mundial.

Si bien es esencial aumentar la I+D, no basta para solucionar el problema. Para luchar contra la resistencia, tiene que haber también una mejor prevención de las infecciones y un uso apropiado de los antibióticos existentes en la medicina humana y veterinaria, así como un uso racional de cualquier nuevo antibiótico que se desarrolle en el futuro.

¿Qué podemos hacer?

Todas las personas podemos contribuir a la lucha contra la resistencia antimicrobiana. Si nos enfermamos, es muy importante consultar a un profesional de la salud y seguir estas pautas:

  • Utilizar antibióticos sólo cuando los prescriba un médico u odontólogo.
  • No demandar antibióticos a los profesionales de la salud si éstos deciden que no son necesarios.
  • Utilizar los medicamentos según lo indicado, respetando la dosis, los horarios de toma y el tiempo de tratamiento, sin interrumpirlo incluso si nos sentimos mejor.
  • No automedicarnos ni usar los antibióticos que nos hayan sobrado, o que le hayan sobrado a otros.
  • Asegurarnos de que los profesionales de la salud que nos atiendan se laven las manos y/o usen guantes descartables.

También podemos ayudar a prevenir las infecciones siguiendo estas recomendaciones:

  • Lavarnos las manos con agua y jabón regularmente.
  • Evitar el contacto directo con enfermos para impedir el contagio.
  • Usar preservativos para prevenir las enfermedades de transmisión sexual.
  • Vacunarnos y tener al día el carnet de vacunación.
  • Ventilar los ambientes.
  • Cubrirnos la nariz con el codo o axila al estornudar.
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